Los primeros escritos de
José Hierro sobre Arte
En unas declaraciones de José
Hierro al periodista Jaime de la Fuente, publicadas en El Diario Montañés, de Santander, el 8 de marzo de 1970, comentaba:
"También entonces comencé a interesarme por el arte. Recortaba en Blanco y Negro y en ABC, las crónicas de pintura de Abril, crónicas del año treinta y
tantos que yo juzgaba con mis inmaduros doce, quince años". Por este
camino del recuerdo, volvía Hierro a su encuentro inicial con el arte. Entre
aquella admiración temprana por los escritos de Manuel Abril y la proyección
nacional alcanzada después como crítico, hubo de vivir una primera etapa que
pasó por el paralelo de la posguerra santanderina.
La vida artística de la ciudad,
en los años inmediatos a la conclusión de la guerra civil, estaba tan apagada como en la mayor parte de las
capitales españolas. El Ateneo de Santander, cuya sección de artes plásticas
dirigía Fernando Calderón y Gómez de Rueda, realizó los esfuerzos posibles
entonces para vencer la inercia de unos años tan difíciles. Organizó
exposiciones, con la obra de los jóvenes que empezaban a pintar: Agustín Pardo,
Fernando Calderón hijo, Miguel Vázquez, Carlos Rincón, Julio de Pablo, el
caricaturista Francisco, José Luis
Hidalgo... Entre esas exposiciones, intercaló una muestra de la pintura de
Agustín Riancho, sorpresa y novedad para la mayoría de los visitantes, y, más
tarde, de dos clásicos locales, Flavio San Román y César Abín, más otra de José
Gutiérrez Solana... Pero lo cierto es que no se ofreció novedad plástica
alguna, cosa que, por otra parte, tampoco ora reclamada por el público, espeso
y municipal, que acudía a visitar las exposiciones.
Poco más puede decirse de
aquellos años que alcanzan hasta algo más de mediada la década de los cuarenta.
La Delegación Provincial de la Subsecretaría de Educación Popular se sumó al
esfuerzo del Ateneo y habilitó para exposiciones una de las salas de su
domicilio, en la primera planta del número 23 del Paseo de Pereda, bajo la
dirección, del poeta Julio Maruri. En diciembre de 1946, colgó allí su obra el
acuarelista Manuel Liaño; en noviembre de 1947, el pintor valenciana Ricardo
Zamorano.
En 1944, "y sin saber por
qué -según escribiera Gregorio Marañón, refiriéndose a otra época santanderina
ya pasada-, una generación de hombres afanosos de saber, llenos de espiritual
inquietud, lectores incansables, discutidores de todos los temas...",
había hecho su aparición en Santander, agrupados alrededor de la revista Proel. La entusiasta labor emprendida
por los jóvenes de este grupo, que contaron desde el primer momento con el
apoyo del gobernador civil, Joaquín Reguera Sevilla, y del subjefe provincial
del Movimiento, Pedro Gómez Cantolla, produjo un interesante cambio en el
ambiente intelectual de la ciudad, que se dividió entre proelistas y
antiproelistas. De tal manera, que en 1948 la vida artístico se vio sacudida de
forma importante.
Puede considerarse, en efecto,
esta fecha como la del despegue de Santander en el campo de las artes
plásticas, después del periodo oscuro de la guerra civil y del inmediato
siguiente. Aquel año fue instalada una sala de exposiciones en el denominado
"Palacete del Embarcadero", situado en el muelle, junto a los
Jardines de Pereda. Allí se expuso en agosto, una colección de obras de
pintores centroeuropeos, bajo el patrocinio de la Subsecretaría de Educación
Popular, y, en el mismo mes, el pintor burgalés Modesto Ciruelos presentó una
muestra de su pintura, organizada, conjuntamente, por el Ateneo y el grupo de
Proel. Con motivo de esta exposición, haría su -aparición José Hierro en la
prensa santanderina, al publicar en el diario Alerta, el 4 de setiembre, un comentario a la obra de Ciruelos. Con
este artículo se inician sus actividades como crítico de arte.
Aquel mismo año de 1948, otro
grupo de intelectuales de la ciudad, que se reunía los sábados por la tarde en
la sede de uno de los diarios locales, crearon el titulado "Saloncillo de
Alerta". La nueva sala fue inaugurada, en setiembre, con una exposición de
dibujos y gouaches del artista alemán Mathias Goeritz, a quien se debe la idea
de la creación de la "Escuela de Altamira". Con motivo de esta
exposición, apareció el día 25 en Alerta
el segundo artículo de José Hierro, donde pudieron leerse juicios como este:
"Frente al academicismo, nos gusta Goeritz, por lo que a él no le gusta;
por lo que tiene de revulsivo. Frente el
hombre culto, al abierto a todo soplo de novedad, nos desagrada, por aquello
que a él le atrae: por ser arte en que lo humano ha sido ahogado".
Importante lección en esos momentos que estaba viviendo la ciudad en el terreno
de las bellas artes.
El 8 de diciembre publicaría un
nuevo artículo en Alerta, sobre una
exposición de Ricardo Zamorano en el "Saloncillo" y el 29 de enero
del año siguiente, otro sobre las acuarelas de Manuel Liaño mostradas en el
mismo lugar, de quien escribió también la nota aparecida en el catálogo de la
exposición.
El 25 de junio de 1949, abrió
sus puertas la "Casa de Proel", instalada en un "barracón"
de la tradicional plaza de Pombo. Las actividades que desarrollaron en su nuevo
domicilio los proelistas, desde su inauguración hasta la clausura en el verano
de 1.952, representaron un paso más, y notable, en la actividad culturas
santanderina. Exposiciones notables (Vázquez Díaz, Pancho Cossío, Arias, Álvaro
Delgado, Menchu Gal, Eduardo Vicente,...), conciertos y conferencias de las más
destacadas personalidades del país, tuvieron lugar en el barracón. José Hierro
fue el cronista fiel y riguroso de las exposiciones, pero, además, fueron suyos
los textos de presentación de los artistas en algunos de los espléndidos
catálogos.
En aquellos últimos años de
década de los 40, cuando los medios
intelectuales de la ciudad habían alcanzado un nivel cultural apreciable,
resaltan de manera singular las reuniones de los miembros de la Escuela de
Altamira. Aun cuando se celebraron en Santillana del Mar, su eco llegó hasta la
capital de la provincia, donde era ya muy amplio el círculo propicio a los
nuevos vientos artísticos que aportaba la Escuela. Los dos encuentros
celebrados por los destacados artistas y críticos de arte que integraban la
Escuela, tuvieron lugar en los meses de setiembre de 1949 y 1950.
Hierro acudió puntualmente a
estas reuniones, intervino en un recital poético y tomó parte activa en las
discusiones que solían promoverse después de la lectura de cada ponencia.
Además, su presencia en la primera semana, le impulsó a escribir un extenso
ensayo, aparecido en el número 6, segunda época, de Proel (verano de 1950), con el título "El arte de hace un
día". Cuando en el mes de setiembre volvieron a reunirse en Santillana del
Mar los miembros de la Escuela de Altamira, el poeta y crítico de arte Luis
Felipe Vivanco hizo alusión a ese ensayo, con algunos de cuyos aspectos se
mostró en desacuerdo, aunque reconociera el gran interés de su contenido. Años
más tarde, en 1973, publicaría Hierro en La
Actualidad Española un amplio resumen sobre el desarrollo del arte en
España, desde los años siguientes a la terminación de la guerra civil, y en el
escribió: "Creo que en la preparación del camino -alude a la renovación
del arte en nuestro país- tiene una importancia fundamental la Escuela de
Altamira".
En los años 1951, 1952 y 1953,
en que fijó su residencia en Madrid, se suceden sus colaboraciones en Alerta; pero las relativas a los temas
relacionados con el arte son cada vez más espaciadas, como podrá comprobar el
lector en la referencia que ofrezco a continuación de tales colaboraciones.
Revista Peña Labra
Nº 43-44 págs. 25
y 26
Primavera-Verano
1982