La Escuela de Artes y Oficios de Torrelavega
No hace mucho tiempo que me refería yo, en un acto público, a la importancia que tuvo para nuestro pueblo la labor de don Hermilio Alcalde del Río como creador y director de la Escuela de Artes y Oficios de Torrelavega, cuyo centenario está muy próximo al de la concesión del título de Ciudad a Torrelavega. Comenté entonces que esta importancia se pondría de manifiesto de manera destacada en los años siguientes, ya dentro del siglo XX, al que pasarían con armas y bagajes aspectos materiales y espirituales procedentes del último tercio del siglo XIX. Podemos agregar ahora que esta trascendencia encontró su más firme punto de partida en las enseñanzas que don Hermilio fue impartiendo entre sus alumnos desde los pasos iniciales de la Escuela.
A estos primeros pasos me voy a referir hoy aquí, pero no sin antes hacer una breve reflexión que nos puede situar con mayor claridad, en el momento y hasta en el origen, de aquellas enseñanzas. Porque a veces he pensado si nuestra Escuela de Artes y Oficios no fue una consecuencia, si no inmediata, sí próxima, del ambiente social en el que se movía entonces la vida de los ciudadanos. Naturalmente, una consecuencia posiblemente fortuita, pero, a veces, la historia, la historia de las cosas, nacen de circunstancias fortuitas que, al coincidir en el tiempo y en el espacio, dan lugar a nuevas formas de desarrollo humano; en este caso, al desarrollo de la vida de nuestro pueblo.
Cuando abrió sus puertas la Escuela en octubre de 1892, se está reflejando en Torrelavega, como en el resto de España, un enfrentamiento dialéctico que recorre Europa. Nuevas teorías sociales, educativas y religiosas, se abren camino entre la tupida fronda de un conservadurismo que había recibido fuerte respaldo con las decisiones del Concilio Vaticano I. Las ideas de libertad, igualdad y fraternidad con las que la Revolución Francesa había desconcertado a Europa, se enfrentan con aquéllas, a las que se unirían más tarde las tesis racionalistas que aportó el krausismo, divulgadas en España por la Institución Libre de Enseñanza.
Pero dejemos el tema así, nada más que enunciado, como hipótesis de trabajo a desarrollar posiblemente otro día, pero, sobre todo, corno una referencia que no hemos de perder de vista a la hora de valorar y tratar de comprender en toda su magnitud, lo que representó para Torrelavega la creación de la Escuela de Artes y Oficios y las ideas didácticas con la que la proyectó su director. Ideas orientadas, como veremos, hacia la promoción de la clase obrera, de la que se nutrió en gran medida, y a la que consiguió dotar de una preparación y hasta de una sensibilidad poco frecuente en aquellos años y hasta me atrevería a decir que ni en los actuales. Pero vamos a centrarnos en el tema que me he propuesto: los primeros pasos de la Escuela y la orientación que les da su director.
Don Hermilio Alcalde del Río fue el promotor, con otros convecinos de Torrelavega, de la llamada "Asociación para el fomento de la instrucción de las clases populares", nacida ese mismo año 1892, cuyo propósito único era la puesta en marcha y el mantenimiento de una Escuela que se dedicase a los fines que se indicaban en el título de la entidad creada.
El entusiasmo con que fue acogida esta asociación por una parte importante del vecindario fue notable. Torrelavega se sentía en aquellos momentos, como la mayor parte del territorio español, con una fuerza y voluntad de desarrollo notable, reflejo quizás de una engañosa idea de "restauración o regeneración" que se respiraba a todos los niveles, y que nos condujo en el ámbito nacional, paradójicamente, al desastre de 1898. Recuerden que en las mismas fechas en que se está gestando la creación de la Escuela, nuestro pueblo está empeñado en la realización de una obra que parecía escapar a las posibilidades humanas de aquellos convecinos: la construcción de una nueva iglesia que a algunos vecinos les parecía de exagerada magnitud, cuya primera piedra se acababa de colocar unos días antes de abrir sus puertas la Escuela. Cinco días después de esta efeméride está fechado el Reglamento por el que se iba a regir la vida de la Escuela de Artes y Oficios. En ambas empresas encontramos repetidos algunos nombres de vecinos como impulsores de ellas: Buenaventura Rodríguez Parets, José María Quijano, Carlos Castañeda, Ramón y José Fernández Hontoria y Joaquín Hoyos.
La asociación promotora de la Escuela contaba, como socios fundadores, además de estas personas citadas con una larga lista de ciudadanos de destacada presencia en el mundo de la cultura y de la vida industrial y comercial, todos dignos de nuestro mejor recuerdo y cuyos descendientes, en gran parte viven hoy entre nosotros.
El curso primero comenzó con una matrícula de 44-alumnos, en los locales de la Escuela de la villa, en la Plaza de Baldomero Iglesias, impropios desde el primer momento para el desarrollo de los proyectos concebidos por Alcalde del Río. Cuándo un grupo de antiguos alumnos decidió homenajear a su director en el año 1943, éste, en su discurso de agradecimiento, se refirió así a esta puesta en marcha: "Corría el año 1892, y se echaba de menos en la entonces villa, pero ya promesa pujante de Torrelavega, un centro de esta clase donde atender al perfeccionamiento técnico de los distintos oficios"
Durante el segundo curso (1893-1894), el eco que ha alcanzado la Escuela provoca la atención oficial, y la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Torrelavega consignan en sus presupuestos sendas subvenciones, a las que se añadieron valiosos obsequios de material con fines didácticos, procedentes, principalmente, de la Escuela Central de Madrid, que envió una selecta colección de modelos; del Ministerio de Fomento, que aportó una escogida biblioteca; de la Calcografía Nacional, con una buena colección de estampas...pero quizás el hecho más destacable en estos primeros años es el triunfo que logra un grupo de alumnos en el concurso abierto para realizar el rosetón de piedra que adora hoy la fachada principal de la iglesia de la Asunción que se empezaba entonces a construir. Es justo citar aquí los nombres de aquellos entonces muchachos, a los que algunos hemos conocido después, ya hombres y maestros indiscutibles de sus oficios: Florencio y Joaquín Fernández‚ Federico Gutiérrez, Joaquín, Felix y Teodoro Herreros, José Manuel Casuso y Emilio Andrés.
Aumenta el número de alumnos y cuando llega la Escuela al curso 1895-1896 ya son 67. En el cuadro de honor de este curso se leen los nombres de convecinos nuestros que, como los que he citado anteriormente, llegarían a ser personas destacadas en sus respectivas profesiones. Así, Joaquín Fernández Herreros, modelo de profesionales y de ciudadanos honestos, a quien encontraremos repetidas veces en el cuadro de honor de años sucesivos; Luciano Herrero, Nazario Asensio, Gaspar Leza, Pedro Redón, Victoriano Montoto y su hermano Fernando, José Peón, Gilberto y Francisco Cotera, Victoriano Daguerre, Vicente Esquivel y Julio G. del Río.
El director está entusiasmado ante los buenos resultados con que empieza su obra y en el discurso de inauguración del curso siguiente deja constancia de ese entusiasmo y, sobre todo, se refleja en el texto su preocupación por la formación de la clase obrera "Es un acto de justicia -dice-, de comprensión y de gratitud, todo lo que tiende al mejoramiento de una clase, que al fin y al cabo es la que más contribuye con su óvalo de sudor y de sangra al sostenimiento de las cargas sociales". Y más adelante, en el mismo discurso, al referirse a los apoyos de toda clase que está recibiendo la Escuela, añade: "Con estas cooperaciones podremos colocar a la Escuela de Artes y oficios de esta ciudad, en análogas condiciones que otros centros modelo de este género, formando Museo y Laboratorio, estableciendo talleres y ampliando las actuales enseñanzas; en una palabra, completando los elementos actuales hasta construir lo que con mucha propiedad se ha dado en llamar Universidades del porvenir"
Vean en estas palabras la gran ilusión y altura de miras que animaba a don Hermilio, quien, en 1896, hace ya casi un siglo, habla de "Universidades del porvenir" refiriéndose a centros de culturización de la clase obrera que hoy estamos viendo desarrollarse en algunos lugares de España con el nombre de Universidades Populares. "Juntamente con los estudiantes del Bachillerato -dice en otro escrito-, coexistirán los obreros, los artesanos, que también tienen derecho a percibir lo bello y a atesorar lo útil".
Insisto en la importancia que tuvo para nuestro pueblo esta Escuela. Torrelavega pudo contar después con su sobresaliente plantel de profesionales, auténticos maestros en su oficio, gracias al esfuerzo de su director, pero unos maestros en su profesión muy singulares, y esto quiero destacarlo. Las enseñanzas de la Escuela dotaban al albañil, al cantero, al ebanista, al ajustador, hasta al confitero (que más de uno acudió a ella), de un concepto muy elevado sobre la importancia de su oficio, que los llevaba a convertirle en una delicada labor de artesanía, en ocasiones rayana en el arte. No olvidemos que la Historia del Arte, cuando aún no se estudiaba como disciplina obligatoria en los Institutos y en las Universidades, fue asignatura que frecuentaron los alumnos que pasaron por esta Escuela. Fue esta una vertiente en la vida del Centro, en la que don Hermilio puso un gran interés, llevando el acercamiento al arte en visitas comentadas a monumentos próximos a Torrelavega, en las que, además, en entrañables coloquios con ellos, que se provocaban en los largos paseos, aprovechaba para completar su formación social y ciudadana.
Merece la pena añadir un breve comentario más sobre las ideas pedagógicas de Alcalde del Río. Cuando en enero de 1898 se convocó en Barcelona la IV Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, el director de la Escuela nombró una junta formada por los propios alumnos, que se encargó de coordinar toda la labor necesaria conducente a la participación de la Escuela en el certamen.
No se conforma con dirigir y dar vida al Centro, sino que piensa que para dotarle con la eficacia necesaria y como un complemento de la formación del alumnado, es importante responsabilizarles en las tareas. Esto cuando todavía estábamos a finales del siglo XIX, época en la que aún se mantenía el criterio de que "la letra con sangre entra".
Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que don Hermilio Alcalde del Río, con su Escuela, fue parte importante de la prosperidad que en todos los órdenes vivió nuestro pueblo en años siguientes. No vacilaba Alcalde del Río cuando afirmaba que esto iba a ser así. En el discurso que pronunció abriendo el curso 1905-1906, dijo: "La labor educativa de la Escuela de Artes y Oficios es de alta trascendencia social y uno de los sostenes que más sólidamente se han de afianzar para conseguir llegar al ingreso de nuestra patria en el concierto de las naciones modernas..."
Si pensamos ahora en las Escuelas de Formación Profesional de hoy y en la insistencia con que se está revalorizando su labor ante nuestra presencia en Europa, podremos calificar en su justa medida la labor de don Hermilio Alcalde del Río y el beneficio que representó para nuestro pueblo su Escuela de Artes y Oficios.
Publicado en:
El Diario Montañés, 19 de Marzo de 1995
No hay comentarios:
Publicar un comentario