lunes, 7 de marzo de 2022

Una pequeña flor para Rosita

 

Una pequeña flor para Rosita, la compañera inseparable

 

Flora de Tenerife

 


         Alejandro de Humbolt, el sabio geógrafo y naturalista alemán, viajó por el mundo entero recogiendo datos científicos relacionados con sus especialidades. De la amplitud de estos viajes nos dará una idea el que hayan sido necesarios treinta volúmenes para hacerlos llegar al público. Pues bien, cuando el barón de Humbolt llegó a la isla de Tenerife. en 1.799, se asomó a lo que hoy es el mirador que lleva su nombre, sobre el valle de La Orotava, y aseguran que la emoción le hizo postrarse de rodillas. Aquel hombre, que conocía toda la superficie de la tierra, quedó sobrecogido ante el espectáculo que estaba contemplando. A pesar del tiempo transcurrido y del turismo, que está modelando el paisaje a su capricho en lucha implacable contra la naturaleza, el valle de La Orotava continúa siendo singular.

 

         Podemos fijar en él nuestro punto de partida para realizar esta visión panorámica, y forzosamente resumida, en la que queremos presentar a nuestros lectores la riquísima vegetación tinerfeña, ascendiendo desde las plataneras, junto al mar, hasta la cima del Teide, el monte más alto de España (3.707 metros), trazando una serie de estratos botánicos, para asentar sobre ellos su vegetación.

 

         En un trabajo que se publicó hace unos años en la revista “Montes”, que nos ha servido a nosotros como base técnica para confeccionar estas notas, se divide la isla en cinco zonas, atendiendo a su altitud, que es precisamente lo que da lugar a la distribución y diversificación botánica en tan corto espacio de superficie. Para una contemplación total de la isla a estos efectos, habríamos de tener en cuenta las dos hermosas masas arbóreas en lo que se llama la espina dorsal de Tenerife: el bosque de las Mercedes, al norte de Santa Cruz, en el que se pueden encontrar especies rarísimas, y el de la Esperanza, al sur de La Laguna, Sería preciso señalar todavía una tercera zona, pero esta a efectos negativos en cuanto a vegetación: la zona sur de la isla, de una aridez casi absoluta, sobre la que se están construyendo hermosas urbanizaciones turísticas.

 


         La primera de las cinco zonas a que hemos aludido es la llamada zona baja, cálida y seca, pero regada con notables esfuerzos. Produce plantas crasas con potentes tallos carnosos, merced a los cuales se defienden en las épocas de sequia. Es la zona que linda con el mar, donde abundan las chumberas y todo genero de cactus, que en la época de la floración dan lugar a una extraordinaria variedad de flores. Entre las chumberas y los cactus surge un paraíso de jardines, en los que a las bellas plantas autóctonas se han ido adaptando otras de origen tropical. Pero la planta reina de la zona baja es la platanera, producto de importación procedente del Caribe, que ha arraigado prodigiosamente y constituye una de las riquezas de la isla. Mención aparte hemos de hacer del árbol conocido con el nombre de “drago”, que a su posible longevidad y aparatosa forma une una serie de leyendas sobre las virtudes de su savia, que es de color rojizo. Merece la pena ver el que se conserva en Icod de los Vinos, encuadrado en bellos jardines, Esta zona baja llega hasta los 500 metros de altitud.

 

         De los 500 a los 1.500 metros entramos en la zona de las nieblas, con monte verde, caracterizada por la espectacularidad que presenta frecuentemente, al estar envuelta en un mar de nubes, por entre el que podemos observar, si la suerte nos acompaña, a través de un claro, el panorama del valle de La Orotava desde una cota más alta que Humbolt. Viñedos, patatas, maíz y bosques de castaños, pero, sobre todo brezos, que llegan a constituir auténticos bosques, se presentan a nuestros ojos en esta zona. Con un poco de suerte también podemos encontrar algún mocán, botánicamente muy cerca del te y de las camelias, con cuyos frutos fabricaban los guanches su mejor golosina.

 

         A partir de los 1.500 metros, y hasta los 2.000, es lo que podemos llamar la zona del pino, con abundancia de jaras, tomillos y escobones adaptados a esta altitud, en la que se desarrollan solamente plantas de este tipo.

 

         La ultima zona de vegetación es la de la retama (de los 2.000 a los 2.600 metros). Entre las grandes extensiones de “malpais” (escorias de lava petrificada) crece la retama del pico. Su florescencia en primavera proporciona a esta zona alta de la isla, conocida por las Cañadas del Teide, una belleza que no es fácil de olvidar. La retama, en su lucha con el medio en que vive, ha adquirido una fortaleza y vigor sorprendentes.

 

         A partir de los 2.600 metros estamos en el cono del volcán. La retama y todo vestigio de vegetación han desaparecido; atrás han quedado también las Cañadas, con su preciosa zona de Los Azulejos y el incomparable llano de Ucanca. Estamos alcanzando la máxima cota, y si llegamos a las grietas del mismo cráter podemos comprobar la persistencia de los gases sulfurosos. Todo es piedra y arena. Pero si la ascensión se realiza en agosto y nuestra curiosidad botánica nos lleva a rastrear entre las piedras, podemos recibir la sorpresa de encontrar, agazapada entre ellas, la preciosa violeta del Teide. Ni hierbas, ni hojarasca; solo lava y, alguna vez, esta modesta y delicada flor, tan apetecida por los botánicos para sus colecciones.

 


 

Publicado en: La revista “Sniace. Nuestra vida social” nº 135

marzo – abril de 1973

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