domingo, 13 de agosto de 2023

El agua en Torrelavega: las fuentes del XIX

 

El agua en Torrelavega: las fuentes del XIX

            Una preocupación constante de las autoridades locales de nuestro pueblo ha sido el suministro de agua a la población en cantidad y calidad suficientes. Esta preocupación no es de hoy ni de ayer; es de nace mas de un siglo.

            Mientras la población se mantuvo en aquellos poco mas de 150 vecinos hasta mediado el siglo XIX, el problema parece que no era acuciante, pues estaba resuelto con las fuentes que existían repartidas a lo largo y ancho del pueblo. El plano de Hilarión Ruiz Amado del año 1852 nos informa de la existencia de tres, fuentes publicas: la de la Ribera, actual de Cuatro Caños; la del Zapatón, en el barrio de este nombre, donde hasta no hace mucho tiempo existía un lavadero público, y la del Piadejón, próxima a la hoy estación de FEVE.

            Otras dos fuentes, por lo menos, existían entonces, no señaladas por el autor del plano por quedar fuera de los limites que comprendía éste: la que llamaban de la Indiana, situada a la entrada del camino que por los escalerones subía al lugar de 1a ermita de San Bartolomé, en donde estuvo el deposito de la primera traída de aguas, y la de Quebrantada, cuyo agua procedía de la pradera de El Soto. Tengo referencia de otra fuente a la que en 1844 se la llamaba La Fuente del Rey, en el barrio de La Veguía.

La fuente de La Ribera 

            La fuente de La Ribera, que es la que atendía a mayor numero de población, se surtía de un manantial existente en el Prado del Molino, en zona muy próxima al lugar donde se instalaría, el año 1914, la Granja Poch. Desde allí era llevada el agua a un deposito construido a unos 100 metros del manantial y desde este marchaba por una cañería de barro hasta la fuente de La Ribera. Pronto esta tubería se sustituiría por otra de plomo.

            A partir de 1876 se sucedieron una serie de proyectos para mejorar estas instalaciones y tratar de captar un mayor caudal, que a todas luces resultaba ya insuficiente. De este año 1876 es un proyecto del ingeniero Aníbal Colongues, para hacer una conducción de agua a partir del río Zapatón, estableciendo fuentes públicas en la Plaza del Grano, en la de la Cerda, Plaza del Sol, Plaza Mayor, calle Ancha, Plaza de San Bartolomé y calle de los Mártires, dejando instalados, además, "cuatro grandes grifos" en los sitios que el Ayuntamiento designase, para atender posibles incendios y para el riego, de la vía pública. El presupuesto ascendía a 140.000 reales. El Ayuntamiento lo sometió al estudio del ingeniero de minas Pio Josué y Barreda, quien lo desestimó en parte, por lo que no llegó a realizarse la obra. Otro proyecto similar, presentado en el mismo año por el arquitecto provincial Camilo Gutiérrez, también fue rechazado.

Primer acuerdo positivo 

            Hasta 1878 no tomó la Corporación un acuerdo positivo sobre este tema. En sesión del 23 de diciembre de este año fue encargada la obra al ingeniero Eduardo de Miera, sobre un proyecto que pretendía, como los anteriores, renovar la conducción de agua desde "el deposito de la Ribera basta la fuente del mismo nombre, vulgarmente conocida por la de los Cuatro Caños, que solo arroja agua por tres de ellos y en tan escasa cantidad que en vez de chorro solo eran unas cuantas gotas lo que cada uno producía, habiendo cesado este diminuto contingente el 31 del pasado mes de octubre". De esta escasa aportación de agua se había venido surtiendo una parte importante del vecindario que, al cesar de manar, se vio obligado a acudir al río Zapatón.

            Para aumentar el caudal disponible, se proponía añadir a las aguas del deposito del Prado del Molino las del río Zapatón, sobre cuya calidad existía un informe firmado por el doctor José Escalante, en el que manifestaba que "estas aguas están comprendidas, según la clasificación de Seeligmann, en la primera clase de las potables." Se trataba del primer proyecto importante de abastecimiento de agua a la población, aun cuando todavía a base de fuentes públicas, prescindiendo de llevarla directamente a las viviendas, por el elevado coste que esto suponía.

Nueve fuentes

            Se contemplaba en este proyecto la instalación de nueve fuentes consideradas imprescindibles para un adecuado abastecimiento; las mismas siete previstas por Colongues, mantenidas también en el proyecto de Camilo Gutiérrez, más otra en la Plazuela de San José y la de La Ribera. La tubería general, procedente del prado del Molino, cruzaba lo que más tarde fue el Paseo de Fernández Vallejo, a la altura del puente sobre el río Sorravides, en la calle San José, y por esta calle se dirigía a la fuente de la Ribera después de pasar por la nueva de la Plazuela de San José.

            Para abaratar el coste total se proponía, limitar el número de fuentes a cuatro, que el autor del proyecto estimaba estrictamente necesarias: la de la Ribera, la de la Plazuela de San José, otra en la de San Bartolomé y una cuarta en la Plaza Mayor. "En la Plaza Mayor el emplazamiento hubiera sido mejor en el centro, pero ( ... ) hubiera sido necesario proponer una fuente monumental y esto sería salirse de los limites de una prudente economía". La conducción de las aguas sería a base de tubería de hierro, que sustituiría a la de plomo, instalada hacía 30 años.

            En 1881 se continuaba trabajando todavía en estas instalaciones: "Las obras para la colocación de fuentes en varios puntos de la villa prosiguen con actividad; estando ya surtido el vecindario del extremo norte con la elegante fuente recién puesta en la Plazuela de San Bartolomé. Además, se ha colocado la tubería para otras tres hermosas fuentes en la Plaza Mayor, en la calle Ancha y en la Plazuela del Sol" (El Cántabro, 1 de enero de 1881).

            La fuente de San Bartolomé fue inaugurada el 9 de enero del citado año, adornada con numerosas banderas, así como el lanzamiento de cohetes, y con música. A finales del mismo mes de enero ya estaban en servicio las cuatro fuentes, de "muy rica agua", como decían los periódicos de la época, aún cuando había surgido la duda de si esta no sería afectada por el material con que estaban hechos los grifones, que eran de bronce. Las obras de construcción de estas fuentes fueron dirigidas por Pablo Piqué.

            La fuente instalada en la Plazuela de San José dio lugar a numerosas críticas por la forma adoptada para su construcción. En el mismo articulo del periódico El Cántabro, a1 que he aludido anteriormente, se lee: "Pero es lástima que la fuente de hierro de la Plazuela de San José no tiene ninguno de los fines indicados (dar servido al público y hermosear la población). El mayor número de los pocos vecinos de aquel barrio se sirve en otra fuente que hay junto, a la bolera, y sepultada en un hoyo como está la de la Plazuela de San José, como si fuera un sepulcro preparado para el que por allí pase distraído, ni es objeto de ornato ni es más que un grave peligro para los transeúntes, especialmente por las noches. Creemos que el Ayuntamiento debe hacerla desaparecer de allí y situarla en otro sitio mejor".

            Esta cuestión de la fuente instalada en la Plazuela de San José no ceso en mucho tiempo de provocar comentarios. El Cántabro insistía en ello con relativa frecuencia.

            En un largo artículo dedicado a esta cuestión, en el que la llamaban La enterrada, se hacia referencia, entre otras cosas, al coste que había supuesto, comparándole con el de las otras fuentes, y manifestaban que mientras las de piedra de la Plaza Mayor, calle Ancha, Plazuela del Sol y San Bartolomé "habían costado de 34 a 35 duros cada una, que son 700 reales, aproximadamente, y hacen 2.800 reales de vellón, o sea, 700 pesetas las cuatro, La enterrada, con fuente de hierro, costó 8.000 reales, o sea, 2.000 pesetas.

            Hasta el año 1907 no contó el pueblo con una traída de aguas que permitiera el adecuado abastecimiento directo a las viviendas. El agua procedía de un manantial de Cohicillos que era conducido a un deposito instalado en el alto de San Bartolomé, desde donde se distribuía a las casas de la villa.

Publicado en:

El diario Alerta, el 13 de agosto de 1988

 Incluido en el libro Torrelavega en el siglo XIX. Noticias de la vida local. Capítulo V págs. 112-115. Publicado por Ediciones Librería Estudio. Santander, 1989


 

 

 

 

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