martes, 3 de mayo de 2022

CENTRALIZACIÓN Y ESTACIONALIDAD DE LA CULTURA EN CANTABRIA

 

CENTRALIZACIÓN Y ESTACIONALIDAD

DE LA CULTURA EN CANTABRIA

 



 

Cuando se me habló desde la Dirección de El Diario Montañés de la intervención en este acto, entendí que tendría que hacerlo situado en el punto de vista de mi condición de residente en una localidad fuera de la capital de la región. Comentar el tema de la Cultura y el Arte que aquí nos convoca, desde una perspectiva fundamentalmente descentralizadora. Actuar algo así como de “Defensor del pueblo” o de los pueblos. Ver cómo ha transcurrido la vida cultural y artística en general de los pueblos de Cantabria, durante los últimos diez años, de lo que ha sido fiel reflejo el Anuario que publica El Diario Montañés.

 

Antes de entrar en el tema que me he propuesto, y para que no se piense que estas notas tienen solamente el carácter de un pliego de agravios, quiero anticipar que soy consciente de las dificultades de muy diverso tipo que presenta el llevar la cultura y el arte a lo que podemos llamar, para el comentario que sigue, el “Sur profundo” de la región. Los espectáculos, sean del signo que fueren, precisan de un público más o menos numeroso que los acoja y ante este condicionamiento nos encontramos con una cuestión que ha sido caballo de batalla en cuanto surge el tema de la culturización. Culturizar es cultivar y si no se cultiva no se puede aspirar a alcanzar el mínimo nivel de formación que exige la recepción de un espectáculo cultural por parte del público a quien va destinado. Insisto, espectáculo cultural, que hay que distinguirlo de lo que es simplemente espectáculo. Y si este público no existe hay que tratar de crearle.

 

A propósito de esto recuerdo la eficiente labor llevada a cabo en este sentido por la Diputación Provincial de Santander en los años centrales de este siglo en el que nos encontramos. Para ello crearon, dentro de su organigrama, un Centro Coordinador de Bibliotecas del que fueron promotores y eficaces impulsores Ignacio Aguilera y Pablo Beltrán de Heredia. Con su labor dotaron de centros públicos de lectura y casas de cultura a lugares como Reinosa, Torrelavega, Castro Urdiales, Cabezón de la Sal o Astillero. No se limitaron a estas localidades que están situadas en las líneas de comunicación más concurridas dentro de la región; lo extendieron a lugares como Villafufre, Renedo de Piélagos, Ramales de la Victoria y hasta Bárcena de Pie de Concha, y allí llevaron no sólo los lotes de libros precisos para nutrirlas, sino que organizaron exposiciones y actos públicos en los que importantes nombres de la cultura ocuparon las tribunas de algunas de estas modestas bibliotecas: Gerardo Diego, Ricardo Gullón, Gili Gaya, Luis Felipe Vivanco, José Hierro, Julio Maruri, Joaquín de la Puente, entre otros, editándose algunos de los textos de estas conferencias, hecho de singular interés porque es lo que ha quedado para las generaciones posteriores.

 

El paso del tiempo, y otras circunstancias, desmontaron después parte importante de aquellos centros, pero la semilla quedó echada y su recuerdo nos hace evocarlos con nostalgia.

 

En cuanto a la importancia del libro en la formación cultural no es necesario insistir; además se ha hablado de ella aquí en reuniones anteriores, por autoridades competentes. Únicamente me permito volver sobre lo que ya se ha dicho, en el sentido de lamentar la paralización producida en la publicación de libros por parte de las entidades públicas, cosa que también nos hace volver la cabeza con nostalgia a aquellas colecciones que fueron apareciendo de la mano de la Diputación Provincial hasta no hace muchos años, y también, fuera del ámbito oficial, de la mano de entusiastas particulares, que por su interés han sido buscadas ávidamente a nivel nacional.

 

* * *

 

Vayamos a años más recientes; los recogidos en los Anuarios y sirviéndonos de estos como guía.

 

En el primero, del año 1985, se lee: “Desde el punto de vista cultural Cantabria ha seguido manteniendo un nivel muy alto”, añadiendo que “se ha entendido el problema de la desestacionalización con importantes progresos en épocas bajas”. Y en otro lugar del mismo número: “el año 85 ha sido particularmente rico en manifestaciones culturales de toda índole”.

 

Esto es cierto, pero teniendo en cuenta que se trata de las que han tenido lugar en la capital, para las que se elogia el haber entendido debidamente “el problema de la desestacionalización”.

 

El otro problema, el de la descentralización, fue intentado por el Festival Internacional de Santander, que llevó algunas de sus actuaciones musicales a lugares como Santillana del Mar, Potes, San Vicente de la Barquera, Laredo, Reinosa, Torrelavega, Castro Urdiales, Comillas, Isla, entre otros. La Consejería de Cultura promocionó también actuaciones musicales en diversos Ayuntamientos de la provincia; tanto estas como aquellas en época estival.

 

La Caja de Cantabria, como ya nos explicó debidamente Jesús Maza en su intervención del viernes pasado, ha apoyado generosamente actos culturales de diverso tipo con una meritísima ampliación sucesiva de su presupuesto para estos fines. Y a esto mismo tiene que llegarse en las entidades oficiales. En los presupuestos anuales no puede faltar el capítulo cultural en la cuantía precisa. Y sobre todo, que esta cuantía no vaya enfocada en una dirección única, o casi única, que falsearía el objetivo de equidad de los mismos en cuanto a su llegada al

Público, tanto de la capital como de la región en general.

 

Al año siguiente, 1986, el Anuario se ve obligado a titular uno de sus artículos “1986 o  el desencanto”, destacando como única salvedad lo que llama “la concentración veraniega” a cargo del FIS; es decir, ni desestacionalización ni descentralización. Pueblos con cierta fuerza propia, como Torrelavega, Reinosa, Laredo, programan, como pueden, algunas actuaciones culturales, insistiéndose en 1987 en que “se acusa una fuerte decepción ante la escasa oferta oficial y hasta en la particular...”

 

La UIMP, el FIS y la Universidad de Cantabria, esta última, por ejemplo, con los cursos de Laredo, cubrieron en gran medida la oferta que se despliega en el verano: “Hay una cultura veraniega”, se dice en 1989; y se añade que “tras el verano se instaura la calma y Santander se convierte en un paramo cultural”. En cuanto a lo que me he permitido llamar el “Sur profundo”, música folk y popular, coros y danzas, algo de teatro, todo centralizado en las localidades habituales, donde los respectivos ayuntamientos echan una mano económica sobre los que tenemos que lamentar que las más de las veces se queda sólo en “espectáculo” lo que se pretendía como “espectáculo cultural”.

 

1990. “Llevamos años escribiendo de los males que afectan ala cultura de Cantabria... y pasan los años sin que se produzca mejora alguna...” Son palabras de un artículo en el Anuario de este año 1990. Y a medida que nos acercamos a fechas más recientes, los comentarios continúan siendo del mismo signo: “... la cultura en Cantabria sigue anclada en los seculares vicios y virtudes” a los que da el nombre de “la estacionalidad”, “a desilusión” y “la falta de apoyo institucional”, insistencias y temores que se repetirán en los años que siguieron.

 

En el anuario publicado para 1993, uno de los firmantes se lamenta de “la desarticulación de la provincia al contar solo con un eje geográfico potente...”, “quedando desguarnecido el resto, donde la promoción artística es mínima en su conjunto”.

 

El lector que busque en estos anuarios un índice de la oferta cultural que se ha hecho llegar a los pueblos de Cantabria situados fuera de las líneas de comunicación más concurridas, vera que existe una notable diferencia, no sólo con la de los presentados en Santander capital, si no también con los actos que han tenido lugar en los pueblos de la franja costera. La concentración humana es, naturalmente, la razón que lo provoca, pero una política cultural bien entendida debe de procurar que se cubran en la medida de lo posible, y hasta de lo imposible, las lagunas a que esto da lugar.

 

No se si una concentración cultural a la manera que lo es la concentración escolar, pudiera ser un acercamiento a la solución. La busca de puntos geográficos estratégicos dentro de la región, a los que llevar estas actividades culturales, podría ser una manera de resolver el problema inicial, el de la reunión de un mínimo de personas que justifique la realización de los espectáculos.

 

Además, la educación primaria y secundaria, que están alcanzando prácticamente a toda la región de manera muy eficaz, puede llegar a proporcionar la base humana precisa para que los actos culturales encuentren en el futuro el eco apetecido en ese “Sur profundo” de Cantabria.

 

Y termino volviendo a recordar la labor realizada hace cincuenta años por el Centro Coordinador de Bibliotecas y otras entidades públicas y privadas en años inmediatos siguientes a aquellos. La experiencia de todo tipo que se haya podido acumular desde entonces, quizás pueda aportar ideas para mejorarlo y ampliarlo.

 

 


 

Leído en la mesa redonda sobre Cultura y Arte, organizada en conmemoración del X aniversario del Anuario de Cantabria editado por el Diario Montañés.

Salón de Actos del Ateneo de Santander, 3 de mayo 1995

No hay comentarios:

Publicar un comentario