Breve noticia de la primera edición de Pido la paz y la palabra
El libro de Blas de Otero Pido la paz y la palabra fue publicado en Torrelavega (Santander), por Ediciones Cantalapiedra, el año 1955.
La colección «Cantalapiedra» se había iniciado en septiembre del año anterior, con la segunda edición de Los muertos, de José Luis Hidalgo. Aun cuando la colección llevaba por título mi apellido, la idea había partido de Pablo Beltrán de Heredia, el buen amigo para todos, de quien partieron entonces tantas ideas que se llevaron a la práctica sin que su nombre apareciera para nada. Juntos recorrimos el camino hasta el final de la colección en 1959.
A Los muertos siguieron una Antología de José Hierro, que había visto primero la luz en una edición de bibliófilo y que le valió al autor el Premio Nacional de Literatura; después, otra Antología, esta segunda de Menéndez Pelayo, seleccionada por Carlos Salomón y prologada por Hierro, y más tarde País de la esperanza, de Rafael Montesinos. Cuando se estaban corrigiendo las pruebas de este último libro se iniciaron las gestiones con Blas de Otero para editar Pido la paz y la palabra.
Fue con ocasión de encontrarse el autor en Santander, invitado por el Centro Coordinador de Bibliotecas para dar una conferencia dentro del ciclo organizado con motivo de la Fiesta del Libro; era el mes de abril de 1955. Beltrán de Heredia le habló de la colección que habíamos iniciado y convino con él en que nos iba a mandar un libro que acababa de terminar.
Hasta aquel momento, Blas de Otero había publicado una plaqueta en 1941, en Pamplona, con el título Cuatro Poemas; en 1942, en San Sebastián, Cántico espiritual, y en 1943, Poesías de Burgos, en la revista Escorial. Tendrían que pasar ocho años desde aquel Cántico espiritual -que estaba en la línea de San Juan de la Cruz no sólo en el
título-, y 1950, fecha de Ángel fieramente humano; y uno más para Redoble de conciencia. Entre una y otra fecha, en esos ocho años que van desde 1942 a 1950, la poesía que se publica dentro de España empieza a levantar de su letargo y, sobre todo, se producen las primeras reacciones a la expansión oficial del garcilasismo, que estaba siendo asistido y promocionado desde las esferas culturales del gobierno. En la mente de todos están los autores y títulos importantes de esos años.
El texto que envió Blas de Otero provocó en nosotros serias dudas en cuanto a la viabilidad de su edición, ya que había versos, y hasta poemas enteros, que difícilmente podrían pasar sin ser tachados por el lápiz rojo del censor. Se hacía preciso cuidar mucho todas las referencias a cuestiones religiosas, que en un poeta de las condiciones de Blas de Otero eran frecuentes. Tenía que prevalecer la prudencia, ya que no era aconsejable topar con la Iglesia. El poeta fue sometiendo el libro a una autocensura que le haría más digestible oficialmente. Ahora pienso si nuestro temor no fuera entonces exagerado, pues el autor llegó a sustituir «religiosas sandalias», verso 28 del poema «Biotz-Begiatan», por «misteriosas sandalias».
Con la misma mira puesta en la censura eclesiástica, introdujo otra corrección buscando quitar hierro al texto. Fue en la tercera estrofa del poema «Posición», en cuyo segundo y tercer verso cambió «Dios» por «sol», que en una revisión posterior limitaría al segundo verso.
En una carta dirigida a Beltrán de Heredia, Blas de Otero hace unas consideraciones sobre este segundo cambio: «He puesto 'dios' en vez de 'sol', como en la primera versión. A ver si nos entendemos, con serenidad: lo primero de todo, el verso no es escandaloso (errata en el original) y, aunque parezca una bobada (que no lo es), yendo 'dios' con minúsculas se aminora mucho (haz la prueba si quienes con mayúsculas y verás cómo pega mucho más).»
Dentro de esta misma línea de modificaciones, existe una que no tengo documentada. En el libro Expresión y Reunión, publicado en Alfaguara en 1969, el verso 13 de «Hija de Yago» dice:
alángeles y arcángeles se juntan contra el hombre
En nuestra edición, el lugar de este verso está ocupado por una línea de puntos. Pienso que sería otra supresión hecha por el poeta pensando en el lápiz rojo del censor de la Iglesia, pero no tengo papel alguno que me lo confirme.
Ya en el otro aspecto, que podemos llamar en esta ocasión civil, he observado una supresión sobre la que también tengo que proceder con suposiciones. En el mismo poema «Hija de Yago» de nuestra edición, el cuarto verso de la segunda estrofa dice:
pisaba, horrible, el rostro....
con esos cuatro puntos suspensivos al final. En el texto que se publicó recogiendo el discurso pronunciado por Emilio Alarcos Llorach en la Universidad de Oviedo, con motivo de la apertura del curso 1955-56, en el que trató de la poesía de Blas de Otero, este verso se completa así:
pisaba, horrible, el rostro de América adormida
Me acerco a creer que la supresión fue también de cara a la censura, pues eran unos años en que América no podía ser ofendida, ni con tan inocente verso.
Es preciso recordar el contenido del libro y que estábamos en 1955 para comprender nuestras angustias ante la posibilidad de no poder incluir en la colección un texto de tal categoría poética, y ¿por qué no decirlo?, de tanta carga de interés sociopolítico. A quien conozca el libro, a sus editores y las circunstancias que se vivían, no puede extrañar el interés que poníamos para conseguir la publicación.
Sin detenerme a insistir en la importancia de este libro en el conjunto de la obra de Blas de Otero, no sólo desde el punto de vista poético, sino también como reflejo de la consolidación de una evolución ideológica del autor, sí me parece necesario recordar, muy brevemente, además del momento poético a que he aludido, algunas circunstancias histórico-políticas que nos ayudarán a completar el escenario y a comprender el interés que despertó el libro, no solamente en sus editores, sino entre sus lectores. Por ejemplo, la entrada de Joaquín Ruiz Jiménéz en el gobierno, en 1951, y nombramiento de rector de la Universidad de Madrid a favor de Pedro Laín Entralgo, quien iba a favorecer la iniciación del Congreso Nacional de Estudiantes Libres en un intento de apertura, que sería cortado pronto y de forma contundente. España firma, en 1953, el tratado de ayuda económica con Estados Unidos, que instalaría bases militares en nuestro país. En 1956, España es admitida en la ONU. En 1956, Dionisio Ridruejo, como continuación de unas gestiones realizadas en París, en 1953, con gente del exilio, trata de crear un plan coordinado de actuación de los adversarios del franquismo. En líneas generales se puede decir que se estaba intentando abrir una grieta en el monolítico régimen franquista, en un momento que el acercamiento de la democracia yanqui parecía hacerlo propicio.
En aquel original que nos había entregado, había poemas que, a pesar del simbolismo en que estaban envueltos, las alusiones eran claras. Pensemos, por ejemplo, que en el final del titulado «Sobre estas piedras edificaré... », se dice:
Retrocedida España
agua sin vaso, cuando hay agua; vaso
sin agua, cuando hay sed; «Dios que buen
vassallo
si oviesse buen... ».
Silencio.
Los versos del Poema del Cid intercalados por Blas de Otero, son suficientemente conocidos para comprender la intención del autor; los puntos suspensivos que sustituían a la palabra «señor» todos sabíamos a qué señor se referían.
El texto definitivo fue enviado a José Hierro, a Madrid, para que le presentara a la censura. Blas de Otero dice en una carta de entonces a Beltrán de Heredia: «Confío en que Pepe Hierro lo haga de la mejor manera. Se lo agradeceríamos.» Y termina la carta: «Que los dioses nos asistan, diablo.», que era algo así como colocar una vela a Dios y otra al demonio para que nos protegieran por dos flancos.
El contrato de edición se firmó con el autor el 28 de octubre de ese año 1955, Y en él se fijó la tirada en dos mil ejemplares, aun cuando a la censura se le comunicó oficialmente que no eran más que 500, porque esta reducida cifra de edición pensábamos que nos favorecía para la consecución del permiso, que nos fue otorgado a mediados de octubre.
Todavía Blas de Otero quiso introducir algunas modificaciones en sus poemas a medida que corregía pruebas. En el poema «En castellano», pretendía suprimir los versos 8 y 9:
A las puertas del mundo estoy llamando
mientras la sangre avanza.
Y en el verso 11, que estaba escrito
arden las rosas de los muertos
cambiar «rosas» por «frondas», pero se le convenció de que no podía mover ni una palabra, pues podría ocurrir que con ello se dieran facilidades a la censura para recoger el libro después de editado.
El 17 de diciembre quedó terminada la tirada y ese mismo día salió Pablo Beltrán de Heredia para Madrid, con el objeto de gestionar en la Dirección General de Información el permiso de distribución, que fue concedido el día 22, procediéndose seguidamente a su venta apoyados en una tarjeta de felicitación de Pascuas en la que se reproducía la portada del libro.
Esto es la historia resumida de la primera edición de Pido la paz y la palabra, libro con el que Santander quedó unido de alguna manera a la vida de su autor.
Publicado en:
La revista Peña Labra nº 33, otoño 1979
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