domingo, 24 de abril de 2022

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JOSÉ HIERRO y IV

 

CUANDO EN 1982 SE HABLABA

 DEL PREMIO NOBEL PARA JOSÉ HIERRO

 

 


 

Dos distinguidas personalidades del mundo cultural español, las dos de un destacado relieve en el ámbito literario, se referían en el año 1982 a la posibilidad de que se le concediera el Premio Nobel al poeta José Hierro. Se trataba del profesor Ricardo Gullón y de Aurora de Albornoz, esta última poeta y destacada en la crítica de la literatura contemporánea. Ambos se encontraban en Santander el verano del año citado, interviniendo en un curso con el título “La renovación de la novela española”, dirigido por Gullón en las aulas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

 

Su referencia entonces a José Hierro como digno de la concesión del Premio Nobel fueron recogidas en la prensa diaria local. El 18 de agosto se publicaron unas declaraciones de Gullón a José Angel San Martín, que el periódico destacaba con este titular: “José Hierro es el único que merece el Premio Nobel” y el subtítulo “Ya es hora de que se reconozcan sus méritos”. El periodista le recordaba que del curso anterior había surgido un manifiesto pidiendo el Nobel para Camilo José Cela. Comentando aquella decisión del curso precedente, Gullón contestó: “... no es nuestra tarea. Aquí nos reunimos para tratar de enseñar literatura a los estudiantes. Ahora bien, si hay algún personaje que merezca el Premio Nobel es José Hierro; ya es hora de que se le reconozcan los méritos...”

 

Pocos días después, 4 de septiembre, aparecieron otras declaraciones al mismo periodista, realizadas por Aurora de Albornoz, a quien la había hecho una pregunta sobre su opinión en cuanto a la concesión del Nobel próximo, a lo que respondió: “... José Hierro es uno de los grandes poetas del siglo XX, pero para obtener el Nobel ha de ser traducido y no lo está” y aludía también a la juventud de José Hierro entonces como una dificultad.

 

Hoy podemos comentar sobre estas afirmaciones que una amplia selección del último libro de Hierro, Cuaderno de Nueva York, ha sido traducido al inglés el año pasado y que hoy el poeta tiene ya setenta y siete años. A esto podemos añadir las importantes distinciones de que ha sido objeto su obra desde aquel año 1982, como el Premio Nacional de las Letras Españolas (1990); el Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana (1995) y el Cervantes (1998).

 

La reciente candidatura ya aprobada para su ingreso en la Real Academia Española de la Lengua, ha puesto de manifiesto nuevamente, en boca de ilustres personalidades, los valores de la obra poética de Hierro. El secretario de dicha Academia, Domingo Indurain ha hablado de que es “un valor reconocido por el mundo”; Lázaro Carreter, exdirector de la misma Institución, ha dicho: “le echamos muchísimo de menos en la Academia”

 

¿No es hora de que desde Santander se rompa el mutismo oficial en esta labor, pidiendo el Nobel para José Hierro? ¿Y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, por la que es Doctor Honoris Causa...?


Publicado en:

El Diario Montañés, 23 de Marzo de 1999

 

Si desea recibir un pdf con todos los escritos de Aurelio García Cantalapiedra sobre José Hierro que yo he encontrado, puede solicitarmelos al correo: nachogarciasoto@gmail.com. Le pasaré un enlace para que pueda descargarselos.

domingo, 17 de abril de 2022

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JOSÉ HIERRO III

 

Alucinaciones en torno a José Hierro

 

Busqué el azul, perdí la juventud..

(Francisco Brines)

 

         En la búsqueda de la plenitud del azul, ¿perdimos la juventud?, ¿no existió el otoño que todo lo madura? Esta hora de quietud y de obligado reposo, me invita a volver a los recuerdos, envuelto en una nostalgia sin remedio.

 

         Años de vino y de rosas, escribí de ellos en otro lugar. Medio siglo después suenan estos años en la memoria con la pasión que les concede el encuentro que querríamos vivo hoy. El azul de la mar inundaba aquellas horas; versos, paseos sin un destino fijado, sin una conversación ordenada, como tampoco lo estaba la existencia por la que transcurríamos inconscientes.

 

         El número de amigos cercanos se acrecentaba. José Hierro, en el centro ya, dominando con su verso y personalidad, con la misma desbocada vitalidad que un día le haría preguntarse a Ricardo Gullón: “¿A dónde corres, Pepe Hierro?”. Era un correr hacia la vida en busca del azul intenso. Horas y días en el estudio del fotógrafo Duomarco, en compañía de José Luis Hidalgo y Jaime Giménez; en interminables tertulias de café; en la casa familiar de la calle Vargas, llena de amigos, en la que en el corazón de todos faltaría pronto la presencia de Doña Esperanza, que ejercía de madre bienamada.

 

         “Piense usted –dijo años más tarde José Hierro- que esto ocurría en torno a la guerra civil española, en un momento en que la poesía andaba total y absolutamente aislada, no pertenecía a la vida real...” Sin embargo, esta era la vida real,  envuelta en sueños y alucinaciones. Con Gerardo Diego como maestro. Y con Juan Ramón Jiménez y con Alberti, que se pueden rastrear en aquellos poetas que les seguían verso a verso.

 

         Y con la realidad de cada día. Estaban callando las armas, pero no todas las angustias, mitigadas por el manto protector de quien podía hacerlo.

 

         De estos años quedó el valioso testimonio de Tierra sin nosotros y Con las piedras, con el viento, libros escritos entonces por Hierro, que vuelve hoy y siempre, con su poesía, para hacer renacer en nosotros las cenizas guardadas en el recuerdo.

 


Publicado en:

El Diario Montañés, 6 de septiembre de 1995

 

 

domingo, 10 de abril de 2022

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JOSÉ HIERRO II

 

Los primeros escritos de José Hierro sobre Arte

 

 


 

En unas declaraciones de José Hierro al periodista Jaime de la Fuente, publicadas en El Diario Montañés, de Santander, el 8 de marzo de 1970, comentaba: "También entonces comencé a interesarme por el arte. Recortaba en Blanco y Negro y en ABC, las crónicas de pintura de Abril, crónicas del año treinta y tantos que yo juzgaba con mis inmaduros doce, quince años". Por este camino del recuerdo, volvía Hierro a su encuentro inicial con el arte. Entre aquella admiración temprana por los escritos de Manuel Abril y la proyección nacional alcanzada después como crítico, hubo de vivir una primera etapa que pasó por el paralelo de la posguerra santanderina.

 

La vida artística de la ciudad, en los años inmediatos a la conclusión de la guerra civil, estaba  tan apagada como en la mayor parte de las capitales españolas. El Ateneo de Santander, cuya sección de artes plásticas dirigía Fernando Calderón y Gómez de Rueda, realizó los esfuerzos posibles entonces para vencer la inercia de unos años tan difíciles. Organizó exposiciones, con la obra de los jóvenes que empezaban a pintar: Agustín Pardo, Fernando Calderón hijo, Miguel Vázquez, Carlos Rincón, Julio de Pablo, el caricaturista Francisco, José Luis Hidalgo... Entre esas exposiciones, intercaló una muestra de la pintura de Agustín Riancho, sorpresa y novedad para la mayoría de los visitantes, y, más tarde, de dos clásicos locales, Flavio San Román y César Abín, más otra de José Gutiérrez Solana... Pero lo cierto es que no se ofreció novedad plástica alguna, cosa que, por otra parte, tampoco ora reclamada por el público, espeso y municipal, que acudía a visitar las exposiciones.

 

Poco más puede decirse de aquellos años que alcanzan hasta algo más de mediada la década de los cuarenta. La Delegación Provincial de la Subsecretaría de Educación Popular se sumó al esfuerzo del Ateneo y habilitó para exposiciones una de las salas de su domicilio, en la primera planta del número 23 del Paseo de Pereda, bajo la dirección, del poeta Julio Maruri. En diciembre de 1946, colgó allí su obra el acuarelista Manuel Liaño; en noviembre de 1947, el pintor valenciana Ricardo Zamorano.

 

En 1944, "y sin saber por qué -según escribiera Gregorio Marañón, refiriéndose a otra época santanderina ya pasada-, una generación de hombres afanosos de saber, llenos de espiritual inquietud, lectores incansables, discutidores de todos los temas...", había hecho su aparición en Santander, agrupados alrededor de la revista Proel. La entusiasta labor emprendida por los jóvenes de este grupo, que contaron desde el primer momento con el apoyo del gobernador civil, Joaquín Reguera Sevilla, y del subjefe provincial del Movimiento, Pedro Gómez Cantolla, produjo un interesante cambio en el ambiente intelectual de la ciudad, que se dividió entre proelistas y antiproelistas. De tal manera, que en 1948 la vida artístico se vio sacudida de forma importante.

 

Puede considerarse, en efecto, esta fecha como la del despegue de Santander en el campo de las artes plásticas, después del periodo oscuro de la guerra civil y del inmediato siguiente. Aquel año fue instalada una sala de exposiciones en el denominado "Palacete del Embarcadero", situado en el muelle, junto a los Jardines de Pereda. Allí se expuso en agosto, una colección de obras de pintores centroeuropeos, bajo el patrocinio de la Subsecretaría de Educación Popular, y, en el mismo mes, el pintor burgalés Modesto Ciruelos presentó una muestra de su pintura, organizada, conjuntamente, por el Ateneo y el grupo de Proel. Con motivo de esta exposición, haría su -aparición José Hierro en la prensa santanderina, al publicar en el diario Alerta, el 4 de setiembre, un comentario a la obra de Ciruelos. Con este artículo se inician sus actividades como crítico de arte.

 

Aquel mismo año de 1948, otro grupo de intelectuales de la ciudad, que se reunía los sábados por la tarde en la sede de uno de los diarios locales, crearon el titulado "Saloncillo de Alerta". La nueva sala fue inaugurada, en setiembre, con una exposición de dibujos y gouaches del artista alemán Mathias Goeritz, a quien se debe la idea de la creación de la "Escuela de Altamira". Con motivo de esta exposición, apareció el día 25 en Alerta el segundo artículo de José Hierro, donde pudieron leerse juicios como este: "Frente al academicismo, nos gusta Goeritz, por lo que a él no le gusta; por lo que tiene de revulsivo.  Frente el hombre culto, al abierto a todo soplo de novedad, nos desagrada, por aquello que a él le atrae: por ser arte en que lo humano ha sido ahogado". Importante lección en esos momentos que estaba viviendo la ciudad en el terreno de las bellas artes.

 

El 8 de diciembre publicaría un nuevo artículo en Alerta, sobre una exposición de Ricardo Zamorano en el "Saloncillo" y el 29 de enero del año siguiente, otro sobre las acuarelas de Manuel Liaño mostradas en el mismo lugar, de quien escribió también la nota aparecida en el catálogo de la exposición.

 

El 25 de junio de 1949, abrió sus puertas la "Casa de Proel", instalada en un "barracón" de la tradicional plaza de Pombo. Las actividades que desarrollaron en su nuevo domicilio los proelistas, desde su inauguración hasta la clausura en el verano de 1.952, representaron un paso más, y notable, en la actividad culturas santanderina. Exposiciones notables (Vázquez Díaz, Pancho Cossío, Arias, Álvaro Delgado, Menchu Gal, Eduardo Vicente,...), conciertos y conferencias de las más destacadas personalidades del país, tuvieron lugar en el barracón. José Hierro fue el cronista fiel y riguroso de las exposiciones, pero, además, fueron suyos los textos de presentación de los artistas en algunos de los espléndidos catálogos.

 

En aquellos últimos años de década de los  40, cuando los medios intelectuales de la ciudad habían alcanzado un nivel cultural apreciable, resaltan de manera singular las reuniones de los miembros de la Escuela de Altamira. Aun cuando se celebraron en Santillana del Mar, su eco llegó hasta la capital de la provincia, donde era ya muy amplio el círculo propicio a los nuevos vientos artísticos que aportaba la Escuela. Los dos encuentros celebrados por los destacados artistas y críticos de arte que integraban la Escuela, tuvieron lugar en los meses de setiembre de 1949 y 1950.

 

Hierro acudió puntualmente a estas reuniones, intervino en un recital poético y tomó parte activa en las discusiones que solían promoverse después de la lectura de cada ponencia. Además, su presencia en la primera semana, le impulsó a escribir un extenso ensayo, aparecido en el número 6, segunda época, de Proel (verano de 1950), con el título "El arte de hace un día". Cuando en el mes de setiembre volvieron a reunirse en Santillana del Mar los miembros de la Escuela de Altamira, el poeta y crítico de arte Luis Felipe Vivanco hizo alusión a ese ensayo, con algunos de cuyos aspectos se mostró en desacuerdo, aunque reconociera el gran interés de su contenido. Años más tarde, en 1973, publicaría Hierro en La Actualidad Española un amplio resumen sobre el desarrollo del arte en España, desde los años siguientes a la terminación de la guerra civil, y en el escribió: "Creo que en la preparación del camino -alude a la renovación del arte en nuestro país- tiene una importancia fundamental la Escuela de Altamira".

 

En los años 1951, 1952 y 1953, en que fijó su residencia en Madrid, se suceden sus colaboraciones en Alerta; pero las relativas a los temas relacionados con el arte son cada vez más espaciadas, como podrá comprobar el lector en la referencia que ofrezco a continuación de tales colaboraciones.

 

 


 

Revista Peña Labra

Nº 43-44 págs. 25 y 26

Primavera-Verano 1982

 

domingo, 3 de abril de 2022

CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE JOSÉ HIERRO I

 

 


 

INFORMACIÓN DE DON AURELIO GARCIA CANTALAPRIEDA, EN EL EXPEDIENTE INCOADO PARA LA CONCESIÓN DEL TÍTULO DE HIJO ADOPTIVO Y POETA DE CANTABRIA A DON JOSE HIERRO REAL

 

 

 

La vinculación de José Hierro a Cantabria ha sido profusamente reiterada por el propio Poeta y siempre con palabras cargadas de emoción. Precisamente, la circunstancia de su nacimiento en Madrid y ésta insistencia suya en el afecto hacia nuestra Región, han dado lugar a que el tema surja en cuantas entrevistas periodísticas ha tenido que afrontar. En todas, su contestación ha tenido el mismo sentido: “Soy, a todos los efectos, santanderino”; “Yo me considero cántabro”; “Mi poesía está impregnada del paisaje de Cantabria”…

 

Cuando en el año 1953 le fue concedido a José Hierro el Premio Nacional de Poesía, toda la prensa se hizo eco de la misma afirmación: “A Hierro se le conoce por el poeta montañés”; “Premio Nacional de Poesía al poeta cántabro José Hierro”; “Nació en Madrid, pero dice siempre que es de Santander”.

 

Esta vinculación que Hierro ha repetido siempre con orgullo, no sólo está directamente expresada en sus palabras para el público; aparece, o se trasluce, en su producción poética. El paisaje de nuestra Región, sobre todo el mar, la bahía santanderina, están ya en su primer libro, donde su presencia es notoria. Pero no faltan también en ninguno de los siguientes. En el primero, TIERRA SIN NOSOTROS, encontramos nombres propios, como en el poema “Entonces”, en el que se puede leer:

 

Nombres de tiempos, de lugares

deshojados diariamente:

-Piélagos, Hoces, Montes Claros

 

El libro, aún sin citar nombres concretos, es un hermoso canto a Cantabria.

 

En otros, como ALEGRÍA, en el que aparecen versos que están escritos fuera de Santander, asoma la nostalgia, que le lleva a mencionar lugares guardados en su memoria. Así, en el poema titulado “Después de la lluvia de otoño”, con una clara ambientación en Cantabria, escribe:

 

Repito los nombres que ofrecen un nido

una bahía de paz a la infancia tronchada.

-El Faro, la Isla de Santa Marina

pienso en la mole maciza de Peña Cabarga

 

En la obra de José Hierro encontramos siempre reflejado el paisaje de nuestra Región. El Poeta ha escrito: “Soy un personaje que repite su paseo por el mismo lugar. El paisaje de fondo de ese caminante es siempre Santander”. El paisaje verde de nuestros campos, pero sobre todo y primero, el mar, la bahía santanderina, el puerto, las playas, son motivos frecuentes para su inspiración. Como muestra, recordemos sus artículos publicados en el Diario Alerta de esta ciudad: “Una pequeña playa para los desencantados: la de Los Peligros” (22-7-1953); “El Puntal, una playa para los que aman la alegría de vivir” (25-7-1953); “La Magdalena, un rincón para soñar leyendas” (29-7-1953); “Una jaula de oro: La Primera Playa" (2-8-1953); “Mataleñas, una playa de robinsones" (6-8-1953); “La Segunda Playa o el nostálgico ayer" (13-8-1953).

 

Cuando le fue entregado el Premio March, un periodista le preguntó: ¿Por qué se considera santanderino?. La contestación de Hierro fue: “Los años fundamentales de mi infancia y adolescencia, los he pasado en Santander, pues la mayor parte de mi expresión poética es del Norte”

 

Otros versos y otras declaraciones del Poeta podrían añadirse para hacer patente su amor a Cantabria, a la que comenzó a vincularse en el año 1925, desde que su padre, Oficial de Telégrafos, llegó aquí destinado. Vinculación y amor que él ha ido repitiendo constantemente, respaldado por su gran personalidad humana y literaria, de la que nuestra Región se siente justamente orgullosa.

 

Santander, diez de agosto de mil novecientos ochenta y dos