martes, 23 de abril de 2019

En torno al libro I


Un libro


Un libro es tan entrañable como lo puede ser un hijo. Esta afirmación y la ya larga vida transcurrida de mi existencia, en la que siempre han estado a mi lado los libros, dificulta el que yo pueda definir, sin apasionamiento, lo que pienso sobre la lectura y cuales han sido mis páginas preferidas. Los libros, la lectura, han formado parte de mi vida. Os puedo asegurar, a la hora de plantearme las preguntas que me hacéis en vuestra carta, que mi imaginación es incapaz de concebir que mi vida haya podido transcurrir sin ellos a mi lado. ¡Qué gran compañía los libros!. Son los amigos que todo lo dan sin pedir nada a cambio.

Hay momentos en los que los medios auditivos que todo lo invaden hoy, parece que van a sustituir pronto al libro. Pero no; no podrán. El placer de abrir un libro; de tenerle entre nuestras manos; de acariciarlo cuando la pasión por la letra impresa se desborda; de admirar su presencia física; de olerlo, incluso, cuando es reciente su salida de la imprenta, llegan a constituir un placer sensual. Son sensaciones previas a su lectura, que alcanzan niveles insospechados cuando los cerramos y entornados los ojos pasa por la memoria el contenido de sus páginas. El placer de la relectura, el goce repetido de una página, todo conduce a ese amor imperecedero que nos reporta un libro, que provoca a la imaginación del lector.

¿Que qué libros me gustaron más en la infancia? No lo se; no puedo recordarlos. Viven en el fondo de mi memoria algunos libros que me permitieron volar con el pensamiento por países y aventuras que sacaron de la rutina habitual hechos que solo se antojaban sueños. Allí estaban Julio Verne preferentemente y menos Salgari, que pronto mi insatisfacción y las circunstancias que me tocó vivir, fueron sustituidos por los novelistas rusos Tolstoi, Dostoyevski, Gogol, Gorky, Chejov.

Un paso más y la poesía llenó mis apetencias de lectura. Juan Ramón Jiménez, Rubén Dario, Antonio Machado... con ellos los prosistas del 98 (Baroja, Valle Inclán, Azorín...). Enseguida los poetas del 27 y la sugestiva prosa de Ortega y Gasset. En años más cercanos la vida me ha llevado a la lectura de la historia.

De aquello y de esto, queda un poso en mi memoria que agradezco a las circunstancias que lo han provocado.

Permitirme que, para terminar estas notas, os comente que ninguna lectura es desdeñable. Ni aquella que os parezca más árida, más difícil de llegar a su profundo contenido. Cuántas veces, al leer hoy un libro que pasó por mis manos en años de adolescencia, en los que creí inútil su lectura por el poco provecho que sacaba de ella, aparece su contenido en mi memoria al volver ahora sobre sus páginas.

Pensad amigos que, como dijo el poeta José Hierro, “leer es caminar". Caminar por la senda del espíritu en la que vais a encontrar la mayor satisfacción.

Os agradezco mucho lo que para mi supone como distinción esta carta que me habéis escrito y su intención.


15 de abril de 1997

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