Vida y muerte en Los muertos de José Luis Hidalgo
En esta vuelta a la vida y a la obra de José Luis Hidalgo a que conduce la fecha redonda del cincuenta aniversario de su muerte, no podíamos faltar a la convocatoria los que tuvimos la fortuna de relacionarnos con él en sus cortos años de existencia. Ya en 1969, cuando se cumplió el veinticinco aniversario, me referí, a cómo todos los que fuimos amigos suyos, hemos conservado las cartas que nos había dirigido; hasta los más desordenados, insistía yo. Así se ha podido escribir sobre el poeta y su obra con un latido muy íntimo procedente de su misma persona.
En aquellos años, todavía tan próximos a su muerte, nos parecía tener entre nuestras manos una parte caliente de su vida. Los renglones manuscritos de una carta o el autógrafo de un poema, sobre los que pasaban nostálgicos nuestros ojos, provocaban el escalofrío que sigue a una realidad dolorosa. La mano que lo había escrito no existía ya. No acabábamos de recibir la carta en el correo último y su autor ya no esperaba nuestra contestación. Todo lo que se prolongara desde aquel momento tenia ya una sola dirección: la que arrancara de nosotros nacida de aquella ausencia.
Otros veinticinco años han transcurrido desde entonces y la situación se nos ofrece con las mismas características. Aun cuando el paso del tiempo tiende a dulcificar los hechos más amargos, no lo consigue del todo, y la vuelta a aquellos escritos, en los que el autor fue dejando posarse reflejos de su vida, impregnados con la sensibilidad de su alma, nos trae a la luz de este día claridades y evidencias que empujan a la relectura de su obra, en busca del hombre que la escribió y de la belleza de su lírica.
El reencuentro con Los muertos, su último libro, llega a nosotros con la misma fuerza con que lo hizo la primera vez y nos trae el valioso testimonio de las inquietudes del autor. Inquietudes que el poeta nos presenta orientadas con un sentido religioso. José Luis Hidalgo fue un hombre profundamente preocupado por lo religioso en el sentido más unamuniano de esta expresión. El libro Los muertos es una consecuencia inmediata de esta inquietud, pero, contrariamente a lo que se ha escrito en alguna ocasión, no ha nacido desde una postura mental provocada por una cierta circunstancia (la guerra civil española), ni responde a una premonición como se ha dicho en otros escritos. Pudo haberse iniciado como "La llanura de los muertos", título inicial bajo el cual empezó a trabajar su autor y los muertos en la guerra como punto de referencia, pero pronto fue rebasado este título por el más genérico de "Los muertos". Con él se abrió a mayor altura, respondiendo a la idea religiosa del autor, para intentar presentar el tema teológico que había sido preocupación permanente a lo largo de su corta vida.
Sin salirse ya de esta línea, la primera parte de las cuatro en que está dividido el libro es una "exposición" de muertos. Es la presentación de los personajes que van a intervenir en el drama y del tema que desarrolla en el conjunto de la obra. La segunda y tercera partes son más agresivas, encarándose con el Creador. Surgen las tremendas preguntas. Cree encontrar la luz que todo lo ilumina, pero cae nuevamente en la duda que permanece abierta desde el principio del libro. Increpa al Creador desde la distancia de esta duda en una inmensa agonía unamuniana. La última parte se presenta como una precipitación hacia la nada, hacia el poema final, "La belleza", donde nos muestra sus manos vacías después de tan inquietante búsqueda. Todo el contenido del libro es un enfrentamiento ante el tremendo hecho de la muerte; un enfrentamiento con la Divinidad en busca de respuestas a problemas y cuestiones relacionadas con la vida del ser humano y la trascendencia que la muerte encierra.
Una lectura poco atenta de Los muertos puede contribuir a hacer creer que se trata de un libro en el que la desaparición del hombre como ser vivo es su fin principal. No, en él aparecen los muertos como una negación de la vida, que es la protagonista que corre por sus oscuras galerías. Como escribió Manuel Teira en su libro Idea de la vida y de la muerte en la obra literaria de José Luis Hidalgo, "cualquiera diría que [su autor] está hondamente preocupado con la muerte, cuando ocurre todo lo contrario: lo que le preocupa, lo que le duele, son los vivos o, mejor dicho, la vida".
En el libro nos dejó Hidalgo un acercamiento a su teología particular. Fue el arco corto, pero tenso de su vida. En él quedó esbozado un intento de posible teoría filosófica que su muerte nos ha dejado sin saber si podía tener continuidad. Es una muestra de su interés por los problemas fundamentales de la vida reflejados desde su anverso, la muerte.
Volvamos a recordar a don Miguel de Unamuno, quien en su ensayo "Del sentimiento trágico de la vida", dejó escrito: "... poetas y filósofos son hermanos gemelos, si es que no son la misma cosa".
Publicado en:
La revista EXTRAMUROS de Granada el 1 de julio de 1997
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