EL MERCADO SEMANAL DE TORRELAVEGA /1
El jueves, 4 de julio de 1.799, tuvo lugar el primer mercado semanal que se celebró en nuestra ciudad.
Pronto se van a cumplir doscientos años y nos parece oportuno recordarlo, no solo por el valor económico que ha venido representando y continúa representando este renglón comercial para Torrelavega, sino también para traer a la memoria de los vecinos actuales el esfuerzo que supuso el lograr la concesión de este mercado, esfuerzo que nos habla, desde los doscientos años de distancia, de las singularidades de aquellos vecinos de entonces que con un dinamismo digno del mejor recuerdo, se nos presenta al mundo local actual como ejemplo a tener en cuenta. Volver la vista atrás con esta orientación, no dejará de ser provechoso como base y muestra para proyectar hacia el futuro el Torrelavega de hoy, en lo que todos estamos empeñados.
No resultó fácil para aquellos antepasados nuestros llegar a poner en pie el mercado semanal. Como consideración importante a tener en cuenta en este sentido pensemos que si bien la Real Cédula del Rey Carlos III por la que se concedió a la entonces villa la realización de este mercado lleva la fecha de 1 de septiembre de 1.767, iban a pasar más de treinta años en gestiones hasta que fuera una realidad.
Todo se había iniciado con una petición formal que por parte de los “Oficiales y vecinos de la villa” fue elevada al Rey, alegando que “...con el motivo de hallarse [Torrelavega] en el comedio de lo mejor de dicha Montaña y su terreno y situación en el camino que por ella pasaba desde Castilla a Santander y desde Asturias a Bilbao y otras partes... siendo por lo mismo tránsito preciso para el alojamiento de Regimientos que de ordinario pasaban por ella... en la que regularmente hacían descanso por su buena situación... se hallaban sus naturales oprimidos y cargados, tanto por lo que se les incomodaba en alojar dichos Regimientos, cuanto por los bagajes que se les pedía continuamente, perdiendo tiempo de acudir a sus labranzas para poderse mantener”.
Otro argumento de referencia en este escrito hablaba de las obras de reparaciones que se veían obligados a realizar con relativa frecuencia en los caminos y tierras “fructíferas”, por los daños que causaban los ríos cuando sus aguas se desbordaban, labores en las que se obligaba a los vecinos a intervenir, “sin tener más arbitrios para hacer soportables estos perjuicios”. Sobre ello se añadía otra justificación que parece fue de gran peso: las villas comarcanas, que sobre no estar grabadas con las presiones que la de Torrelavega, tenían muchos días de feria en el año y ninguno nuestra villa. Parece que fue importante esta consideración, pues fue recogida así textualmente en la Real Cédula: “destinando el producto que de él [el mercado] saliese para subvenir a los reparos y pensiones con que se hallaba grabada, mediante no tener en todo el año otra feria ni mercado alguno, como lo tenían los más inmediatos”.
El que tuvieran que transcurrir más de treinta años entre la fecha de la concesión y su puesta en servicio, tuvo su justificación en la escasa fuerza económica de aquel reducido número de vecinos, pero quizás la razón más poderosa estuvo centrada en la presión de otros núcleos de población próximos en los que se venían celebrando mercados, que iban a verse amenazados en sus resultados económicos.
En la Primera Guía de Santander, publicada el año 1.793, fecha tan próxima a la de la iniciación de nuestro mercado, se citan los que tenían lugar entonces, entre los que aparece mencionado con mayor frecuencia, el de Santillana del Mar, localidad que por su proximidad a Torrelavega podría verse afectada desfavorablemente por el nuevo mercado que se pretendía. El de Santillana gozaba ya entonces de merecida fama, pues su vida tenía una antigüedad de cien años, pero ningún contrincante es pequeño.
Dejemos para un próximo escrito otras dificultades que surgieron antes de conseguir que el nuestro se hiciera realidad, que nos van a confirmar el tesón y el buen sentido con que fueron vencidas.
Publicado en: El diario montañés, 11 de marzo de 1999
EL MERCADO SEMANAL DE TORRELAVEGA / y 2
En mis comentarios anteriores sobre este tema (ver DM 11-3-99), ya se hacía referencia a cómo se habían conseguido vencer las dificultades iniciales que se presentaron al tratar de poner en marcha este mercado. Dificultades a las que seguirían otras que exigieron la misma tenacidad y buen tino empleados para vencer aquellas anteriores.
Ya he aludido a que en algunos de los pueblos cercanos se venían celebrando mercados como el que se pretendía para Torrelavega. Con los más próximos se abrieron negociaciones con el fin de llegar a un acuerdo por el cual se diera al mercado un carácter común, de manera que los vecinos de estos pueblos limítrofes acudieran todas las semanas a Torrelavega para poner a la venta los productos propios. Esto requirió llegar a un convenio, que se confirmó por escrito, redactando un reglamento de actuaciones al que se llamó “Escrito de Concordia”.
Aceptaron el compromiso Cartes, Viérnoles, Polanco y Miengo, obligándose Torrelavega a repartir con ellos los beneficios que se pudieran obtener mediante los oportunos arbitrios. El concejo de Cohicillos se agregó a Cartes y los de Cudón, Bárcena, Gornazo y Cuchía a Miengo. Torrelavega se personaba con Barreda, La Montaña, Lobio, Sierrapando, Campuzano, Dualez, Ganzo, Tanos y Torres.
En el “Escrito de Concordia” quedaron comprometidos sus firmantes a que los vecinos de cada uno de estos lugares “contribuyan a fomentarle [el mercado] concurriendo con comestibles y potables”.
El acuerdo se presentó en una amplia y minuciosa puntualización, que en once capítulos fijaba las normas a que había de atenerse el desarrollo del mercado en todos sus aspectos. En primer lugar, se fijó el día de la semana en que tendrían lugar. En la Real Cédula de concesión se señalaban los lunes, pero teniendo en cuenta que este día tenía lugar el de Reinosa y los miércoles el de Los Corrales, se acordó como día más apropiado el jueves. En sucesivos capítulos de indica el lugar (“la plazuela fronteriza a la Casa-Mesón de la Villa”); que el mercado “ha de ser libre y franco para todo” y en caso de rendir algún producto repercutiría en utilidad común de todos los pueblos y lugares participantes; que los “tinglados, soportales y techados han de ser públicos y comunes”. También se fijaban “raseros y medidas” para los artículos que se pondrían a la venta.
De todo se había dado oportuna cuenta a los vecinos cuyos pueblos estaban incluidos en el acuerdo, mediante la divulgación de un anuncio en el que se detallaban las condiciones pactadas y que “estos se hagan fijar en los sitios más públicos y pueblos numerosos de estas Montañas y en las provincias de Castilla, León, Vizcaya y Principado de Asturias...”.
La instalación inicial debió de ser muy rudimentaria. En una Memoria que el año 1.892 presentaron al Ayuntamiento los maestros de obras Pablo Piqué y José Varela, acompañando a un plano urbano de Torrelavega, se hablaba así de ello: “ A principios de este siglo era [Torrelavega], una pequeñísima aldea, de tan escasos recursos, que para fundar el mercado... tuvo que unirse a los Ayuntamientos de [citados anteriormente], para reunir fondos y adquirir un pequeño terreno y levantar en él un pobre portal de pequeña área sobre cuatro pies derechos, el que sirvió de punto de contratación y exposición de frutos puestos a la venta”.
En el mismo escrito comentaban sus autores que “el mercado es el primero de la provincia, teniendo resonancia en muchos pueblos de la nación, surtiéndose de él hasta la plaza de Madrid en algunos artículos...” Tomo esta referencia tal y como está escrita en la memoria citada, pero me ha quedado siempre la duda de si no era una expresión más del entusiasmo de los vecinos. Puede encontrarse una justificación en la expansión y fuerza del mercado, que en la segunda década del siglo XIX ya tuvieron que recurrir a la habilitación de nuevos espacios: lo que se llamaría “Plaza del Grano”, en la actual de Baldomero Iglesias y la del “3 de noviembre” para ganado de cerda, próxima al cruce de Quebrantada.
Publicado en: El Diario Montañés, 11 de marzo de 1999
Editados en un tríptico por el Ayuntamiento de Torrelavega con motivo de la celebración de los 200 años del primer mercado semanal
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