domingo, 30 de julio de 2023

Caracolas y conchas marinas

 

Caracolas y conchas marinas

 

A Nereida, que tiene nombre marino

 y que colecciona caracolas en

su casa de La Laguna (Tenerife).

 

         El coleccionismo es una actividad humana que se practica, en forma popular, desde hace relativamente poco tiempo. Hasta hace unos años, los coleccionistas no perdían el tiempo en reunir objetos de escaso valor material -como ahora se suele hacer-, y sus campos de acción eran las obras de arte en todas sus vertientes: cuadros, esculturas, porcelanas, muebles de lujo, etc. Gracias a este “vicio” que mantuvieron algunos poderosos, hoy podemos admirar estupendas colecciones de arte que han pasado de la propiedad privada a los museos públicos. Nuestro Museo del Prado es un ejemplo típico de esto que decimos, ya que su fondo principal está constituido por los cuadros que sucesivamente fueron encargando los reyes de España a los pintores famosos de sus respectivas épocas. Otras colecciones, las arqueológicas, por ejemplo, se van formando como consecuencia de los hallazgos que se hacen en las excavaciones.

 

         Pero no es a este tipo de coleccionismo caro, aristocrático, al que nosotros queremos referirnos hoy. Nos interesa el coleccionismo popular, el que está al alcance de todas las manos, y que puede constituir un magnífico -hobby- para nuestras horas de ocio. Existen muy diversas formas de este coleccionismo, que creemos se deben deslindar debidamente, y que se pueden dividir en dos importantes: colecciones de objetos que no tienen más valor que el puramente “reunidor” de piezas diferentes de un mismo tipo, en los que se cifra su importancia en alcanzar la mayor cantidad posible. Generalmente, son piezas que, aisladas unas de otras, no presentan una calidad especial: ni su belleza, por ejemplo, ni su procedencia o significado nos dicen nada. Incluso su busca y captura es anodina y la mayor parte de las veces se limita a ir guardando lo que nos van proporcionando los amigos que conocen nuestra afición. No citamos ejemplos porque el coleccionista de este tipo de objetos que podríamos mencionar quizá pensase que le estábamos despreciando, y nada más lejos de nuestro comentario. Lo que pretendemos es diferenciar un tipo de colección de otro y dejar sentado, eso sí, que creemos que es más interesante el coleccionismo de objetos bellos, de objetos interesantes por sí mismos, individualmente, de objetos que nos obliguen a estudiar su significado y que nos muevan a su busca, con todo lo que esto lleva como actividad y, por tanto, como auténtico -hobby- formativo.

 

         Entre estas posibles colecciones, traemos hoy a las páginas de nuestra Revista las caracolas y conchas marinas. Las fotografías que presentamos harán ver al lector que estos “objetos” reúnen debidamente las condiciones de ese tipo segundo de coleccionismo a que nos hemos referido: son bellas en formas y colores y el reunirlas nos puede proporcionar una grata manera de ocupar algunas horas de nuestra vida. El coleccionista de caracolas y conchas ya no se contentará con tumbarse en la playa esperando que le tueste el sol: nada más pisar la playa, estará deseoso de recorrerla en uno y otro sentido para buscar la posible pieza que falta en su mini-museo, con el aliciente de que a cada nueva marea el mar puede depositar en la orilla nuevos tipos de conchas.

 

         Bajo el nombre de caracolas marinas, hemos de comprender a estos efectos toda clase de moluscos y caracoles que viven en el mar, cuyo estudio científico corre a cargo de una rama de las ciencias naturales que se llama Malacología. Como podemos observar a primera vista en estas fotografías, hay dos tipos muy diferenciados, que se conocen con el nombre vulgar de caracoles, los unos, y conchas, los otros; más científicamente, gasterópodos y lamelibranquios, respectivamente. En cada uno de ellos se desarrolla la vida de un ser marino que, al morir y ser desposeído de su “casa”, nos ha dejado la “joya” de su habitad.

 

Si la concha o el caracol que hemos recogido guarda aún en su interior el animal, al llegar a casa hemos de meterlo en agua hirviendo unos minutos y extraerlo después con unas pinzas. Una vez limpia, se la deja secar al aire, cuidando de que no le dé el sol, pues éste puede deteriorar su bello color, Si hemos llevado nuestra afición hasta hacerla tocar con el estudio, debemos pasar a clasificarla, para lo que se ha de utilizar alguna de las tablas que existen en el mercado; de lo contrario, el procedimiento más sencillo es agruparlas por su forma externa. A cada pieza debemos acompañarla de una tarjetita con indicación de la fecha y lugar donde ha sido encontrada y su nombre; para esto último, tendremos que recurrir a esas tablas que hemos citado. Después procederemos a colocarlas en vitrinas apropiadas o en cajitas adecuadas, protegiéndolas, si su fragilidad lo exigiera, con algodón hidrófilo.

 

         En algunas zonas turísticas se ha recurrido a hacer con estos caracoles y conchas marinas objetos de adorno, que venden como “souvenir”, pero esto se sale del coleccionismo y además, la mayor parte de las veces, dan gato por liebre, ya que suelen vender como recuerdo del lugar en que se compran conchas que proceden de los mares de la China o del Caribe.

Publicado en:

La revista “Sniace. Nuestra vida social” Nº 137

julio-agosto 1973


 

 

 

domingo, 23 de julio de 2023

Gregorio Prieto y José Luis Hidalgo. Encuentro en Torrelavega. II

 

Gregorio Prieto y José Luis Hidalgo

Encuentro en Torrelavega

 


            Tenía que suceder. Las manos del pintor -poesía en línea- se movían inquietas por entre los juncos del aire. Las manos del poeta -poesía en palabras- buscaban formas para posarse. Vagaban por el mismo mundo, por la misma luz, por el mismo código de estrellas. Las manos del pintar -ya lo he dicho, poesía en línea- oían la llamada de las flores ávidas de su tacto. Las manos del poeta -poesía en palabras, también lo he dicho- caían sobre tersos mármoles o ásperas piedras.

 

(Manos que te buscan)

 

Por e1 aire, por el ancho camino del aire. Por entre los hombres muertos, por las raíces de la noche el poeta, tocando, a veces, la roca dura y ciega, mientras en la Roma clásica las manos peces húmedos del pintar, dormían siestas inacabables, entre ruinas doradas por el sol, en espacios muertos para la historia. Pero no, no era aquello lo que buscaban; ni la sombría noche, ni el claro Mediterráneo.

 

(Y, de pronto, en el cielo brilló tu mano ardiendo.)

 

            Tenía que suceder aquí, en Torrelavega, donde José Luis Hidalgo colmaba su espíritu en los años treinta con la poesía que Gregorio Prieto pintaba: el retrato de Lorca, el de Cernuda, el de Vicente; el Romancero Gitano... Donde habite el olvido... Espadas como labios ...

* * * 

(Gracias, Gregorio, por haberme pedido que sea testigo de vuestro encuentro por encima del tiempo y de la muerte.)

 

Publicado en:

Catálogo de la exposición “Homenaje de Gregorio Prieto a José Luis Hidalgo” celebrada en la Sala Espí de Torrelavega del 22 de julio al 8 de agosto de 1980.

La primera parte (las palabras que leyó Aurelio García Cantalapiedra en el acto) se publicó en este Blog el día 21 de Julio de 2021



 

domingo, 16 de julio de 2023

LA INSTITUCION LIBRE DE ENSEÑANZA Y SU PRESENCIA EN SANTANDER

 

LA INSTITUCION LIBRE DE ENSEÑANZA

Y SU PRESENCIA EN SANTANDER

 


         En los días que yo andaba en busca de tema para mi intervención en este curso de cuestiones regionales de Cantabria, leí unas declaraciones del nuevo rector, señor Morodo, en las que manifestaba su deseo de conducir la Universidad Internacional Menéndez Pelayo por los mismos caminos que habían guiado a los hombres de la Institución Libre de Enseñanza en el desarrollo de sus propósitos.

 

         Esta intención del rector y la circunstancia de que la Universidad de Verano de Santander se halle unida al nombre de don Marcelino, me hicieron pensar que el momento era propicio para hablar públicamente de dos aspectos relacionados con la Institución y con Cantabria: por un lado, de la importante participación de algunos de nuestros hombres en su puesta en marcha y de la incidencia que esta entidad tuvo en Santander. Por otro, y esto me interesaba más, tratar de demostrar cómo el pensamiento de Menéndez Pelayo había sido manipulado para hacernos le ver como enemigo declarado de la Institución.

 

* * *

 

         En los primeros pasos dados por esta entidad, aparecen figuras como la de don Augusto González de Linares; su casa de Valle de Cabuérniga fue lugar de reposo y de encuentro de los más destacados institucionistas y en ella se discutieron las bases de lo que iba a ser la Institución; y la Universidad Internacional de Verano de Santander, antecedente de ésta en que hoy nos encontramos, fue creada por don Fernando de los Ríos, miembro significado de la Institución Libre de Enseñanza.

 

         En cuanto a Menéndez Pelayo, no se ha hecho otra cosa con su personalidad, a lo largo de los años y de las circunstancias, que deformarla intencionadamente, a gusto y medida de cada idea, sin intentar llegar nunca al fondo de la cuestión, donde siempre se encontraría un hombre y un pensamiento muy distintos, en la mayor parte de los casos, al que se creía o se pretendía encontrar.

 

         Me ha parecido pertinente hacerlo preceder de una explicación resumida de los orígenes y motivos que llevaron a la creación de la Institución Libre de Enseñanza, imprescindibles para una justa valoración del interés que tuvo su existencia para nuestro país, y para Cantabria en particular. Su labor, por mucho que se haya pretendido desprestigiarla en las décadas anteriores a la que vivimos, ha sido positivamente decisiva para la vida y la cultura de España en los últimos cien años. Es posible que la evolución del pensamiento haga preciso replantearse hoy algunos de sus postulados, pero ahí están, por ejemplo, su ingente obra promovida desde la Junta de Ampliación de Estudios, o desde la Residencia de Estudiantes y del Instituto-Escuela, por solo citar tres de sus importantes logros.

 

         La Fundación Giner de los Ríos, heredera espiritual y material de la Institución, viene tratando en estos últimos años de dar nueva vida a aquellos prop6sitos que fueron si1enciados por decreto en mayo de 1940.

 

         Nació la Institución Libre de Enseñanza en 1876, como una reacción al bajísimo nivel cultural en que se encontraba España. Con motivo del centenario de su fundación, se aseguraba desde las páginas del periódico El País, que la Institución había surgido como “resultado de un clima, extendido durante cincuenta años, que hizo posible una iniciativa como aquella.”

 

         Desaparecido el intento ilustrado del siglo XVIII y muertos prematuramente José de Espronceda y Mariano José de Larra, las dos figuras del romanticismo que pudieron haber sido continuadores o restauradores de aquel afán reformista del siglo anterior, España quedó sumida en un verdadero marasmo, en el que apenas si sonaba otra cosa que el ruido de los sables. Hombres tan opuestos en sus ideas como don Julián Sanz del Río y el primer don Marcelino Menéndez Pelayo, coincidían en el diagnóstico, aún cuando discreparan en las soluciones. Don Francisco Giner de los Ríos, también dejaría oír en el mismo sentido su voz entristecida, desde el penal del Castillo de Santa Catalina, de Cádiz, donde se encontraba recluido, insistiendo en la necesidad de la obra común a todos los españoles, de salvar al país de aquella indigencia cultural. Para ello, Sanz del Río y su discípulo Giner propugnan como solución empezar por educar a los españoles sin limitarse a reformas pasajeras. Menéndez Pelayo, y con él la fracción integrista que le sigue y sienta la misma necesidad, hablan de fijar el empeño en una vuelta a los ideales del siglo XVI. Sanz del Río, que ha estudiado el pensamiento krausista en Alemania, decide importar sus ideas como medio para conseguir aquellos fines suyos y de Giner. En su opinión, nuestro país tiene que renunciar a los dogmatismos que le han venido atando rígidamente desde el Concilio de Trento y que han sido llevados a extremos peculiares por el clericalismo español. El joven polemista Menéndez Pelayo, con 20 años de edad y raíces hondamente arraigadas en un catolicismo a ultranza, pone sus esperanzas, por el contrario, en una puesta al día del Renacimiento español, al que le llevan no solo su fe dogmática y sin concesiones, sino también su admiración por las circunstancias históricas y artísticas vividas el siglo XVI, en las que veía reflejado su entusiasmo por la edad clásica.

 

         Contra esta postura del joven sabio montañés, en la que le sigue la España ultramontana, Sanz del Río insiste en sus propósitos: libertad religiosa, libertad para la investigación y libertad para la Enseñanza; la trilogía de libertades en las que él y sus discípulos deciden apoyar sus intenciones reformadoras. Su oponente se afinca en un casticismo naciona1 para afianzar la fe católica; es preciso que España vuelva a la pasada grandeza perdida. Del acervo de conocimientos que procuraría, bajo ese prisma, el estudio de las ciencias españolas, de la teología, de 1a filología, de la filosofía, de las ciencias naturales… el pensamiento español saldría remozado y robustecido, sin necesidad de importar ideas y creencias extranjeras.

 

         Las posiciones no podían ser más encontradas, con resonancias de Reforma y Contrarreforma. No obstante, los propósitos de partida están tan distantes como pudiera parecer: el estudio concienzudo de las ciencias y humanidades que preconiza Menéndez Pelayo toca las lindes del de Sanz del Río; les separa el abismo in franqueable del concepto religioso en uno y otro. Don Marcelino no tiene inconveniente en buscar caminos para los problemas científicos fuera de la escolástica, pero dejando a salvo los dogmas establecidos. Pasados los años, nuestro Menéndez Pelayo alcanzaría con su madurez una visión histórica más serena y amplia.

 

         En la “advertencia preliminar” escrita en julio de 1910 para la segunda edición de su Historia de los Heterodoxos Españoles, se lee al final un párrafo que me voy a permitir transcribir como testimonio de este proceso evolutivo. Dice así: “Otro defecto tiene -alude al texto de los Heterodoxos-, sobre todo en el último tomo  (subrayado mío), y es la excesiva acrimonía e intemperancia de expresión con que se califican ciertas tendencias o se juzga de algunos hombres.” “Si ahora escribiera sobre el mismo tema -insiste más adelante- lo haría con más templanza y sosiego, aspirando a la serena elevación propia de la historia, aunque sea contemporánea, y que mal podía esperarse de un mozo de veintitrés años, apasionado e inexperto, contagiado por el ambiente de la polémica.” Recordemos que es precisamente en ese último tomo a que alude, donde desarrolla su ataque al krausismo y donde se cita dos veces a don Francisco Giner.

 

         Esto es esquemáticamente, muy esquemáticamente, la situación del pensamiento en la España del último cuarto del siglo XIX, que me he visto obligado a presentar con rasgos elementales pues pretender una exposición amplia del problema nos llevaría un tiempo del que no disponemos. La situación real es la de una España trágicamente declinante en lo intelectual, con unos hombres que se sienten justamente alarmados y que intentan poner remedio. Pero el país, desde principios de siglo, ha sido empujado hacia una bipolarización en las ideas cuyas amargas consecuencias llegaron hasta nuestros días, impidiendo entonces que hombres de la categoría de Menéndez Pelayo, Sanz del Río y Giner laboraran unidos para tratar de encontrar un camino común de regeneración.

 

         Don Julián Sanz del Río fue la figura dominante en los años que precedieron a la creación de la Institución Libre de Enseñanza; en su pensamiento están los planteamientos utilizados por don Francisco Giner de los Ríos para darla forma.

 

         Sanz del Río había obtenido en 1843 la primera beca concedida a un universitario para realizar estudios fuera de España. Recuerden que desde mediados del siglo XVI estaba prohibida la salida de estudiantes españoles al extranjero. Orientado hacia la escuela racionalista, toma contacto con la filosofía de Krause en la Universidad de Heidelberg. De vuelta al país, ofrece al los lectores españoles una versión del libro del alemán el E1 ideal de la humanidad para la vida y desde el primer momento dedica un tiempo a explicar estas teorías, dando lugar a lo que se ha llamado el krausismo español, del que Azorín llegó a escribir en su breve estudio sobre el Quijote, publicado en Lecturas Españolas en 1912, que era “una de las manifestaciones intelectuales más castizas y españolas, más hondamente españolas que aquí se han producido.” Samuel Gili Gaya comentó, en fecha más reciente, que el krausismo español había representado “una importante corriente de modernidad de influencia europea.”

 

         El choque de las ideas propagadas por Sanz del Río y las mantenidas desde el poder y desde los medios integristas, tenía que producirse, en un país como el nuestro en que la intransigencia suele ser total y sin posibles aperturas. Desde el periódico El Pensamiento Español, representante del absolutismo religioso y político, el catedrático Ortí y Lara acusó duramente a lo que llamaba los “textos vivos”, refiriéndose con ello a los profesores que haciendo uso de la 1ibertad de cátedra propagaban sus ideas liberales, que eran consideradas como un atentado al orden establecido.

 

         Alrededor de don Julián se habían agrupado en la Universidad de Madrid un escogido número de alumnos: Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate, Francisco Giner de los Ríos, Augusto González de Linares, y catedráticos como Emilio Castelar y Fernando de Castro, que seguían apasionadamente sus doctrinas. Pero las nuevas corrientes filosóficas que están tratando de introducir en España no son toleradas en por el ministro de Fomento, don Manuel de Orovio, que en 1865 destituye a Sanz del Río de

la cátedra. Al expediente a Sanz del Río siguen los de Emilio Castelar y el del clérigo Fernando de Castro, que también se habían negado a firmar el juramento de fidelidad al trono que se les exigía y de sometimiento a las restrictivas normas dictadas por Orovio en cuanto a los métodos pedagógicos.

 

         La reacción de Giner en apoyo de los maestros es inmediata y es separado también de su puesto de profesor auxiliar, dando lugar a lo que se llamó la primera parte de la “cuestión universitaria". Pero triunfante la revolución septembrina en 1868, son restituidos en los cargos, e intentan llevar sus ideas a las nuevas leyes sobre enseñanza, no sin dejar de reconocer que, tristemente, el país no está preparado todavía para digerirlas; los problemas culturales que se han venido suscitando y los proyectos intentados o que se intentan para resolverlos, no llegan hasta el nivel deseado.

 

         Restaurada la monarquía a principios de 1875, después de los efímeros meses de República, Cánovas llama nuevamente a Orovio para ocupar la cartera de Fomento y la orden esperable del ministro no tarda en llegar. En una circular de febrero de ese año, Orovio recuerda a los rectores la necesidad de vigilar con esmero la labor en los centros, procurando que “no se enseñe nada contrario al dogma católico ni a la sana moral”, insistiendo la circular en que los profesores se deben atener “estrictamente a la explicación de las asignaturas” y recordando “los perjuicios que a la Enseñanza ha causado la absoluta libertad.” Desde 1851 en que se firmó el Concordato con la Santa Sede, la concesión de una cátedra y aún la investidura para las licenciaturas y doctorados, estaban condicionadas al juramento que les exigía la defensa de la

fe católica.

 

         Para estas fechas ya habían muerto Sanz del Río y Fernando de Castro, pero en las cátedras quedaban compañeros y seguidores suyos. Entre ellos, Laureano Calderón y Augusto González de Linares, quienes se opusieron a cumplir las disposiciones del ministro que en palabras suyas, “negaban al profesor la racional plena libertad de indagar y exponer sin otros límites que la conciencia de su deber profesional y el respeto a los eternos principios de la moral y la justicia.” A continuación sería Castelar quien se pronunciara en parecidos términos, seguido de Francisco Giner de los Ríos, Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate, Eugenio Montero Rioz, Segismundo Moret y un largo etcétera de profesores que se unieron a la protesta y fueron destituidos. La defensa de las tres libertades que debían presidir a su juicio la instrucción española, conduciría a los “textos vivos” a la separación de sus cargos, al destierro y, en algunos casos, a presidio. Se había planteado la segunda parte de la cuestión universitaria, pero esta vez con mayor dureza por uno y otro lado.

 

         Desde su destierro en Lugo, don Nicolás Salmerón escribió en mayo de 1875 a Giner de los Ríos al penal de Cádiz: “Bien necesitamos pensar en el porvenir esto se prolonga…”  le dice en su carta que parece contestación a otra de Giner, quien se encontraba dando forma a lo que iba a ser la Institución Libre de Enseñanza. El 10 de marzo de 1876 se constituyó la sociedad base de la Institución y el 29 de octubre del mismo año se abrió el primer curso académico.

 

         De las vicisitudes que precedieron a la creación de la Institución y de sus pasos iniciales, nos ofreció en 1973 Antonio Jiménez Landi un amplio y documentado trabajo en su libro La Institución Libre de Enseñanza. Los orígenes, primera parte de un estudio general sobre este tema.

 

         La libertad de enseñanza, de investigación y de religión, que centraban la filosofía de la nueva entidad, se enfrentaban, como hemos dicho, con las ideas que sobre el particular se sostenían desde el poder, todo inmerso en un clima cada vez más radicalizado, en el que ya la clase obrera había tomado conciencia de su fuerza. Pero comienza el turno de partidos y en 1881 llega el liberal Sagasta a la presidencia del gobierno con Albareda en Fomento. La Institución se desenvuelve con mayor amplitud. Su respuesta al vacío cultural está en marcha; ya pueden empezar a preparar hombres para una nueva manera de ser.

 

         A poco de iniciar la Institución su obra, don Francisco Giner, con el noble sentido de humildad que le acompañó en su larga vida, tiene que reconocer que han empezado mal, que no se puede partir de la reforma de la universidad como habían proyectado, si se pretende cambiar la mentalidad española, si se pretende educar al pueblo en unas normas elementales de convivencia. “La única labor honrada y posible -escribió don Manuel Bartolomé Cossío años después, recogiendo la opinión de Giner-, era la formación lenta y cuidadosa de los hombres de mañana desde su niñez.” Renunciando a la pretensión inicial, crean una escuela para niños de ambos sexos, en régimen de coeducación, partiendo del nivel de párvulos, con profesores de formación universitaria. A partir de este momento van proyectando su labor en el territorio español, e influyen con sus consejos en los organismos rectores de la instrucción pública, que llegan a crear, a lo largo de los años, primero el Museo Pedagógico Nacional, en 1883, del que es nombrado director Manuel Bartolomé Cossío, y el Instituto de Reformas Sociales; en 1907 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas; en 1910 el Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes; en 19l8, el Instituto-Escuela y en 1931 las Misiones Pedagógicas, que llenarían de gozo los últimos años del anciano Cossío.

 

         En palabras de Tuñón Lara, “el institucionismo había sido, en los años sagastinos y canovistas de la Restauración, una practica intelectual -más que una doctrina- que daba prioridad a la educación, que equivalía a liberalismo en política, a reformismo en lo social y a una nueva estimativa de la vida intelectual."”

 

         Para redondear este forzado esquema con el que he intentado presentar ante ustedes los orígenes y las razones de ser de la Institución, y antes de adentrarnos en los comentarios sobre su proyección en Cantabria, vamos a cerrarlo con su final legal y para ello creo que nada mejor que recurrir a la bibliografía de la época en que se produjo, en la que encontraremos muy parecidos argumentos contra los que se tuvo que debatir en los años de su creación y algunas otras interpretaciones del momento en que tuvieron lugar.

 

         El 10 de diciembre de 1936, la Comisión de Cultura y Enseñanza del gobierno de Burgos, publicó una Circular en la que entre otras cosas peregrinas decía: “… los individuos que integran estas hordas revolucionarias -y no creo preciso señalar a que hordas se referían-, cuyos desmanes tanto espanto causan, son sencillamente los hijos espirituales de catedráticos y profesores que, a través de instituciones como la llamada Libre de Enseñanza forjaron generaciones incrédulas y anarquistas…” En el mismo escrito se propone que se les separe inexorablemente de las funciones magistrales que ejercían. Después de esta circular se publican dos 1ibros en los que se retorció hasta lo inverosímil la realidad de la Institución: en 1937, el titulado Los intelectuales y la tragedia española, del doctor Suñer, en el que se llega a asegurar que “los intelectuales son los máximos responsables de todo lo que esta sucediendo en España” y que entre los adeptos a la Institución estaban los principales agentes revolucionarios. En 1940, ve la luz el otro libro a que me refiero: Una poderosa fuerza secreta. La Institución Libre de Enseñanza, obra colectiva, publicada en San Sebastián como la anterior. Creo que nunca se han utilizado las prensas de imprimir con peor intención que en este libro y, lo que es más triste para nosotros, a costa de manipular descaradamente los textos de don Marcelino Menéndez Pelayo. Aparte de este empleo dado a los escritos de don Marcelino, sobre lo que volveré más adelante, me parece suficiente, para dar una idea de su contenido recoger la frase con que comienza el libro. Dice así: “A la revolución roja, el socialismo le ha dado las masas y la Institución Libre de Enseñanza le ha dado los Jefes.” tratando de reforzar su efecto ante el lector para darle aires de verosimilitud con la indicación de que la frase procede del periódico El Socialista sin ofrecer más referencia de publicación que la del año 1931. Se trataba de emplear todos los medios para desprestigiar la Institución ante los ojos de los españoles.

 

         Termino esta parte con una opinión del profesor José Luis López Aranguren: “La Institución Libre de Enseñanza -escribió Aranguren- es un modelo de moral de grupo en la España moderna.”, frase que glosa así: “La austeridad de vida -en estos tiempos de consumismo-, la entrega total a la vocación -en estos tiempos de dispersión y frivolidad-, y e1 puritanismo secularizado- en estos tiempos de laxismo total-, siguen siendo verdaderamente ejemplares.”

 

* * *

 

         Para cumplir con lo previsto en la segunda parte del enunciado de esta conferencia, veamos ahora de que manera estuvo presente Cantabria en la Institución Libre de Enseñanza y la Institución en Cantabria.

 

         El primer aspecto tiene un carácter exclusivamente personal. Ya hemos visto como Menéndez Pelayo fue figura principal desde los escaños de la oposición en la controversia con el krausismo. En esta actitud entró no solo la defensa de su fe católica a machamartillo, sino posiblemente también la formación germánica de su oponente. Piensen que el joven Menéndez Pelayo se jactaba de no saber alemán; que se sentía ciudadano de Roma y Atenas, con lo que esto suponía de pasión por el mundo mediterráneo, y que Sanz del Río regresa a España a tratar de oscurecer este mundo con las nieblas hiperbóreas. Digamos en un paréntesis que el don Marcelino de la madurez daría un giro total a esta opinión: no solo aprendió el alemán, sino que al referirse a los germanos aseguraría que era “una de las razas de Europa mas activas, poética e inteligente”. En otro escrito llama a Hegel el Aristóteles de nuestro siglo. En la “advertencia preliminar” a los Heterodoxos, a que me he referido antes, afirma que Alemania es “en casi todas las ramas de erudición, maestra de Europa.” No soporta a Sanz del Río, de cuyos escritos dice que son un “galimatías”, hasta el extremo de hacer opinar a su exegeta Rafael G García de Castro que “si odió el krausismo fue por sus dotes de maravilloso escritor a quien atemorizaba, y con razón, el horrendo estilo literario de las versiones krausistas.” Algo más habría, sin duda, que este puritanismo literario que le atribuye el Vicario general del obispado da Jaca.

 

         Si sus diatribas sobre la filosofía alemana trasplantada a España por Sanz del Río son constantes, entiendo que ante la Institución Libre de Enseñanza su conducta no fue como se nos ha hecho creer. Su amigo don Juan Valera, con quien está en constante correspondencia, se ha incorporado al claustro de profesores de la Institución en el momento de su puesta, en marcha proclamando “que España progrese y tenga pensamiento propio”, expresión que amplia manifestando que “el pensamiento español no ande en guerra abierta con las instituciones, con el modo de ser y con el modo de pensar y de sentir del siglo presente.” Es cierto que después de estas palabras de Valera, Menéndez Pelayo publica su ataque al krausismo en la última parte de su Historia de los heterodoxos españoles, pero no es menos cierto que en este ataque que está fechado en 1882, cuando la Institución lleva ya seis años de existencia, no se lee la más mínima frase contra ella. Solo aparece escrito el nombre de esta entidad en dos ocasiones: una, al hablar de don Francisco Giner de los Ríos, a quien llama “alma de la Institución Libre de Enseñanza”, reconociéndole como hombre honradísimo, no sin tildarle de sectario convencido y de buena fe; y otra, al aludir a don Francisco de Paula Canalejas, cuando escribe: “La Institución Libre de Enseñanza ultimo refugio y atrincheramiento de los pocos ortodoxos del armonismo que aun quedan, entre los cuales a duras penas mantiene Giner de los Ríos una sombra de disciplina, hace alardes de enseñar ciencia pura, con absoluta exclusión de toda idea religiosa; empeño no menos absurdo, o ardid para deslumbrar a los incautos. Esto es todo lo que he encontrado en el capítulo VII de los Heterodoxos sobre la Institución. Don Alberto Jiménez Frau comenta en su Historia de la Universidad Española que “quizás también causas locales influyeron en la gestación de este ataque: la pedantesca tutela de Giner; como Menéndez Pelayo la llamaba, sobre un grupo de hidalgos montañeses, los González de Linares y Cossío sobre todo.”  Estas palabras de Jiménez Frau y las del propio don Marcelino al inculpar a Giner de pedantesca tutela, nos podrían llevar a pensar que hay un fondo de celos en su postura. Y puede ser que no esté del todo equivocada esta suposición si tenemos en cuenta la brillante juventud del sabio montañés y la conciencia de su propia valía, lo que podría llevarle involuntariamente a un caudillismo intelectual. Pero sea cual fuere el pensamiento de Menéndez Pelayo en aquellos años sobre esta cuestión, no es honesto tergiversarlo para elevarle al pódium como paladín de la lucha contra la Institución Libre de Enseñanza, como se hizo en el libro que he citado hace unos momentos, en el que la manipulación es descarada y torpe. En la página inicial aparecen dos citas de Menéndez Pelayo, tomadas de Historia de los Heterodoxos Españoles que están encabezadas con el título de “La Institución Libre de Enseñanza”. Pues bien, estos dos párrafos escogidos para presentarla como enemigo declarado de la Institución, se refieren única y exclusivamente al krausismo. Todo el texto de Fernando Martín-Sánchez Julia, que ocupa la mayor parte del libro, es una continua referencia a expresiones de don Marcelino alusivas al krausismo que el auto atribuye gratuitamente a la Institución, en las que se apoya, por ejemplo, para escribir frases como esta: “Frente a frente Menéndez Pelayo y la Institución Libre de Enseñanza; adversarios por toda la vida del insigne polígrafo y enemigos de muerte.” Para llegar concretamente a esta conclusión, se vale también de una carta de Menéndez Pelayo a sus padres en la que se queja de las clases que imparte Salmerón, carta fechada en 1874, cuando aún no existía la Institución.

 

         En una conferencia pronunciada por José María de Cossío en los Cursos de Verano de Jaca, en 1941, dijo lo siguiente: -referido a don Marcelino- “… matices de su pensamiento pueden ser y han sido subrayados con cálculo, y se ha tratado de convertir al español más humano y de pensamiento más idóneo para constituir el lazo de unión de todas las disconformidades españolas, en guerrillero tosco y agresivo al servicio de un sector reducido de intérpretes de la tradición o el españolismo.”

 

         Don Miguel Artigas, profundo conocedor de la vida y la obra de don Marcelino, fue también colaborador en este libro, pero sus páginas conservan la serenidad, hasta donde es posible en unas circunstancias como las que concurrían en la época en que se publicó. Al hablar de Giner dice que en sus manos el “krausismo dejó su férula de fríos conceptos y salió a más ancho y ameno campo: la estética, la difusión de la cultura, la pedagogía y la sociología…”  Artigas está ya refiriéndose a Giner y a la Institución. “Sería injusto decir que todos eran malos y equivocados”, es otra de sus frases. Y en ninguna línea aparece aludido Menéndez Pelayo como oponente a la Institución, a pesar de que su nombre se repite con frecuencia.

 

         Cuando su amigo don Augusto González de Linares se siente agobiado con las dificultades que encuentra en el intento de llevar adelante la Estación de Biología Marítima de Santander, no vacila don Marcelino en echarle una mano. El conocimiento de que se trata de una obra de la Institución no es impedimento, ni tampoco el primer párrafo de la carta que le escribe Linares: “Me alarman desde ahí –le dice refiriéndose a Madrid donde está residiendo Marcelino- con la amenaza de Isasa de echar abajo cuanto huele a Institución y krausismo.” Si Menéndez Pelayo hubiera sido el irreconciliable enemigo de la Institución que se ha pretendido, González de Linares lo hubiera sabido y no habría sido tan inocente como para encabezar así su carta. Y en la que como consecuencia de ésta Menéndez Pelayo dirige a Cánovas recomendando el problema de Linares, tampoco vacila en citar a la Institución con estas palabras tan significativas: “Mi amigo don Augusto G. de Linares, que es o ha sido krausista y catedrático de la Institución Libre...” ¡Es o ha sido, no le importa! Al final de los apéndices de su obra La Ciencia Española hace un nuevo elogio de la obra de Linares: “La Facultad de Ciencias -dice-, tal y como yo la concibo, debe tener carácter esporádico, fundándose particulares centros de Enseñanza… Ya en el Laboratorio de Biología Marítima de Santander tenemos un notable ensayo de ello.” Nota fecha da en 1894; han transcurrido pues, ocho años desde la creación de la Institución.

 

         En una conferencia pronunciada por Luis Araquistáin en Berlín, publicada después en el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo el año 1933, existe un párrafo referido a don Marcelino que a mi juicio es sumamente sugerente. Decía Araquistáin: “En su alma de católico declarado había un hondo misterio, insinuado en la pasión que ponía por comprender las doctrinas más heterodoxas, como si su espíritu quisiera romper los muros en que estaba encarcelado por la educación y por herencia histórica.”

 

* * *

 

         En el aspecto que he llamado de presencia personal de Cantabria en la Institución Libre de Enseñanza, hemos de volver sobre la figura de Augusto González de Linares, a quien encontramos involucrado en la cuestión universitaria: en 1865, siendo aún alumno de don Julián Sanz del Río, y en 1875, de catedrático en Santiago de Compostela, cargo del que fue depuesto y posteriormente encarcelado por breves días en el castillo de San Antón, de La Coruña. Puesto en libertad, busca refugio en su casa natal de Valle de Cabuérniga, a la que acudiría también Giner en ese mismo año 1875, después de su liberación del penal de Cádiz, a cuya casa se acogería después en numerosas ocasiones. En una de estas visitas de Don Francisco a Valle de Cabuérniga, se produce el encuentro entre Giner y don Manuel Bartolomé Cossío, su más ferviente admirador, viejo alumno e inteligente continuador de la obra de la Institución, que se encontraba hospedado en la Casona de Tudanca, hogar solariego de la familia. Si no hubiera sido suficiente con la presencia de Linares para encontrar motivos de vinculación de Cantabria a la Institución, este encuentro de las dos máximas figuras en nuestra tierra, lo hubiera más que justificado, pues en la casa de los Linares se discutieron y se dieron forma a diversos aspectos de lo que fue definitivamente la Institución Libre de Enseñanza.

 

         Don Manuel Bartolomé Cossío descendía en línea directa, por parte materna de don Miguel de Cossío, con solar a orillas del Nansa, y un hermano de su madre, don Francisco de Cossío, caso con dona Dolores de la Cuesta, heredera de la Casona de Tudanca. Estas relaciones familiares dieron lugar a que don Manuel pasase algunas de sus vacaciones estivales en Cantabria, con frecuencia en casa de unos hermanos de su madre, en Comillas, estancias que alternaba con otras en Tudanca. En la historia primera de la Institución nos encontraremos estas familias de Cantabria que por entronques sucesivos o colaterales, emparentaron a los Cossío, a los Cuesta, a los Arenal y a los Monasterio. Don Augusto González de Linares aparece unido a los primeros pasos de la Institución en una nota publicada en El Imparcial de Madrid del 24 de mayo de 1875, en la que se da cuenta de la idea de crear una universidad Libre, para lo que se ha elegido una Junta Organizadora en la que figura incluido Linares, quien después sería secretario de la sociedad constituida como siguiente paso, y ocupa más tarde los cargos de consiliario y miembro de la Junta Facultativa de la Institución. En la relación de accionistas que integraban la sociedad, todavía podemos encontrar más nombres de personas residentes en Santander, como los de Gervasio González de Linares, hermano de Augusto, Pascal Amat, José María Herrán Valdivielso y el Marqués de Huidobro.

 

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         Pero vayamos ya a la presencia de la Institución en Cantabria, que no se limitó a la influencia de sus ideas en los centros de instrucción publica, sino que también se concreto en hechos físicos.

 

         El más sobresaliente de estos fue la instalación en Santander de la Estación de Biología Marítima, obra muy personal de Augusto González de Linares, que contó para ello con el apoyo y la influencia que habían conseguido los hombres de la Institución en los medios oficiales. Institucionista principal él mismo, logra en 1886 la creación del Laboratorio de Biología Marítima. En el libro de Benito Madariaga Augusto González de Linares y el estudio del mar, se ofrece una amplia descripción de las dificultades que tuvo que vencer para concretar su proyecto. Por fin, en 1889 se traslada a Santander con el material base que había recogido para las instalaciones del laboratorio, que hasta  1907 no queda emplazado en lugar propio, en el muelle de Gamazo, después de una dolorosa y larga peregrinación por diversos pisos de la ciudad y, como siempre, o como casi siempre, cuando ya su creador había muerto.

 

         Pero donde podemos encontrar la más popular presencia de la Institución en Cantabria es en las Colonias de Vacaciones. Su origen está en una decisión tomada por el Museo Pedagógico Nacional, de Madrid, en 1887, que crea la obra de las Colonias Escolares. Al frente de este Museo, como ya hemos recordado, esta don Manuel Bartolomé Cossío, por lo que la radicación de las Colonias en San Vicente de la Barquera encuentra fácil explicación para nosotros. Ya hemos visto como las cuencas del Nansa y del Saja, con salidas naturales al mar por Comillas y San Vicente de La Barquera, eran lugar de descanso para algunos institucionistas.

 

         Las colonias organizadas por el Museo Pedagógico se instalaron inicialmente en una casa de la calle por la que se accede a la Iglesia parroquial. La institución envió sus primeros expedicionarios a estas residencias del Museo, a quien alquilaban sus inmuebles en las fechas del verano en que estos no las ocupaban. En 1892 fue fundada la Corporación de Antiguos Alumnos de la Institución y de ella surgió la idea de crear una colonia propia. Empezaron en Miraflores de la Sierra en 1894, pero no satisfizo a los organizadores, que se decidieron definitivamente por establecerlas en zona marítima, volviendo a utilizar las del Museo Pedagógico. En 1903 una donación de don Manuel Rodríguez Arzuaga y de LA señora viuda de Mata, les permitió edificar una casa propia sobre la playa del Merón, que inauguraron en 1904. Nuevos donativos fueron empleados en la mejora del local y construcción de otros pabellones para comedor y cocina. Desde la playa de San Vicente de la Barquera todavía se pueden ver hoy las ruinas de estas edificaciones.

 

         La vida de los niños en las colonias y la de los profesores que los acompañaban estaba inspirada en las líneas pedagógicas e higiénicas propugnadas por la Institución “todo ello -escribiría Gonzalo Jiménez de la Espada-, sobre un fondo de convivencia educadora, intima y cordial, hora por hora, de profesores y colonos.”

 

         En uno de los Boletines que editaba la Institución, se detallan muy prolijamente las normas de trabajo y asueto: “No deben de exceder de cuatro -dicen-, las horas diarias de trabajo intelectual; se recomienda además que se llenen todas las horas… y no estar jamás ociosos… la práctica de trabajos manuales, según las facilidades de cada uno, así como el juego corporal organizado al aire libre, las grandes caminatas… la natación… y todo cuanto contribuya a la salud y al desarrollo físico.” Téngase en cuenta que todo esto, que hoy nos parece obvio en una pedagogía moderna, está dispuesto hace más de ochenta años.

 

         Recientemente publicaron un artículo Laura de los Ríos y Elvira Ontañón, antiguas alumnas de la Institución y de las Colonia, en el que escribieron: “Las colonias se idearon, en primer lugar, buscando el fortalecimiento físico de los niños y al mismo tiempo, para desarrollar unos principios educativos renovadores” principios que fijan en su articulo como encaminados sobre todo “al descubrimiento o a la puesta en práctica, de unos valores ignorados u olvidados”, como “la convivencia afectuosa, el respeto humano, el cuidado de los modales, el goce de la naturaleza, del arte, etc.” El sentido pedagógico de la Institución fue una de sus razones más importantes de existencia.

 

         Estas estancias de los alumnos de las escuelas de la Institución en San Vicente de la Barquera, se produjeron ininterrumpidamente hasta 1936 y fueron motivo para que numerosas familias madrileñas vinculadas a la Institución escogieran San Vicente como su lugar de veraneo. A don Joaquín Sama, uno de los profesores de las colonias debemos el descubrimiento, con un grupo de alumnos, de la iglesia de Santa María de Lebeña que había permanecido ignorada hasta entonces en las angostura de la garganta de La Hermida.

 

         Otra proyección de la Institución en Santander podemos encontrarla en la Universidad Internacional de Verano, creada en 1932 por el institucionista Fernando de los Ríos. En el libro que he comentado (Una poderosa fuerza secreta) escribe el catedrático don Domingo Miral que la Universidad de Verano de Santander fue creada por la Institución Libre de Enseñanza en oposición a la de Jaca, a la que presenta con un marcado carácter católico contra el que pretendía ir la de Santander. “El palacio de la Magdalena -escribe Miral- se convirtió en un magnífico escenario en donde exhibían sus vanidades los prohombres de la Institución y sus afines extranjeros y en donde se daban pingües honorarios que facilitaban cómodos y fastuosos veraneos”, comentando a continuación que esta misma opulencia fue la causa de su muerte. “Crece la oferta de los maestros -insiste-, en la misma proporción en que aumenta la ausencia de oyentes… Los alumnos que entraban en las aulas por la puerta, salía por las ventanas para no ahogarse en aquel mar de sabiduría.”

 

         Todos los que nos hemos venido interesando por los problemas culturales de Cantabria, sabemos la altura intelectual alcanzada por la Universidad Internacional de Verano, por lo que no considero preciso recurrir a fatigosas estadísticas y otras demostraciones similares para negar rotundamente las palabras que anteceden. La Institución Libre de Enseñanza había llevado sus actividades hasta la Universidad de Oviedo, en la primera experiencia de extensión universitaria que se conoció en nuestro país. No es de extrañar que los hombres de la Institución, (algunos asiduos visitantes de Cantabria, como el propio Fernando de los Ríos) no vacilaran en escoger Santander y este maravilloso lugar de la Magdalena, al pensar en la creación de una Universidad de Verano, sin necesidad de plantearse el problema de su justificación como oposición a la de Jaca. Resultaba, además, una compensación a nuestra falta de centros para estudios superiores.

 

         A la Institución se la ha tildado de elitista, como se la ha tildado de tantas cosas que realmente no fue. Lo cierto es que siempre se mantuvo abierta a cuantos de alguna manera mostraron interés por su espíritu y por sus métodos. La conciencia de lo excepcional de su esfuerzo, en la España que les tocó vivir, quizás llegó a crear en ellos un espíritu de clase. “Eran gentes selectas -me comentó en una carta Antonio Jiménez Landi-, pero no propiamente elitistas.” Habían elegido el camino que podía salvar la cultura del país y, como consecuencia, nos podría poner en condiciones para nuestra incorporación a la cultura europea, de la que tan alejados habíamos quedado. En el Boletín de la Institución correspondiente al 15 de junio de 1890, se puede leer: “La reforma de nuestra educación nacional, obra lentísima, si fuera de España camina paso a paso, sujeta a laboriosas crisis, marcha entre nosotros con bastante mayor lentitud; pero en ella nos cabe la honra de haber iniciado ciertos derroteros, una nueva orientación, procedimientos antes o desconocidos o desdeñados aquí.”

 

         Era deseo de la Institución que, poco a poco, sus resultados fueran calando en los niveles más bajos del pueblo. No podemos olvidar que el Patronato de Misiones Pedagógicas, creado por el gobierno de la Republica siendo ministro de Instrucción Pública Marcelino Domingo, fue una consecuencia inmediata e inteligente de los hombres de la Institución, y ya conocemos la labor pretendida por estas Misiones, que fue truncada, apenas iniciada, por La guerra civil.

 

         Confiemos en que los propósitos de la Fundación Giner de los Ríos, silenciados por decreto en mayo de 1940, como dije al principio, sean pronto una fecunda realidad.

 


Leído en el Primer Seminario sobre La Cuestión Regional en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo

15 de julio de 1980


 

domingo, 9 de julio de 2023

Mateo José Rodríguez

 

En torno al poeta Mateo José Rodríguez

 


            Estaba yo esperando la llegada a mis manos del ejemplar del libro La ceniza en los labios que me había prometido su autor, el buen amigo, Mateo José Rodríguez, cuando se anticipó el luminoso artículo publicado por el periodista Manuel Ángel Castañeda (evito lo de «excepcional periodista» que habría que anteponer a su nombre porque no es necesario).

 

            Cuando, escribo estas líneas sigue sin llegar el ejemplar a mi poder por circunstancias personales que lo han demorado. Pero ahí está el comentario de Castañeda para confirmarme lo que espero de este libro. Por circunstancias personales también, he tenido la fortuna de conocer alguno de los poemas de este, poeta que tan recatadamente se le escapan de las manos al autor y llegan al conocimiento de sus amigos.

 

            Como bien dice, Castañeda en su texto de referencia, Mateo José Rodríguez, «se debate entre el pudor de entregar su alma a extraño y el egoísmo de reservar las páginas a los amigos».

 

            ¡Cuánto bien ha hecho a los que nos encontramos entre éstos, al permitirnos gozar de su altura poética y cultivar nuestro espíritu! Este recato público nos completa su personalidad entre los que hemos tenido conocimiento desde hace tiempo de la calidad de su lírica. Estas «reliquias de las cosas perdidas» como define el autor a sus poemas, nacen con diáfana claridad ante sus lectores, entregados ya desde hace tiempo. La poesía de Mateo José Rodríguez ha ido creciendo en su alma y permitido a la vez el cultivo, del espíritu de 1os que le hemos seguido en esta tarea lírica y humana que nunca hemos sabido separar en él una de la otra. Poeta «escondido entre sus otros quehaceres», en frase de Manuel Ángel Castañeda, pero que yo me permito presentar recubiertos por una exquisita sensibilidad. En la obra de este amigo está radicalmente de manifiesto aquella expresión unamuniana: yo no doy conocimientos ni ideas; doy trozos del alma.

 


Publicado en

El Diario Montañés, “Cartas al Director”

12 de julio de 2001.