Dos calzadas romanas cruzaban
la provincia de Cantabria
La comarca de Torrelavega era el lugar de cruce
Hemos dicho Torrelavega, cuando en realidad debiéramos haber dicho la zona que pasados los siglos sería Torrelavega.
Encabezamos este trabajo con la salvedad que antecede para evitar "suspicacias históricas", aun cuando en esta caso no tendría gran trascendencia, ya que de lo que se trata, nada más, y es de recordar a los que nos lean, la importancia que tuvo siempre esta comarca como nudo de comunicaciones. Un " Siempre ", que, en este caso que vamos a comentar, se remonta a veinte siglos. No es ninguna novedad, por otra parte, el hablar de Torrelavega como centro estratégico de comunicación, pues la importancia de esta ciudad en este sentido, dentro de la provincia, ha sido frecuentemente comentada y utilizada.
Es destacar en este orden, entre otros hechos, como Bonnet, el general de Napoleón, estableció su cuartel general en Torrelavega el año 1809, para desde aquí poder combatir con mayor facilidad a las tropas de Polier y de Ballesteros, que traían en jaque a los franceses y afrancesados de nuestra provincia. Nos trae como tema para un artículo, el sacar a relucir la forma en que la zona en que hoy se asienta esta ciudad y los pueblos de su Ayuntamiento fue cruzada por tres importantes calzadas construidas por los romanos.
Quizá en las notas que siguen, redactadas a base de lo que hemos leído sobre ello y de frecuentes paseos por el terreno de que se habla, haya alguna aportación de imaginación y, por lo tanto, quede sujeto a rectificaciones por parte de los estudiosos de este asunto, pero no nos importaría la rectificación por lo que supondría de aireación de estos temas locales, que tan necesitados están de ello.
Base de las carreteras actuales
Así como ciertos vestigios históricos, como iglesia románicas o góticas, castillos, murallas, Castro romanos o celtas (aun cuando éstos mucho menos), han podido sobrevivir y remontar la corriente inevitable de la civilización, las calzadas romanas prácticamente han desaparecido por la imperiosa necesidad de la puesta al día de las comunicaciones. Por otra parte, como casi todas ellas fueron base de las carreteras de hoy, se han visto afectadas profundamente por la rectificación de su trazado y, sobre todo, por el mejoramiento de los pavimentos. Esto último es lo que ha dado lugar a su desaparición en mayor medida.
Es muy difícil o prácticamente imposible, un estudio actual "de visus" de estas vías, pues son muy escasos los trazos que se conservan. Forzosamente se ha de recurrir a los documentos antiguos y a los libros que dejaron escritos nuestros antepasados que las transitaron. Porque si bien es verdad que hoy, como decimos, son muy raros estos vestigios, su desaparición es relativamente reciente, ya que, probablemente, antes del automóvil, las carreteras o "caminos reales" que pisaron nuestros abuelos en Cantabria, fueron vías romanas o tuvieron su fundamento en ellas.
Quizá estemos a tiempo todavía para hacer algo en favor de la localización exacta de estas calzadas; unas instrucciones concretas de quien proceda, al personal que se ocupa de la mejora y trazado de las carreteras podría poner a la vista de los entendidos en la materia, antes de hacerlo desaparecer, aquellos sólidos empedrados, semejantes a caparazones de ciertos moluscos, que fueron orgullo de sus constructores y hoy admiración de los que sentimos admiración a estas cosas.
Para conquistar Cantabria y después dominarla, tuvieron que emplear los romanos más de diez años y sus mejores generales, y les fue preciso construir unos caminos que permitieran la circulación por ellos de sus pesados vehículos de guerra y de los miles de toneladas de pertrechos que necesitaron. Por otra parte, la explotación de nuestras minas y el traslado de sus productos a los puertos de embarque, también hizo precisa la construcción de caminos apropiados.
Construyeron dos calzadas principales: una de este a oeste de la provincia (la llamada Vía de Agrippa), cercana a la costa, que entrando por Castro-Urdiales seguía a Asturias por San Vicente de la Barquera, y la otra, perpendicular a ésta a lo largo de toda la cuenca del río Besaya, la cual fue utilizada por el propio César Augusto para penetrar en nuestras montañas desde su campamento imperial y instalarlo en Segisama. Una y otra vía se cruzan en barrera.
La Vía Agrippa llegaba a esta comarca por Renedo de Piélagos (donde cruzaba el río Pas por un puente), seguía por Vioño y Zurita a Barreda. Parece que existía una ramificación que venía por Escobedo, cruzaba el Pas en Puente Arce y por Rumoroso y Polanco confluía en Barreda con el ramal indicado anteriormente. Desde aquí, donde cruzaba el río por el paso que hoy se llama todavía de La Barquera, seguía por Queveda y Santillana hacia Asturias.
Quedan nombres romanos
La calzada que bajaba al valle bordeando el río Besaya, entraba en Viérnoles pasando por un puente que existió muy cerca del que ahora da servicio a Riocorvo, del cual dice Laga Larreta en uno de sus libros que él vio restos de un antiguo puente romano y lo sitúa en el lugar llamado "Salto del pasivo", por donde hoy pasa el río la conducción de aguas de Torrelavega. Por este puente cruzaba la calzada a la orilla derecha del Besaya, buscando más fácil acceso al Portus Blendium, en Suances.
En Viérnoles quedan nombres que designan barrios, lugares y caminos, que tienen su origen en estas calzadas y en su época, como el barrio de la Hoz, barrio de Herrera, Rodanil, sitio de Viar, ...etc., y quién sabe si lo que en nuestros días se ha conocido con el nombre de "cruce de Barreda" no tendrá un remoto origen en este encuentro de calzadas de hace veinte siglos.
Pero en base a estas dos calzadas, una serie de caminos de menos importancia hacían el servicio de nuestras carreteras vecinales de hoy; entonces serían caminos peoniles o "carreras", como se las llama en documentos posteriores. Una de estas rutas también pasaba por la comarca de Torrelavega, partiendo de lo que se ha dado en llamar segunda vía de Agrippa, que algunos autores creen ver trazada paralela a la principal, al sur de ella.
Pensamos si esta segunda calzada no será más que una "carrera" construida con fines más localizados, que partiendo de la vía Agrippa sirvió a zonas de especial interés. Se harían cuando Cantabria estaba dominada en su totalidad y podrían tener dos fines: ayudar a que este dominio fuera más efectivo y permitir un desarrollo más cómodo de la exportación de nuestras riquezas naturales. Esta tercera vía vendría por Pedagogos, Santa María de Cayón y Puente Viesgo, entrando en el valle de Torrelavega por La Montaña, por las lomas bajas del Dobra; de aquí y iría a cruzar en Viérnoles con la del río de Besaya, para seguir por el puente de Riocorvo a Yermo, Campos de Estrada, Mazcuerras, Cabezón de la Sal... En un documento que cita Sojo y Loma se dice: " el camino real que viene de Cohino y sale para Salinas que es la calzada", refiriéndose a Cohino a nuestro Cohiño en Mazcuerras y Salinas, a los pozos de sal de Cabezón y Treceño.
El Camino de Santiago
En una comunicación presentada recientemente a la III Semana de Estudios Medievales de Estella, que se dedicó a las peregrinaciones a Santiago, hablamos de que esta vía podría haber servido a los primeros peregrinos del apóstol para ir a Compostela, apoyándose en la protección y ayuda del monasterio de Santa María de Yermo.
Estos eran los tres caminos principales que cruzaban la comarca, sobre los cuales giraba la vida de sus habitantes hace veinte siglos, viendo sus vecinos, unas veces pacientemente y otras con menor tranquilidad, el constante ir de carretones hacia los puertos, cargado de mineral, que sería embarcado hacía las Galias, y el amenazador paso de las legiones romanas, a las cuales estaban sometidos.
Nos agrada ver cómo ésta Torrelavega de hoy, situada evidentemente en un estratégico nudo comunicaciones, ya fue importante cruce de calzadas romanas y quién sabe si, dada su estratégica situación, no la utilizaron los rumanos, que tanto sabían de esto, como el general Bonnet para cuartel general de sus tropas de dominación. Esta constante y geográfica no ha podido ser desvirtuada por el tiempo, sino al contrario, ya que ello ha dado a la ciudad una de sus características y una de sus razones de existir.
Publicado en:
El diario Alerta, el 4 de noviembre de 1965
Insertado en el libro: Torrelavega de Historia, Literatura y Arte 2006
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