Centenario de Azorín
En este año de 1973 que está transcurriendo se cumple el centenario del nacimiento del escritor José Martínez Ruiz, más conocido por el seudónimo de Azorín.
El ilustre escritor había nacido en Monóvar, provincia de Alicante, el año 1873. Su primer libro llevaba por título «Buscapiés", y apareció en 1894. En 1896 se trasladó a vivir a Madrid, donde ya residiría prácticamente hasta el final de sus días, con el intervalo de su estancia en París durante la guerra civil española.
Escritor prolífico, sintió siempre una gran atracción por el periodismo, hasta el punto de confesar en cuantas ocasiones se le presentaban que a él le gustaba más la labor periodística que la de escribir libros. Hombre de su generación, la famosa del 98, sus colaboraciones en la prensa diaria y en la semanal de los primeros años son "violentas y atrabiliarias», lo mismo si se trataba de política como de literatura. En 1900, sin digerir todavía el desastre colonial de 1898 y sus secuelas, publica «El alma castellana», libro con el que inicia lo que a lo largo de su vida sería un motivo fundamental en su obra: la revivificación del pasado español. 1902 es una fecha importante para Azorín: aparece su primera novela, que tituló «La voluntad», en la que se encuentran algunas de las mejores páginas escritas en lengua castellana en lo que va de siglo.
La prosa azoriniana es muy característica: párrafos breves, evitación de todo énfasis, con cuidado gusto que proporciona a sus escritos una sensación gratísima de pulcritud.
Como una pequeña guía para nuestros lectores que se quieran adentrar en la obra de este escritor, citamos, aparte de «La voluntad", a que ya nos hemos referido, "Los pueblos", «Doña Inés», «Un pueblecito» y «Salvadora de Olbena», libros que están al alcance del público en ediciones económicas.
Siguiendo nuestro criterio de que el escritor habla mejor de sí mismo con su pluma que lo que nosotros podamos decir, damos con estas notas un breve artículo que publicó Azorín en «Blanco y Negro", en abril de 1907. Es una bella muestra de su prosa y, al mismo tiempo, un ejemplo del desencanto en que vivían los hombres egregios de los primeros años de nuestro siglo.
Publicado en: Sniace. Nuestra vida social nº 138. septiembre-octubre 1973
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