domingo, 9 de julio de 2023

Mateo José Rodríguez

 

En torno al poeta Mateo José Rodríguez

 


            Estaba yo esperando la llegada a mis manos del ejemplar del libro La ceniza en los labios que me había prometido su autor, el buen amigo, Mateo José Rodríguez, cuando se anticipó el luminoso artículo publicado por el periodista Manuel Ángel Castañeda (evito lo de «excepcional periodista» que habría que anteponer a su nombre porque no es necesario).

 

            Cuando, escribo estas líneas sigue sin llegar el ejemplar a mi poder por circunstancias personales que lo han demorado. Pero ahí está el comentario de Castañeda para confirmarme lo que espero de este libro. Por circunstancias personales también, he tenido la fortuna de conocer alguno de los poemas de este, poeta que tan recatadamente se le escapan de las manos al autor y llegan al conocimiento de sus amigos.

 

            Como bien dice, Castañeda en su texto de referencia, Mateo José Rodríguez, «se debate entre el pudor de entregar su alma a extraño y el egoísmo de reservar las páginas a los amigos».

 

            ¡Cuánto bien ha hecho a los que nos encontramos entre éstos, al permitirnos gozar de su altura poética y cultivar nuestro espíritu! Este recato público nos completa su personalidad entre los que hemos tenido conocimiento desde hace tiempo de la calidad de su lírica. Estas «reliquias de las cosas perdidas» como define el autor a sus poemas, nacen con diáfana claridad ante sus lectores, entregados ya desde hace tiempo. La poesía de Mateo José Rodríguez ha ido creciendo en su alma y permitido a la vez el cultivo, del espíritu de 1os que le hemos seguido en esta tarea lírica y humana que nunca hemos sabido separar en él una de la otra. Poeta «escondido entre sus otros quehaceres», en frase de Manuel Ángel Castañeda, pero que yo me permito presentar recubiertos por una exquisita sensibilidad. En la obra de este amigo está radicalmente de manifiesto aquella expresión unamuniana: yo no doy conocimientos ni ideas; doy trozos del alma.

 


Publicado en

El Diario Montañés, “Cartas al Director”

12 de julio de 2001. 


 

 

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