sábado, 21 de agosto de 2021

IN MEMORIAM: Pablo Beltrán de Heredia

 


Pablo Beltrán de Heredia o la eficacia inteligente

 

Pablo Beltrán de Heredia, Julio Maruri y Joaquín Díaz

         En estas breves notas en las que se habla de Pablo Beltrán de Heredia, podría partir con palabras escritas por Eugenio d'Ors en uno de sus glosarios, cuando destaca la imaginación derrochada en el acondicionamiento de la Residencia universitaria de Monte Corbán, en Santander, de la que Beltrán de Heredia era director, y el maestro catalán huésped. También podría hacerlo con expresiones de idéntico alcance de Joan Miró o de Vázquez Díaz; de José María Gil Robles, de Dionisio Ridruejo o de Enrique Tierno Galván; de Vicente Aleixandre, de Jorge Guillen o de Gerardo Diego; de Enrique Lafuente Ferrari, de Pedro Sainz Rodríguez, de Jesús Aguirre, de Ricardo Gullón... de tantos otros, en los que encontraría siempre una frase donde la alusión a su personalidad alcanzaría el nivel máximo exigible para el elogio humano. Pablo Beltrán de Heredia, o la eficacia inteligente, serviría como compendio de todas; otros han hablado de su prodigiosa memoria, valor para añadir a lo anterior. Yo, testigo de referencias fiables, me limito a dar testimonio de ellas al tenerlas por tan ciertas como aquéllas de las que he sido testigo personal.

 

         Nuestra amistad alcanza ya casi la edad provecta de cerca de medio siglo. Esto entraña la dificultad primera para plantearse ante las cuartillas una semblanza. Son muchos los hechos que se agolpan en mi memoria y hacer una selección de ellos para el recuerdo desvirtuaría el conjunto. Quedarse en lo evanescente de la espuma puede ser lo más aconsejable; pero ¿no será afrontarlo con pérdida o merma? En tal cantidad de años he vivido muy cerca la veracidad fecunda de esa eficacia inteligente. Tan valiosa como dilatada; tan afortunada como rica en cantidad.

 

         El primer encuentro tuvo que ser en la tertulia de La Austriaca, a donde acudíamos unos amigos en las primeras horas de la tarde de los domingos, allá por el año 1947. Y digo que tuvo que ser, porque allí asistía él entonces, aun cuando no con demasiada frecuencia, y nada conservo en la memoria que me le sitúe antes.

 

         Pablo había residido en Santander, algunas temporadas, desde el año 1932, en la casa de su tío, don Enrique Sánchez Reyes, director de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Buen hogar, la casa y la Biblioteca, para empezar. Desde 1941 Santander iba a ser residencia definitiva durante muchos años. Hasta entonces había permanecido en Madrid ejerciendo durante tres cursos de profesor auxiliar de la Universidad, en la cátedra de Ciriaco Pérez Bustamante. En Santander fue seis años director de la Residencia universitaria de Monte Corbán. En 1947 obtuvo por oposición el cargo de vicedirector del Centro Coordinador de Bibliotecas de la Diputación provincial de Santander y al año siguiente compatibilizó este cargo con el de profesor de Historia en el Instituto de Santa Clara de esta ciudad.

 

         Esta fue su vida oficial. La otra vida iba por dentro. Vientos políticos, a veces violentos, como el Sur que con frecuencia azota a la ciudad (“Ciudad para el viento”: José Hierro - “Sitio de los vientos”: Jesús Aguirre), movieron esta otra vida, centrada políticamente, en los primeros años de la postguerra, en la corte de Estoril. La cercana amistad con Gil Robles puso en evidencia, en ocasiones, su capacidad conspiradora, con la que siempre salió vencedor. “Experto en travesuras políticas”, dijo Jesús Aguirre de Beltrán de Heredia. No necesitaba, sin embargo, que le empujasen. Su imaginación -vuelta al glosario de d'Ors- pareja a la eficacia, se han movido incansables, luchando contra molinos de viento que en este caso lo eran de verdad; no eran falsos gigantes. Publicaciones más o menos clandestinas -más que menos-, le produjeron entonces numerosos encuentros con la Delegación Provincial de Información y Turismo. La Brigada Político-social de la comisaría de Santander vigilaba sus pasos.

 

         Pero donde su dinamismo imparable se ha mostrado con mayor abundancia ha sido en la vida cultural santanderina del mediosiglo, en la que actuó como actor principal. El lector que me haya seguido a lo largo de las páginas de este libro, habrá encontrado suficientes referencias que lo confirman. “Maestro de tipografía”, escribí de él un día; emprendedor de numerosas aventuras literarias; sugeridor de otras tantas; muñidor de actos culturales... En la vida intelectual de Santander de que vengo hablando, está marcada indeleble su huella. Y, como digo en páginas primeras, sin que en la mayor parte de las ocasiones apareciera su nombre, en un magnánimo silencio que sólo ha roto cuando de elogios a otros se trataba.

 

         Todos los que le hemos conocido y sabemos del interés que pueden representar, estamos esperando, todos los días, la noticia de que ya ha escrito la primera cuartilla de sus memorias, suspendiendo, por el tiempo que sea preciso, su colaboración en la labor de los demás.


En el libro

Desde el borde de la memoria

Ed. Librería Estudios, Santander 1991

No hay comentarios:

Publicar un comentario