INICIACIÓN A LA POESÍA ACTUAL
Quiero que mis primeras palabras en
este Centro, sean ante todo, de agradecimiento, tanto a los profesores, como a
Vds. los alumnos, por depararme la ocasión de ocupar este estrado.
También quiero decir enseguida, para su
tranquilidad, que voy a ser breve en mi exposición. Pero me gustaría que a esta
brevedad correspondieran Vds. dando la oportunidad de que mi lección, al final,
se prolongara con un pequeño coloquio entre Vds. y yo, que no sería entre
profesor y alumnos, sino entre compañeros de estudio. Consideren para ello que
yo estoy sentado aquí y no ahí, entre Vds., única y exclusivamente
porque tengo algunos años de
edad más; bastantes más, claro, pero nada más que por esa razón. Si
piensan así, que solo nos separan los años, confío en que el diálogo que
podamos establecer cuando yo termine, será fácil. Cualquier duda que les surja
a lo largo de mis palabras o ampliación que quisieran a las mismas tomen nota
de ello y al final yo trataría de aclarársela, si me es posible.
Por otra parte, también quiero
decirles que la lección que voy a explicar se va a salir un poco de lo que es
normal en los libros de texto, ya que si bien voy a hablarles de la poesía española
actual, lo voy a hacer sobre una pequeña parcela de esta poesía, muy y
concreta. Va a ser algo así como esa letra menuda que suele aparecer en algunos
libros de texto y que solamente la leen los “empollones”, pues los demás con aprenderse
lo que exigen los programas ya tienen bastante y creo que llevan razón.
***
Vamos, en primer lugar, a definir lo
que entendemos por “poesía actual”, a limitarlo en el tiempo.
Notas
manuscritas
|
B - Diccionario
de la Academia
Actual
= presente
Contemporáneo
= Lo que tiene que ver con nosotros
|
Ejemplo
A - Contemporáneos
-
Cristianismo
- Goya
- Quevedo
|
- A qué
llamamos “Poesía actual” (presente) y
a qué “Poesía contemporánea” (muletilla)
(Medio siglo de oro) (B)
Poesía
contemporánea: Generación del 98
Generación
del 27
Generación del 36
Generación de posguerra (Quinta del 42)
Esta última es la poesía actual, a la
que podríamos añadir la "generación de los “novísimos” y aún la de los
“neonovísimos”, pero la realidad es que todavía no nos hemos puesto de acuerdo
para saber a quienes podemos adjudicar estos nombres.
- Pensar que lo
de “poesía contemporánea” según lo anterior, solamente vale para el estudiante
de hoy. Para la próxima generación, los hombres del 98 se les habrán quedado ya
atrás en el tiempo.
- Lo
“contemporáneo” es lo de “nuestro tiempo”, lo del tiempo de cada uno; no es más
que una clasificación escolar para irnos entendiendo, como cuando se divide a
la historia en Antigua, Media, Moderna y
Contemporánea. Pero también se puede llamar “contemporáneo” a aquellos hecho o
ideas que tengan alguna incidencia sobre el mundo hoy. Ejemplo A
- Vamos a
referirnos, como “poesía actual", por lo tanto, a la generación de
posguerra, y dentro de esta; a la pequeña parcela de los años de su inicio.
- Se trata
pues, de la poesía que se produce y de desarrolla en los año cuarenta, que por
los momentos en que se origina está llena de interés humano.
- Poco después
de cesar los cañones en los frentes de combate, se produce un hecho singular
para la poesía. Se trata de la aparición de una serie de revistas poéticas que
serían la base de despegue de la nueva poesía.
- Este es el
tema que hemos escogido para esta iniciación a la poesía.
***
El interés que se ha venido
demostrando últimamente por estas revistas, es una prueba concluyente de la
importancia que tuvieron para nuestra literatura poética surgida en aquellos años.
Espadaña y Garcilaso, y en tono menor que estas las demás
revistas publicadas entonces, han ocasionado ya una bibliografía relativamente
abundante, e incluso han sido desmenuzadas en su entorno y en su intención, por sendas tesis
universitarias. Que en la década española de los cuarenta, erizada de dificultades
de todo genero, se diera esta floración poética, es un hecho que no podía pasar
desapercibido para los estudiosos de estos temas; no solamente por el hecho en
si, sino también porque las páginas de estas revistas dieron cobijo a las
primeras creaciones de jóvenes poetas que después han significado algo en
nuestra literatura. No pienso, al decir esto, que sin esas revistas los poetas
auténticos se hubieran ahogado en si mismos, ya que el demonio de la poesía
hubiera brotado siempre, pero es indudable que ellas fueron un aliento magnífico
y un medio de intercomunicación importante y necesario. No podemos imaginar
poéticamente los años cuarenta sin estas publicaciones, que agilizaron la
relación de unos poetas con otros y crearon auténticos grupos de expresión que
con un denominador común, impusieron en cierta gente, una manera de hacer y de
entender la poesía. Un testigo de aquel momento, Rafael Santos Torroella, dejó
escrito entonces: “Muy expresivo del ambiente de nuestro tiempo resulta esa
incesante aparición de revistas juveniles que parece justificarse en razón a
una urgente necesidad de renovar formas y contenidos caducos ya”.
Por muy definitivos que fueran algunos
de los libros que aparecieron esos años (y me estoy acordando ahora de Sombra
de Paraíso, de Vicente Aleixandre; de Alondra de Verdad de Gerardo
Diego; de Hijos de la Ira, de Dámaso Alonso), por si solos no hubieran
sido suficientes para dar lugar al relanzamiento de nuestra poesía con la
fuerza que se produjo. Por otra parte y en sentido opuesto, puede ser que
hubieran maniatado excesivamente, con su avasallador influencia, a los jóvenes
poetas. No hay que olvidar que estos libros marcaron a muchos; Sombra del
Paraíso, por ejemplo, fue una aplastante y bella manera de decir y de hacer
poesía. Su creador se convirtió en maestro indiscutible, pero su influencia
hubiera sido notablemente más amplia si las diversas revistas de poesía no
hubieran actuado de amortiguador. El libro de Vicente Aleixandre, traía un
aliento tan poderoso que hubiera inundado la poesía de España de
“aleixandrismo”, como en parte lo logró. La proyección de Sombra del paraíso
resultó benéfica en aquel momento; fue una gran lección de un gran maestro,
pero la creación no puede estar maniatada en ningún sentido.
Los libros de Gerardo Diego y Dámaso
Alonso que he citado, hubieran contribuido a amainar la presión del de Aleixandre,
pero lo que realmente contribuyó a diversificar la poesía española, a que se hicieran
intentos de originalidad y a que se buscaran caminos personales, fue la
competencia impuesta por las revistas de poesía. Tengamos en cuenta, además,
que no era fácil para los poetas que empezaban, publicar sus libros de versos.
Las editoriales no se arriesgaban económicamente a lanzar poetas desconocidos.
En unas declaraciones de la época, hechas por un prestigioso editor de Madrid,
se confirmaba esta situación de que hablo “El libro de poesía -decía- está hoy
en un periodo difícil. La demanda es muy pequeña por lo que respeta a los
autores noveles.” Posiblemente se este un problema de todas las épocas, por lo
que se refiere a la poesía y más a la poesía primera de un autor, pero en
aquella ocasión el problema se tenía que presentar más agudo por obvias razones.
Las revistas fueron la solución para dar salida a la producción poética que iba
surgiendo en forma abundante, por todos los rincones de España.
***
En el número doce de La Estafeta
Literaria, de fecha 10 de septiembre de 1.944, apareció una historia de parte de estas revistas
de poesía que veían la luz en aquel momento, escrita por colaboradores de las
propias revistas. Salió bajo el profético título de “He aquí a la literatura de
mañana” y constituye un vivo documento para la iniciaci6n del estudio de esta época
de la literatura. Digamos de
paso, que La Estafeta Literaria, llevó a cabo una labor divulgadora de
nuestra poesía muy oportuna y resulta imprescindible la lectura de los 40
números que publicó en primera época para tener cabal conocimiento de lo que
pasaba y de lo que se hacia en este terreno y a ella hemos de volver a lo largo
de estas notas. En el numero doce que he citado, se planteaba ya la pregunta de
“que dirá la historia de nuestra poesía actual”. Y afirmaba a continuación: “Si
difícil es profetizarlo, no lo es tanto prever que bien pudieran considerar
este periodo los futuros profesores de literatura, como uno de los más fecundos
en tentativas y experimentos poéticos.” Fijarse que hablan de tentativas y experimentos
poéticos que se iban encauzando por las revistas
sin
transformarse precisamente en libros.
El feroz traumatismo de la guerra de
España, aun cuando había paralizado las publicaciones poéticas, fue, por otro
lado, inspiración de algunas obras. Así mientras transcurren los terribles años
de 1936 a 1939, con las dificultades que vivíamos, pero con la fuerza y pasión
que llevaron en su entraña, se alza una poesía épica, propia del momento, de la
que surgen unos pocos libros de gran altura, como España en el corazón,
de Pablo Neruda; De un momento a otro, de Alberti; Poesía en armas,
de Dionisio Ridruejo; Viento del pueblo, de Miguel Hernández; Llanto
en la sangre, de Emilio Prado; España aparta de mi este cáliz, de
Cesar Vallejo;… etc. Todos estos hombres habían vivido físicamente el trauma de
la guerra civil. El crítico, Félix Grande dice de este momento: “Con la guerra
civil, la dialéctica de la lírica española queda interrumpida. 1936 hace que
nuestra poesía titubee y finalmente desaparezca por unos años la gran energía
que había venido conquistando.”
Aun cuando parece que existe una contradicción entre esta frase que he copiado
de Félix Grande y lo que he asegurado hace un momento sobre la publicación de
algunos libros de altura durante la guerra, no hay tal contradicción. Vean Vds.
que los libros que he citado, son cimas que emergen solas en la gran extensión
de España, donde no hay sitio, todavía, para que se produzca, o se reproduzca,
el alud poético que vivíamos antes de la contienda, que, precisamente, se
estaba gestando en aquella hora en las más jóvenes voces del país.
Resumamos un breve esquema el
terreno en que se movió la poesía de los años cuarenta:
Primero:
1936 a 1939
Época de la guerra a la que me he referido brevemente y
de la que he citado los libros más importantes surgidos en ella.
Segundo:
1939 a 1942
En el que aparecen tímidamente algunas revistas de poesía,
casi todas de vida muy efímera y dos libros importantes.
Tercero;
1942 a 1950
En que se centra el gran salto hacia adelante de nuestra poesía
representado por el año 1944.
Veamos estos dos últimos periodos
que son los que a nuestros efectos nos interesan.
Quizás el primer intento de agrupar
a los poetas que publicaban entonces, fue el del suplemento SI del
diario Arriba, que apareció el 19 de abril de 1942. Adolece, como es
natural, de que la nómina que reúne esta mediatizada por unos condicionados que
dejan fuera de ella nombres de los que normalmente no se hubiera podido
prescindir Así, Arriba, en una especie de número uno y último de una
revista poética (como tantas otras), presenta al público una serie de poetas
que por lo menos tiene el indudable interés de permitirnos conocer lo que hacían
entonces estos poetas escogidos por ellos. “Pretendemos ofrecer -decía el
editorial del suplemento-, un panorama literario lo más completo posible del
tiempo que aproximadamente brota de nuestra guerra.” Siguen poemas de Manuel
Machado, que abre el número con un soneto publicado a toda página, con todos
los honores; y en páginas sucesivas van Juan y Leopoldo Panero, Castroviejo,
Alfaro, Ildefonso Manuel Gil, Luis Felipe Vivanco, Ramón de Garciasol, Agustín de Foxá,
Federico Muelas, Pedro Pérez-Clotet, Luis Rosales, Josefina de la Torre,
Dionisio Ridruejo, Ignacio Agustí, José García Nieto, Alfonso Moreno y otros
poetas menores. La selección está marcada, en cuanto a la casi totalidad de los
nombres, por una orientación determinada. Dejamos aquí en el aire, para
recogerlo un poco mas adelante, la ausencia de Gerardo Diego en esta lista de
poetas.
La explicación de los poemas
seleccionados, del criterio con que se hizo esta selección, podemos encontrarla
en otro párrafo del artículo editorial que presidía esta publicación. Al aludir
al tipo de poesía que se ve mía que se venía haciendo en España después de la
guerra, dice: “Representa el paso de la llamada poesía pura a la que pudiéramos
denominar poesía viva. Hoy vuelve a buscarse en el campo de la experiencia
vital, en el conocimiento que deja el acontecer sobre la sangre, lo que
antes se espigaba en una pura actividad del intelecto o del ingenio. La poesía
no se construye sobre ideas ni sobre programas o banderías estéticas, sino
sobre experiencias”.
Creo en este primer intento de
poesía en tono mayor, fracasó. Pero no fracasó por la falta de experiencia
vital en sus autores, que desdichadamente fue mucha; creo que fracasó porque
los hombres que la podían representar entonces, según el criterio del periódico
que intentó el agrupamiento, no podían responder, como poetas, al llamamiento y
a su alto contenido. Habría que descartar, posiblemente, el esfuerzo de
Dionisio Ridruejo, representado en esta ocasión por un largo poema titulado “A
España ante la perra del mundo”, fechado en un hospital de Alemania, de
indudable aliento épico, así como su libro citado, Poesía en armas que
es quizá el único que se puede tener en cuenta al ahora te contabilizar los
libros de poemas de este tipo y de estos años, desde el llamado, con
terminología de guerra, “lado nacional”.
El soneto, que habría de adquirir
inmediatamente, con la revista Garcilaso, su máximo auge, no está muy
representado todavía en esta colección de poemas dada por Arriba; por lo
menos no lo está tanto como pudiera esperarse y esto es un matiz que se escapa
de este comentario que queremos hacer hoy, pero al que sería muy interesante seguir
su pista. De un total de 65 composiciones, son sonetos solamente catorce.
Es en el mismo año 1942 en que se
publica el suplemento del diario madrileño, tiene José Luis Hidalgo preparado
para la imprenta su libro Raíz. Cito esta circunstancia, para recoger,
como testimonio un párrafo de una carta que Hidalgo me escribió el 12 de
noviembre de ese año, en la que hace alusión a la situación poética de nuestro
país: “Mi libro –dice-, se titula Raíz; es una selección de todos mis
poemas. Me han comunicado de Madrid ayer que ya ha sido aprobado por la
censura. Yo no tenía intención de publicarlo, pues ahora es lo mismo que tirar
piedras a un pozo vacío”. Así veía en un testigo el momento el panorama
poético. El año 1942 verdaderamente que era a estos efectos un pozo vacío. A
poco más de tres años de acabada la guerra civil, los españoles vivíamos en un
clima en el que parece que no podía haber sitio para la poesía. Sólo dos libros
de verdadero interés pueden destacarse en el periodo inicial de la posguerra
que va desde 1939 a 1942. Me refiero a Ángeles de Compostela, de Gerardo
Diego, publicado en 1940 y Alondra de verdad, del mismo autor, que
apareció en 1941. Recuerden cuantos conocen estos libros, como su autor sobrevolaba
con ellos las circunstancias que nos rodeaban; los poemas que los componen son,
en su concepción inicial, anteriores a la guerra y el poeta los hizo saltar por
encima de la gran cordillera que supuso la contienda entre españoles.
Volviendo al párrafo anterior en el
que acusaba la ausencia de Gerardo Diego en la antología que presentó al
público el diario Arriba, podemos pensar que los hombres que hicieron
aquella colección clasificaron estos poemas entre el grupo de los de “una pura
actividad del intelecto y del ingenie” y puede ser que esta sea la razón por la
cual su autor no estaba representado en la selección que he comentado.
En este mundo de 1942, la poesía
española está derramada en varios frentes. Por un lado, la fracción más
importante de los hombres que habían publicado poesía antes de 1936, ha
marchado al exilio. De este grupo de cabeza habían quedado en nuestro país
Gerardo Diego, Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso; de los tres, únicamente
Dámaso Alonso publicaría un libro en 1944, en el que sea habría de reflejar de
alguna manera el “acontecer sobre la sangre”. Aludo a Hijos de la ira,
del que años más tarde se pudo decir que en él están muchos de los
antecedentes, muchas de las causas que justificaron la llamada poesía social,
el tremendismo y la dramatización de los problemas del hombre como individuo y
como colectividad.
Cuando en 1944 La estafeta
literaria nos da su número doce con la información a que he aludido al
principio, se asoma a sus páginas las siguientes revistas: Cauces, de
Jerez de la Frontera; Corcel, de Valencia; Garcilaso, de Madrid; Intimidad
poética, Tabarca y Sigüenza, de Alicante; Proel, de
Santander; Espadaña, de León; Entregas de poesía, de Barcelona y Lazarillo,
de Salamanca. No son todas no son todas las que salían aquel año, pero entre
ellas están las que han tenido mayor resonancia.
El año 1944 que logra reunir en este
interesantísimo grupo de revistas, es una fecha trascendental para toda la
andadura poética que había de seguir a esta fecha. Es el año en que Vicente
Aleixandre publica Sombra del paraíso y Dámaso Alonso, como he dicho
antes, Hijos de la ira. El panorama de este año quedará completo y
confirmada nuestra afirmación sobre la importancia de 1944 en este aspecto, si
recordamos ese mismo año el propio Dámaso Alonso publica Oscura noticia;
Carmen Conde, Pasión del verbo; Victoriano Crémer, Tacto sonoro; Vicente
Gaos, su hermoso libro Arcángel de mi noche; Suarez Carreño, Edad del
hombre…, todos a impulso de la benemérita colección Adonáis.
Como cada revista de poesía está
formada alrededor de un núcleo de hombres con una mayor o menor afinidad
poética que, normalmente, contrasta con la de los demás grupos, se produce una
saludable competencia, lo que no quita para que exista un transvase de ciertos
autores de una publicación a otra, aunque manteniendo sus módulos de expresión.
Cada una tiene sus características propias: La de Garcilaso las fija
Félix Grande diciendo que “aparece y avanza amamantándose en el retroceso”; Espadaña
se define a sí misma en un editorial, diciendo “nacimos proyectados por los
hombres y por las cosas -que son vida- y a ella nos reintegramos, quizá
entiendo que le debemos parte muy principal de nuestra fuerza creadora”. Entre
estas dos posturas se puede situar el credo de las demás.
Podemos ver en la colección de Espadaña
cómo esta revista va conseguir, con una nomina de directores y colaboradores
muy distintos a la que reunía Arriba en su suplemento, una aproximación
a los objetivos que este periódico pretendía al decir que lo que ellos querían
ofrecer era el paso de la llamada poesía pura a lo que se podría denominar
poesía viva. Claro que Espadaña con muy distintas planteamientos.
Las polémicas en defensa de las
propias posturas éticas y estéticas, se sucedieron. En el número cuarenta, Espadaña
se siente muy viva aún cuando ya iba cara al final de su existencia, y trata de
provocar a las demás en forma airada: “Vivimos una época de luchas tremendas
–dicen- de polémicas gesticulares y gritos de desaforados. Y como si fuese un
paraíso poblado de evadidos del mundo circundante, el campo de la poesía
española no conoce la lucha ni hierve en la polémica”. Creo que el grupo de
León exageraba un poco al presentar de este modo el panorama, ya que ellos
mismos habían dialogado ya, más o menos bruscamente, desde sus páginas, con los
de la revista Verbo por ejemplo. Y por otra parte, olvidaban en aquel
momento la encendida lucha que se abrió en 1945, cuando Carlos Edmundo de Ory,
Chicharro hijo y Serseni lanzaron el primero y único número de la revista Postismo,
donde incluyeron un “manifiesto” con el que trataban de abrir de nuevo las
puertas de un cierto surrealismo.
Esta polémica que buscaban
constantemente los de Espadaña, ya aparecía encendida en La estafeta
literaria.
En diversos momentos podemos ver en
esta publicación, cómo es sacudida la poesía desde todos los rincones. Pedro
Caba, el gran luchador, escribió en el número siete del 15 de junio de 1944:
“Vivimos malos tiempos para la poesía. Triunfa la retórica, todo frondas y el
poeta no escribe con sangre”. Y así, ve una generación en cascada a partir de
la promoción de profesores (la generación del 27), después la de los
escolásticos de “frígida sonetismo” –dice-, en la que la decadencia, según él,
se precipita. Y continúa: “Vivimos malos tiempos para la poesía. Hemos llegado
a fuerza de refinar sensaciones y adelgazar la expresión poética, al culto de
lo enclenque y flaco”.
El número siguiente de La
estafeta, sin apenas dejar reposar este comentario, surge Jesús Juan Garcés
(del grupo Garcilaso) en defensa de la poesía que se estaba haciendo en esos
días: “Vivimos buenos tiempos para la poesía”, escribe contradiciendo el
artículo de Caba y copiando la forma de una de sus frases. “Estamos en pleno
renacimiento –continúa- Los poemas son cada día más perfectos y hablan con
sencillez meridiana, porque en la sencillez está la verdad.
¡Qué importante fue para la poesía
de los años cuarenta, este ambiente que ayudó a depurar los conceptos y la
forma, en muchas ocasiones! Para cerrar estas notas últimas relativas a la toma
de posiciones de las revistas especializadas y dar con ellas una síntesis del
momento por el cual atravesaba la joven poesía que empezaba publicarse, recojo
a continuación la opinión de dos poetas mayores, Gerardo Digo y Vicente
Aleixandre, que aparecieron en un número extraordinario de La estafeta
literaria correspondiente a los primeros de 1946 y que fue el último de
esta publicación. Les habían preguntado, en una amplia encuesta, si se podía
hablar ya de que hubiera surgido un movimiento poético con personalidad propia
y líneas definidas, después de nuestra guerra civil. Gerardo Diego respondió:
“Se va personalizando y definiendo. Aún es pronto para dibujarlo con
exactitud”. Aleixandre, más cáustico, contestó: “Quizá nunca se haya escrito
tantos versos como ahora y quizá nunca tan parecidos entre si”. Son dos
contestaciones que sería preciso matizarlas por nuestra parte, pero no tenemos
tiempo para ello, aun cuando nos parece que con su lectura ya se puede deducir
bastante.
Las afirmaciones rotundas de Pedro
Caba que he leído anteriormente y la polémica que sumariamente he comentado,
tuvo lugar, precisamente, en ese año 1944, en el que, como hemos visto, se iba
a producir el gran despegue de la poesía española de posguerra
***
NOTA
MANUSCRITA
Resumen: creo que
Quedan claras dos ideas:
1ª La poesía de posguerra debe una parte importante a su
desarrollo, a las revistas de la época.
2ª Que el año 1944 fue una fecha clave en este desarrollo
Resaltar dos títulos fundamentales:
Hijos de la ira,
Dámaso Alonso, Poesía social
Sombra del Paraíso, Vicente
Aleixander, poesía sensual, metafísica moderna
Que señalarán los dos grandes caminos por los que discurrirá
después nuestra poesía.
NOTAS PARA UN
ESTUDIO DE LAS
REVISTAS DE POESÍA
DE LA POSGUERRA
Sobre
este mosaico que he expuesto ante Vds. del mundo poético de la década de los
cuarenta, forzosamente breve y quizá un poco desdibujado por la complejidad del
tema, veamos, como final, en forma también resumida, algunos aspectos de las
más significativas revistas citadas por La
Estafeta Literaria, que creo que nos puede proporcionar una visión más
completa de la si uación.
* * *
Debiera
de empezar por el comentario de la revista valenciana Corcel, ya que fue la primera en el tiempo, pero les hago gracia de
ello porque el número de PEÑA LABRA que hoy les presentamos, como les he dicho
al principio, está dedicado al estudio de esta revista, y las firmas que han
colaborado en el, les van a proporcionar una información más amplia y sugestiva
que la que yo pueda ofrecerles. Veamos entonces, para comenzar, la revista Garcilaso,
que publicó su primer número en mayo de 1943.
Desde
el primer momento, esta revista fue objeto de duros ataques, desde todas las
direcciones poéticas, cosa que pensó que resultó sana para los propios
colaboradores de la revista. Eugenio de Nora (cofundador más tarde de Espadaña), escribió en la revista Cisneros, que se editaba en el Colegio
Mayor de este nombre, en Madrid, que los sonetos que publicaban los
garcilasistas eran puro virtuosismo, y ya sabemos con que intención era empleado
este termino, y no vaciló Nora en llamar a la poesía que aparecía en Garcilaso,
engolada, sin sangre, presumida, de mal gusto. José María de Cossío también, al
hacer alusión a lo de “Juventud Creadora”, como se subtitulaba Garcilaso, comentó: “Lo de creadores déjense
de llamárselo y esperen confiados a que se lo llamemos nosotros.” En
El Español se publicó entonces un artículo en el que al
referirse a Garcilaso decían que lo
que se nos venía encima con estos versos era peor que un neorromanticísmo, era
la cursilería integral.
Es
muy difícil encontrar una publicación de este género, que haya tenido que
aguantar mayor cantidad de agrias censuras. Contra esta avalancha se
defendieron, en cuanto pudieron, sus colaboradores y José García Nieto, director
de la revista, escribió un día con serenidad y elegancia: “Tiempo al tiempo,
por favor.”
¿Por
qué esta irritación tan violenta? Creo que la orientación que la dio su
director al proyectarla, pecó de una excesiva devoción hacia un libro que había
influido sobremanera en él. Me refiero a Abril,
de Luis Rosales. El acento de este libro, la perfección formal, la elegancia de
la expresión, todo parece haberse pasado con armas y bagajes a Garcilaso, pero
sin la altura y la belleza poética del libro de Rosales, lo que dio lugar a un
empalago provocado por tanto soneto, que se tradujo en un cansancio natural y
en una reacción lenta, pero firme, hacia
la poesía que “fluía del acontecer de la sangre”, en frase que he copiado
repetidamente.
Nuestro
crítico literario, Leopoldo Rodríguez Alcalde, en su libro Vida y sentido de la poesía actual, ha visto así el “fenómeno” Garcilaso: “… los colaboradores de Garcilaso poseían casi siempre una
pulcritud formal de primer orden, y pocas veces alcanzó mayor altura el
pulimento y cincelado de las estrofas; pero la íntima calidad lírica se deslía
en el tierno brillo de unos poemas bruñidos, tallados por exigentísimos buriles.”
De
Proel, otra de las revistas comentadas
en La Estafeta en el trabajo a que
aludí al principio, poco puedo decirles a muchos de Vds. pues la conocieron
como yo. Fue una revista que realmente nació sin un criterio de grupo definido.
Se trataba de hacer una revista de poesía, sin más ni menos pretensiones, que por
el entusiasmo que pusieron su fundador, Joaquín Reguera Sevilla, su director,
Pedro Cantolla y los más cercanos colaboradores, pronto se les marchó de las
manos hasta llegar a convertirse en un cuaderno en el que dieron cabida a la
pintura, al teatro, a la crítica literaria y al arte en general, terminando la aventura
en un esplendido volumen, número extraordinario sobre el arte abstracto, que
causó la ruina económica definitiva.
El
reaccionarismo artístico local concedió a este grupo carta de ciudadanía de
vanguardia y les empujó en esta línea. Realmente Proel no llegó a crear un estado de opinión, como lo conseguirían Garcilaso y Espadaña. Y esto no se puede achacar a la dependencia económica a
que estaba sujeta la revista, como podría pensarse, ya que tanto su fundador,
como el director, fueron hombres de un abierto liberalismo sin cortapisas de
ningún género.
Confío
en que en el mes de agosto próximo podamos presentar a Vds. un número
monográfico dedicado a Proel, que
está actualmente en preparación y que les proporcionará una visión amplia sobre
la revista santanderina de los años cuarenta.
Espadaña, la revista de Nora, Crémer y
Lama, ha sido posiblemente la que más estudios importantes ha provocado hasta
el momento. El primer número apareció en mayo de 1944. Como hemos visto en lo
que les he leído anteriormente, nació con una intención polémica decidida.
Crémer escribió en uno de sus números: “Va a ser necesario gritar nuestro verso
actual contra las cuatro paredes o contra los catorce barrotes soneteriles con
que jóvenes tan viejos como el mundo, pretenden cercarle, estrangularle”. Espadaña se presenta, desde el primer
memento, como una “contestación” a Garcilaso. Pero Espadaña, como podría parecer por lo que llevamos dicho sobre ella,
no llega hasta la poesía social que se iba a imponer unos años más tarde; “se
queda en un plano teórico dentro de una línea de corte clásico”, dice en frase
acertada Víctor de la Concha, postura que Gabriel Celaya les echaría en cara,
escribiendo que la realidad es maravillosa, aunque sea impura, brutal y hasta sucia.
Esto no quita para que Crémer, ya en el número 46 (el último fue el 48), proclamara
su deseo de que la poesía de ellos fuera recogida por el pueblo.
Espadaña fue una revista que ejerció en
forma contundente y seria la crítica, con provecho notable para la poesía de
aquellos días. Aun cuando en una ocasión la calificarán de órgano del
tremendismo poético, hoy, con la perspectiva de los años y el desarrollo
sufrido por nuestra poesía, nos parece que lo fue más en la forma que en el
fondo.
Entregas de poesía, nació en Barcelona
en enero de 1944, al cuidado de Juan Ramón Masoliver, Fernando Gutiérrez y
Diego Navarro. La circunstancia de tener su residencia en la capital catalana,
la proporcionó un carácter más cosmopolita que a las demás. La proximidad a
Francia ha concedido siempre a Cataluña la primacía como ventana cultural de
España, abierta hacia la Europa que queda tras de los Pirineos y la revista Entregas de poesía respondió a esta
circunstancia. En su “manifiesto” (llamando así a una hoja de presentación que
repartieron a los posibles suscriptores), escribieron que no venían a poner
orden ni a arremeter contra los demás grupos. “Nuestro propósito –decían- es
brindar material de estudio a los poetas y buena poesía a quienes gustan de las
letras”. A pesar de estos propósitos iniciales, también uno de los directores,
Fernando Gutiérrez, aprovecha la ocasión que le brinda La Estafeta literaria, al hablar de la historia de su revista, para meterse con Garcilaso, hablando de la tremenda infección del soneto y la décima,
a los que califica de fuegos de artificio. “Nuestra guerra primero –comenta-, y
luego la de los demás, no permiten ya estas cosas que suenan a falso.”
La
preocupación por la poesía que se hacia en el exterior de nuestras fronteras, en
Europa, es uno de los signos más destacables de Entregas de poesía. Dedicó una parte importante de sus números a
darnos a conocer esta poesía, en una labor meritoria y muy necesaria. Sus trabajos
sobre la poesía contemporánea francesa, son de los que hay que contar con ellos cuando se quiere estudiar la
poesía del país vecino. En este terreno, no debemos olvidar que Proel editó un volumen de su colección,
recogiendo una amplia antología de la poesía francesa, en versión debida al
conocimiento y sensibilidad poética de Rodríguez Alcalde y en algunos de sus números
se brindaron traducciones acertadas de diversos poetas extranjeros.
No
quiero terminar estas notas sobre las revistas de poesía de la posguerra, sin
citar una que nos llega muy cerca, aun cuando iniciara su publicación casi ya
al final de esta década en que nos hemos movido. Me refiero a La isla de los ratones, que a partir de
1948 publicó Manuel Arce aquí, en Santander, y cuya vida se alargo hasta 1955.
La nómina de sus colaboradores es amplia e importante. Junto a nombres ya
consagrados o ya conocidos por medio de otras revistas anteriores, aparecieron
en ella los de otros que iniciaban entonces su andadura poética. Fue un esfuerzo
singular el de Arce con esta revista, que se movió basada exclusivamente en la
economía de su director y en la de los suscriptores, que nunca son muchos en
este tipo de actividad. Yo tengo el pequeño orgullo de haber sido el suscriptor
número uno.
Quizá
fuera preciso hacer referencia a alguna otra revista, para proporcionarles a
Vds. una visión más completa y además desarrollar ciertos temas que han quedado
nada más que apuntados en el curso de esta lectura, pero el tiempo no lo
permite. Con lo que queda expuesto se ha dado un repaso breve a lo que fue el
mundo poético de la década de los cuarenta en nuestro país y a la importancia
que tuvieron en ella, para nuestra literatura, las revistas de poesía.
INICIACIÓN A LA POESÍA ACTUAL Conferencia
leída en el Instituto Santa Clara de Santander en 1967. Y que fue ampliada
posteriormente y leída bajo el título NOTAS PARA UN ESTUDIO DE LAS REVISTAS DE POESÍA DE LA
POSGUERRA, en la presentación del nº 6 de Peña
Labra el 13 de abril de 1973