De Santander a Palencia en diligencia
Hace siglo y medio, la empresa "La Castellana" estableció un servicio de carruajes, que realizaba tres veces a la semana el viaje entre Santander y Valladolid, con parada en Palencia. El anuncio con el que se daba cuenta del servicio, resultaba una verdadera invitación al viaje, con un cierto aire de turismo actual. No se iban a tardar mas de treinta horas, aspecto que se resaltaba como un auténtico record.
El Camino Real de Santander a Reinosa se había terminado ya "en toda su extensión... y salvado el peligroso transito de la cuesta de la Hoz de Bárcena por anchuroso y llano camino, construidos también muros de piedra a la orillas donde podía haber peligro". El anuncio continuaba así: "Se han removido completamente todos los obstáculos que el año último se opusieron a la comodidad y celeridad de los viajes".
Parece oportuno recordar ahora tal efemérides, cuando se han dado ya por finalizadas las obras de mejora de los accesos a Castilla desde Cantabria.
En 1753 había quedado abiertos inicialmente al público este camino, después de una costosa obra, llena de dificultades económicas, de dura realización y de abundantes accidentes laborales. El lucrativo mercado de las lanas se había impuesto sobre todos los obstáculos, con ayuda de la Real Hacienda. El paso era angosto y lleno de peligros; para su utilización se requería el empleo de carros especiales tirados por bueyes; frecuentes inundaciones destruían tramos del camino. Cuando en 1787 se hizo cargo de su conservación el Real Consulado de Santander, se vio obligado a una restauración a fondo, prolongándose hasta Alar del Rey, para enlazar con el Canal.
Hasta 1837 no empezaron a arriesgarse a circular por él los carruajes con viajeros. La duración del viaje era entonces de tres días completos. En un anuncio publicado en el Boletín de Santander del 19 de enero de dicho año, se comunica al público que desde este día "se halla expedito el camino real que cruza por esta villa (Torrelavega) desde Santander a Castilla... " se establecen las primeras paradas de postas a lo largo de la vía, "las casas de los tiros", y empieza la fuerte competencia entre las empresas de viajeros. Ya en 1840, "Víctores López y Cía." realizaba un servicio entre Santander y Valladolid en el que "deseosos de la comodidad de los viajeros, han establecido una galera bien construida, que llevara con toda equidad (sic) a los pasajeros que se presenten". La compañía "Diligencias Montañesas" y "La Castellana", son otras dos empresas que toman parten este nuevo negocio que se abría, bautizando sus carruajes con nombres tan peregrinos como "La Huerfanita" o "La Cibeles".
"La Castellana" parecía dominar el servicio del viaje a Castilla. Como hemos visto, consigue reducir las horas de su recorrido. Estamos en 1842 la mejora es importante: sólo treinta horas dura el viaje. Ofrece seguridad en el transito y comodidad en las paradas. Parece iniciarse la propaganda turística tal y como se concibe hoy: "El país que se atraviesa les presenta también a la vista cuanto de agradable ofrece la Castilla en sus fértiles campiñas, y rico Canal; y la Montaña sus frondosas cañadas y delicioso clima". Los precios son rebajados en veintiséis reales por asiento. Para las 35 leguas del recorrido de Santander a Palencia, el costo en berlina era de 229 reales; en el interior del carruaje, 193. La propaganda turística continuaba: La Castellana comunicaba a sus futuros clientes que habían empleado "cuantos recursos están a su alcance para que esta carretera sea tan bien servida y económica como la mejor de España".
La salida de Santander tenía en las primeras horas de la mañana, llegando a la hora de la comida a Molledo, a "refrescar" a Canduela, a cenar en Osorno y a Palencia a la hora del desayuno, para alcanzar Valladolid, por Cabezón de Pisuerga, entre las 10 y las 11 de la mañana. Las comidas para los viajeros eran abundantes. El desayuno se componía de chocolate de primera calidad, con bizcochos, pan y un vaso de leche de vaca con azúcar o azucarillos. En la comida se podía escoger entre dos tipos de sopa y, detrás, entre otros dos de cocido, tres entradas y otros tantos postres, pan, vino común y generoso y aguardientes. En el de regreso desde Valladolid, se ofrecía un "refresco" en Palencia, a base de chocolate y helado, y en Canduela, chocolate y limón del tiempo a agua con azucarillo. Todo incluido en el módico precio anunciado.
Con la terminación de los accesos a Castilla, estamos, pues, ante una tercera etapa de este trayecto. La primera, nada más abrirse la vía, desde mediados del siglo XVIII hasta el primer tercio del XIX; llena de duras dificultades, a la que siguió otra con mas o menos, modificaciones, por la que hemos transitado los hombres de este siglo XX. La tercera se inicia ahora, en la que no podemos por menos de lamentar la existencia de las funcionales variantes que orillan el paso por algunos pueblos, consiguiendo, sí, que los viajeros hagan sus rutas más deprisa, pero a costa de perderse el encanto de pasar por ellos.
Publicado en: Tiempo de Palencia, el 9 de agosto de 1985
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