miércoles, 7 de julio de 2021

Certamen Literario Peña Labra

 En 1974 el Grupo de Montaña “Los Águilas”, de Aguilar de Campoo, convocó el Certamen Literario Peña Labra. La entrega de galardones se llevó a cabo en La Venta de Pepín, al pie de Peña Labra. En este evento fue invitado como mantenedor Aurelio García Cantalapiedra que leyó el siguiente escrito.

 


            En los días primeros de la creación, una mano emocionada alzó estas montañas que nos rodean, modeló estas laderas y recortó estos picos. Esa misma mano, que ya pensaba en este día do hoy, dejó escrito en la semilla del mundo, en código imborrable, la necesidad de vuestra presencia aquí, Corte hermosa de esta fiesta que nos reúne. La creación cerraba así en rima perfecta. Vosotros, Grupo Montañero “Los Águilas”, receptores de aquel mensaje, habéis venido a ofrecer a las cimas el sacrificio incruento de tanta belleza, depositando en la falda del ara de Peña Labra el mejor tesoro de vuestra casa, de vuestro solar, adornándole con la poesía seleccionada en este certamen literario. A partir de hoy, podéis estar seguros, el Dios de las montañas, ese Dios que os sigue en vuestros caminos, incansable como vosotros, vigilante de vuestras pisadas, tutelar de vuestros esfuerzos, extenderá con mayor diligencia la capa de su protección, porque vuestro sacrificio ha tenido que ser grato a las alturas. Este ramo de amapolas arrancado de vuestros trigales, depositado a los pies de Peña Labra, os protegerá.

 

            Porque, ¡qué hermosa rima habéis creado! Junto a la belleza de las montañas, le belleza de las montañeras. Ahora ya podéis entraros, sin temor, en la verticalidad de la Liébana; hollar con vuestra firme pisada las veredas y las cimas: Portillo da la Reina, Posada de Valdeón; a la izquierda Peña Santa, más allá la “Santina” asturiana. La senda del Caras, sueño realizable del incipiente montañero, donde el virus de la altura se adentra en la sangre para siempre. Vega Urriello y el Naranjo, temido y atrayente, Dios deseado y deseante de los montañeros; Pico Tesorero, unión de las tres provincias hermanas; la majestad del Llambrión; Peña Vieja, accesible y generosa para el escalador. Vuestros pasos, dominando las alturas, irán bautizando con la belleza de la palabra sorprendida, cada sendero, cada lugar que haga vibrar vuestra lírica intimidad. En la soledad, os sentiréis poetas y así nacerán nombres como Hoyo Sin Tierra, Campodaves, La Cuchilla del Alba.

 

            Después, la canal de la Genduda, herida derramada en el farallón de Fuente De, os acercará al reposo, que no será más que el reposo del guerrero. Allí, en Lebeña, en la paz del monasterio, podréis reponer fuerzas. San Beato mirará complaciente. Él también, en su cima teológica, os comprenderá, pues fue uno más entre los vuestros. Era un águila del medievo. Dejadle ahora, frente a su atril, escribiendo. Nos espera San Glorio, donde el oso del escultor Otero sueña milenios de soledad pétrea. Y Peña Prieta y el Curavacas; Puerto de Sejos, Pico Tres Mares, el Cuchillón y el Campoo hermano del vuestro. Dejadme entra en él de la mano de un campurriano de excepción: “El fervor, casi la locura -escribió García Guinea- que yo he tenido y tango por las montañas, por los montes cargados de robles, por los hayedos que yo descubría en tardes inenarrables, se debe casi en su totalidad, al contacto íntimo, continuo, directo y hasta enervante, con este mundo natural.”

 

            Para vosotros, montañeros, astas palabras sé que no os traen novedades, porque también lo habéis vivido así, lo vivís cada día en vuestras marchas, pero dejarme recordarlas. Serán remanso y paz en este día: “… los ríos -sigue Guinea-, este río Hijar que oiría despeñarse desde su misma cuna, el fervor de lo limpio, de lo salvaje y puro; los hayedos solitarios y húmedos. por donde el sol entra apenas tamizado de luces, la tranquilidad suficiente para pensar en el misterio del mundo; la nieve, compañera puntual en las citas invernales; el blanco sosiego que huye de las iras y asperezas humanas.”

 

            Estamos en Campoo, mirando desde el alto el llano incomparable de vuestras mieses; desde el otro Campoo, desde el Campoo hermano. Desde este Campoo que hace dos mil años soportaba los asaltos de ejércitos enemigos que acampaban allá abajo, en tierras fraternas también sometidas. Este Campoo en el que los Cántabros daban ejemplo de salvaje independencia y amor a la libertad. Desde este Campoo miramos ahora, admirados, vuestras tierras. Antes de bajar al llano, recordemos; recordemos lo que fueron estas praderas, estos caminos entonces poco transitados.

 

            Se ha deslizado la vida por Braña Vieja y ha posado en el campo apacible, en el bosque milenario. Aquí vivían los Cántabros refugiados, indómitos, conocedores, como vosotros, de las cumbres, como vosotros recios; aquí pastoreaban sus rebaños en la paz bucólica de estas tierras, hasta que se vieron obligados a la lucha con los romanos. Las sendas de la cordillera tampoco guardaban secretos para ellos. También eran montañeros, pues habían nacido en las montañas y las montañas fueron su refugio y sustento. Pero un día fueron vencidos, sometidos, quedaron esclavos del hombre extranjero. Pasaron los años, pasaron nuevos pueblos y pudieron otra vez bajar al llano vuestro. Las dos Campoo se unieron. Las calzadas romanas se tornaron en caminos de paz y las mieses volvieron a dar cosechas. Otra vez había amapolas rojas en los campos.

 

            Aguilar de Campoo, canto dorado sobre el Pisuerga, piedras recias, escudos de nobleza.

 

Aguilar de mi credo y de mi espera

en piedra universal mirando al cielo

 

escribió hace poco el poeta. Por vuestras tierras he visto correr los años primeros de mis hijos; he vista sus ojos nuevos sorprendidos con la mirada primera de la historia: los lienzos de vuestro Castillo en ruinas, otro día otero de defensa de la villa que extendía amoroso sus murallas para protegerla, con las puertas de la Barbacana, del Paseo Real… Colegiata de San Miguel, sepulcro del Arcipreste; Monasterio de Santa María la Real, soñando antiguas glorias, con muros en los que la hiedra escribía entonces leyendas; Santa Cecilia, hoy bellamente reconstruida; los palacios de Velarde, de los Marqueses de Aguilar… Todo es historia en voz alta en la viejo villa. Los soportales, mirando indiferentes el rodar de los años que pasan bajo sus bóvedas; las eras, la Cascajera... No dejéis que os estropeen vuestra Cascajera. Que junto a la necesaria modernización que todo lo asola, se conserve la Cascajera. Con sus álamos y sus sendas y el río deslizándose entre ellas. Con tantos recuerdos… Que quede un lugar por donde pasear la añoranza, romántica y tierna.

 


 


La Venta de Pepín, Piedrasluenguas. 7 de julio de 1974

 

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