Patrimonio Arquitectónico Civil de Cantabria
Cuando Ortega y Gasset llega a nuestra región en uno de sus viajes descubriendo España, no puede menos de admirarse ante la presencia de las casonas y palacios que encuentra en su recorrido. La exclamación con que encabeza sus palabras es elocuente: "Cantabria o ¡venga escudos!" y refiriéndose a las viviendas que ostentan estos escudos añade enseguida: "La casona no es, en rigor, una casa muy grande, y, sin embargo, se comprende que deje un recuerdo enorme de si misma"(1). Tras el escudo, la casona, o palacio, con su rotunda y abundante presencia en el paisaje. Y no solo es el maestro Ortega quien se siente llamado por la singularidad de los monumentos arquitectónicos de Cantabria. Otro ilustre escritor, con acusada sensibilidad poética, también nos habla de ellos: "La arquitectura civil montañesa -escribió Dionisio Ridruejo- es notable y [...] se integra admirablemente en el paisaje. Las piezas más antiguas son las torres fuertes o torronas, pues en la Montaña hay pocos castillos de gran formato". "Los palacios y las casonas -dice el mismo autor- se diferencian sobre todo, por el énfasis y el tamaño, en las que suelen integrarse tres elementos: la residencia, la torre y la capilla"(2).
Más ejemplos podríamos citar de ilustres escritores que han visitado Cantabria o de nativos sensibles a la belleza de estas edificaciones: el profesor Lafuente Ferrari, en su inigualada obra El Libro de Santillana; Amos de Escalante, que en su recorrido por los rincones de Cantabria fue capaz de detenerse admirado ante estos monumentos, sin que la proximidad de su origen cántabro desenfocara la visión; la condesa de Pardo Bazán; Gaspar Melchor de Jovellanos; en sus Diarios; y tantos otros que también se han sentido atraídos por estas piedras y los paisajes en los que están asentadas.
Al Patrimonio Monumental de Cantabria le ha sucedido como a tantas otras cosas hermosas de la vida, que al tenerlas tan cerca, y en forma tan abundante, han perdido brillo ante los ojos que las contemplan asiduamente. Y así, los mismos cántabros han dado a veces la sensación de no reparar en la existencia de estos monumentos. La valoración y el cuidado de ellos no ha sido en el tiempo pasado todo lo correcta que merecía, salvo en lo que se refiere a unos pocos casos concretos. El primero de estos monumentos que se encontró protegido legalmente fue la colegiata y el claustro de Santillana del Mar, el año 1889, y poco después, en 1895, la colegiata de Cervatos. Hasta 1924 no se declararían después bienes culturales a proteger las cuevas de Altamira, La Pasiega, El Castillo y Hornos de la Peña. En 1930, la iglesia de Yermo y la colegiata de Castañeda; al año siguiente, la ermita de San Román de Moroso, las iglesias de Santa María, de Castro Urdiales y la de Nuestra Señora de los Ángeles, de San Vicente de la Barquera, la catedral de Santander y la colegiata de San Martín de Elines, así como la iglesia de Nuestra Señora del puerto, en Santona; en 1953, el monasterio de Santo Toribio de Liébana.
Tendrían que pasar más de veinte años para que se continuara tan importante labor, que, a finales de la década de los setenta, y sobre todo en la de los años ochenta, alcanzaría un impulso importante dedicado con preferente atención a la protección de casonas, palacios y otras construcciones civiles.
El dinamismo que en este sentido se está manifestando desde el Consejo de Gobierno de Cantabria en los últimos años, proporciona la tranquilidad de ver como aquellos monumentos que todavía no han sido vencidos por la incuria del pasado, principalmente los de tipo civil que habían permanecido ignorados hasta ahora, desde este punto de vista, van a quedar a salvo para las generaciones venideras.
Para una más completa información, incluimos relación de aquellos Bienes de Interés Cultural que en el momento de instalarse esta exposición están en trámite de declaración oficial, con el correspondiente expediente incoado, sin que esta distinción entre ya declarados o en expediente actualmente de incoación, suponga una posición jerárquica en cuanto a su valor monumental.
(1) José Ortega y Gasset, Obras Completas, Ed. Revista de occidente, Madrid, Torno II,1946, pág. 431.
(2) Dionisio Ridruejo, Castilla la Vieja. Santander, Ed. Destino, Barcelona, 1980, págs.. 50/51
Patrimonio Arquitectónico Civil de Cantabria
Conjuntos históricos
La geografía de Cantabria esta salpicada, en toda su extensión, por torres y numerosos palacios y casonas que la dan una característica arquitectónica especial. Ya nos hemos referido a ello en la introducción a este catálogo. Pero hay otro aspecto de no menos singularidad en este sentido; existen conjuntos urbanos en los que la historia ha parecido remansarse, conservando ese "halito vivo del pasado" que cita el profesor Lafuente Ferrari al referirse a la villa de Santillana. Se trata de núcleos de población que si bien en ciertos casos se han visto afectados por el transcurrir del tiempo, sin embargo han conservado las esencias de los años en que fueron creados. Si la torre, el palacio o la casona guardan en su interior la intimidad de las familias que los ocuparon, los conjuntos urbanos son la suma de esta intimidad de cada una de las casas que los forman y que les concede una fisonomía propia.
Cada uno, según su situación geográfica, adopta una forma distinta. Así, en los pueblos del interior, las casas se presentan agrupadas en torno a unos elementos urbanos condicionantes (Bárcena Mayor, Tudanca, Mogrovejo...); en otros lugares estos conjuntos aparecen ordenados a lo largo de la vía de comunicación que fue su razón de ser (Riocorvo, Cartes, Alceda…). Cada uno con características propias, nos habla de ese transcurrir entrañable que va tejiendo los pueblos a lo largo de los años y que les concede un valor histórico y hasta artístico de gran belleza.
Son pueblos que exigen una visita reposada para dejarse impresionar por el misterioso latido de su silencio. No se debe buscar en ellos alardes arquitectónicos y sí disfrutar de detalles peculiares que el visitante sensible vera aparecer con frecuencia ante sus ojos.
En otros conjuntos podrá encontrar edificios que por su singularidad también podrían ser calificados como Bienes de Interés Cultural.
Notablemente distintos son otros de los conjuntos que han sido declarados como tales. Su fisonomía es eminentemente ciudadana y el legislador ha buscado con su actuación la protección de núcleos cuyas características arquitectónicas resultan irrepetibles: El Paseo de Pereda y una zona en El Sardinero, en Santander, son una muestra de esta modalidad, con un tono burgués que contrasta con el radicalmente rural al que nos hemos referido mas arriba.
PATRIMONIO DECLARADO
Mogrovejo.
Carmona.
Cartes.
Riocorvo (Cartes).
Comillas.
Alceda (Corvera de Toranzo).
Laredo.
Bárcena. Bárcena Mayor (Los Tojos).
Zona vieja de la villa de Potes.
Zona vieja de la villa de San Vicente de la Barquera.
Santillana del Mar.
Tudanca.
Agüero (Marina de Cudeyo).
Paseo de Pereda y "El Sardinero". Santander.
PATRIMONIO EN TRAMITE DE DECLARACIÓN
Renedo, Valle y Terán (Cabuérniga).
Puebla Vieja (Castro Urdiales).
Dobres y Barrio de Cucayo (Liébana).
Conjunto ermita de San Andrés y puente de acceso. Liendo.
Una zona de Liérganes.
Zona de Las Llamas. Santander.
Aldea de Ebro (Valdeprado del Río).
Comillas
La plaza central, asfaltada y con amplia balaustrada, que la cierra por una de sus partes, -el Paredón-, es el centro de reunión de la villa, y se conoce como "Corro de Campios". La plaza del Generalísimo es austera, de planta cuadrilonga, en uno de cuyos ángulos casi convergen la fachada de la iglesia parroquial y la del Ayuntamiento.
Mas abajo existe una plazuela, -la de la Fuente de los Tres Caños- con un magnífico edificio de solida arquitectura. Enfrente de él una Casona solariega con su torreón y piedra de sillería. Otras plazas -la de San Pedro, la de La Fuente Real-, o la calle de los Arzobispos, entretejen la villa.
De entre los principales monumentos arquitectónicos de esta puebla vieja de Comillas cabe destacar la iglesia parroquial de San Cristóbal, construida a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Otro monumento importante es el Hospital de la Villa, fundado por el comillano don Tomás Ruiz de la Rabia. La Casa Consistorial, magnífico edificio situado en el centro de la población, data del año 1780. Está sostenido en sus fachadas este y sur, por macizos arcos de sillería, los cuales amparan un amplio soportal.
En un extremo de la villa se encuentra el cementerio, que fue antigua iglesia parroquial, de la que se conservan todavía algunos restos arquitectónicos cuyo origen parece remontar a los siglos XI o XII, coronado todo por alado Ángel, obra del escultor Llimona.
Una serie de residencias privadas, levantadas en épocas más recientes, completan este conjunto urbano de Comillas, entre las que destacan el palacio de Sobrellano, mandado construir en 1881 por el marqués de Comillas.
Potes
"El barrio viejo esta repartido entre las dos orillas del río, siendo más llano en la izquierda y más tortuoso y en desnivel en la derecha. Ambas partes están unidas por dos puentes (San Cayetano y de la Cárcel), uno de ellos de vieja arquitectura muy posiblemente medieval. Algunas de sus calles conservan aún un típico ambiente de otras épocas con casas populares, como las del barrio de la Solana" (Miguel Ángel García Guinea, Cantabria guía artística).
El mismo autor se refiere a la Torre del Infantado con estas palabras: "El centro de atención histórico y monumental de Potes está en su reconocida Torre del Infantado que, al otro lado del río, destaca con su severa prestancia y cubica armadura solo desgeometrizada por las torrecillas angulares almenadas". Otros edificios deben citarse dentro de este conjunto monumental de la villa de Potes, como la iglesia de San Vicente, con algunos restos románicos en su arquitectura, pero especialmente importante como documento histórico; la Torre de Orejón; la Casa de los Bustamante en la calle del Sol; la Casa Solariega de La Canal, actualmente convertida en Casa de Cultura; la Torre de Canseco, en el grupo del Llano; la llamada Torre de Osorio; Casas de la familia Rábago y Reda y la de Josué, etc. En el barrio de San Roque, la casa natal del violinista Jesús de Monasterio.
Mogrovejo
Es el conjunto arquitectónico de Mogrovejo uno de los más singulares de Cantabria. Un grupo de apiñadas casas populares se van escalonando hasta verse coronadas orgullosamente por la torre medieval, que como dominante nido de águilas vigila desde sus rotas almenas la ruta de penetración en los Picas de Europa.
La historia -y a veces la leyenda-, han concedido a Mogrovejo un lugar preeminente en las luchas de la Reconquista. Nada se puede señalar con absoluta certeza sobre el origen de la construcción de su señera torre, aún cuando si se tiene la seguridad de que es la más antigua de la región y fue reformada en el siglo XIX. En su origen tuvo una muralla que cercaba el conjunto de edificios, en el que está comprendido el palacio condal, construido en el siglo XlV.
Una pequeña iglesia, que responde en su obra a las características de las iglesias de alta montaña, junto a otras casas en las que todavía puede observarse en algunas sus origen señorial, además de un hórreo y varios chamboretos, le conceden a Mogrovejo una fisonomía propia, inigualable: la situación geográfica; la airosa torre, cubierta en parte por una decorativa yedra; el palacio condal, que se aprieta junto a los muros de la torre; la humilde iglesia; las peculiares casas rurales… Todo está contribuyendo a la belleza de este rincón de la Montaña.
Carmona
Desde la Collada de Carmona se ofrece al viajero una panorámica de los dos núcleos de edificaciones que componen el conjunto del pueblo de Carmona: a la derecha, el barrio de San Pedro, en el que se aprietan antiguas viviendas rústicas, donde no se ha puesto una piedra nueva desde el siglo XVIII; a la izquierda, el núcleo que recibe el nombre de Carmona.
Las construcciones rurales son prototipo de las edificaciones montañesas del siglo XVII y aún anteriores, con su estragal y solana con contrafuegos.
En el conjunto de la izquierda destaca "el Palacio", nombre con el que es conocido en el pueblo el edificio restaurado recientemente, dedicado a hospedería. De traza herreriana, tiene dos torres cuadradas de tres alturas y un cuerpo central, más bajo, un clásico soportal de tres arcadas.
Otras casas en el conjunto de este barrio le conceden una personalidad acusada, casas de amplia solana y sobresalientes aleros de madera, que el viajero encontrará en su recorrido por los barrios que el pueblo conoce con los nombres de "La Vera", "El Robreo", la calle del Sol. etc.
Riocorvo
Muy próximo al conjunto histórico-artístico de Cartes se encuentra el de Riocorvo. Ambos fueron hasta no hace muchos años angosto lugar de paso en la carretera que conducía de Torrelavega a Reinosa.
Riocorvo se presenta al viajero en una marchita antigüedad, en la que muy escasos edificios muestran los restos de la grandeza pasada de unas construcciones que desde el siglo XV al XVIII fueron configurando su entorno. El núcleo principal se extendía, como el de Cartes, a lo largo del camino real, en el que se fueron incrustando modestas casas populares. La historia habla de un antiguo lazareto y hospital para peregrinos, al que pertenecían la fachada de una capilla y los edificios anexos que aún se conservan. En mejor estado se encuentran una típica casona señorial, construida en sillería, en la que destacan bellos balcones de púlpito y otra casona, también de sillería, con ostentoso escudo.
Publicado en:
El catálogo de la exposición “Patrimonio arquitectónico civil de Cantabria” organizada por la Fundación Santillana en la Torre de Don Borja en Santillana del Mar. Mayo-Agosto 1989