jueves, 26 de agosto de 2021

IN MEMORIAM de Jesús Otero

                           Esculturas entre los tamarindos del Sardinero 


 

            El 30 de julio último, cumplió ochenta años de edad el maestro inglés de la escultura, Henry Moore. ¡Qué feliz coincidencia en el tiempo, esta exposición entre los tamarindos! “En la clara y radiante plenitud de la libre anchura”, que escribiera Santiago Amón hablando de Moore.

 

            La voluntad y el entusiasmo de Coco Piris, de la Galería RUA y el Ayuntamiento de Santander, colaborador eficaz en la organización, no podían ofrecer mejor homenaje –si se lo hubieran propuesto-,  al gran escultor de los espacios libres, del colosalismo a escala humana, colosalismo para ser interpretado y admitido por los hombres en sus relaciones, que constituyen, para Moore, la base fundamental de nuestra vida.

 

            Entre los tamarindos de los jardines de Piquío, por donde Cantabria se asoma al mar que lleva a la patria del octogenario escultor, un grupo numeroso de artistas montañeses ofrecen su labor a la contemplación de propios y extraños, por encima del mar océano, al mismo Henry Moore; entre ellos tres torrelaveguenses: Paco Charires (1.909), Antonio Núñez (1.927) y Lucio Marcos (1.929).

 

            Si el hombre no viene al Arte –parece decir con su concepto total de la escultura el maestro sajón-, si pasa indiferente ante la llamada de las salas convencionales, llevemos el Arte al hombre, busquémosle donde se encuentre, pongamos el Arte al alcance de sus sentidos, acostumbrémosle a  vivir cotidianamente entre formas bellas y sugerentes. Que sea museo” la libre anchura” por donde el ser humano pasea con sus penas y alegrías, con sus nostalgias, con sus ilusiones...

 

            Aquí, la luz primera y última de cada día, jugarán con los volúmenes, creando nuevas formas, nueva visión de cada obra expuesta, y el espectador tendrá ocasión de sentirse un poco autor, recreador en su contemplación. Será el momento en que el artista habrá conseguido la suprema meta: se habrá producido el milagro de la comunicación. Desde los grandes espacios dominados por sus esculturas, Moore sonreirá complacido y pensará que sus realizaciones humanas están en el camino para el que son creadas y que el mundo empieza a comprenderse.

 

            Esta exposición precisará también de la noche, las siluetas de las esculturas se confundirán entonces con las de los tamarindos en una sola proyección. La naturaleza y la obra del hombre, por fin, se habrán unido señalando el camino a seguir. Quizás sea esta la lección más importante a recoger; de aquí pueden partir los escultores de Cantabria hacia nuevos horizontes en los que desaparezcan las chatas imposiciones en tamaños y motivos.

 

            El Arte está saliendo a la calle, para ayudar al hombre a sentirse libre. Sea bienvenido.

 

 


 

Publicado en:

Catálogo de la exposición “Escultores montañeses” organizada por “Rua galería de arte” en agosto de 1978 en Santander 




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