Recuerdo de Ricardo Gullón en Santander
A propósito de un número especial de “Ínsula”
La prestigiosa revista literaria de Madrid "Ínsula" ha dedicado a Ricardo Gullón su número del mes de junio. Es un digno homenaje que la propia revista justifica con estas palabras: "Este número no es sólo un recuerdo de gratitud al amigo y al colaborador fiel a lo largo de tantos años. Es también, sobre todo, homenaje al escritor, al gran crítico y ensayista que desde hace quince años trabaja y crea su obra fuera de España... ". Las colaboraciones de Ildefonso M. Gil, recordando lo pasos comunes con el homenajeado en las revistas literarias de anteguerra; la de Martínez Palacio narrándonos los años de Gullón profesor en las Universidades americanas; las de Gustavo Agrait, Nilita Ventós, Francisco Ayala, Andrés Amorós, Antonio Núñez, Pablo Beltrán de Heredia y Rodríguez Ramos, son nombres y textos que nos dan una idea clara y cálida del gran critico y del gran hombre que es Gullón.
En estos trabajos hay alusiones a los años de Gullón en Santander. Ellas nos han traída el recuerdo de su paso por esta ciudad, en la que tantos y buenos amigos tiene, […] entre éstos, los que con mejores […] motivos que el que esto escribe, puedan hablarnos de su vida entre nosotros; solamente el afecto me ha impulsado a hacerlo yo, para recordar algunos momentos de entonces, que han surgido en mi memoria al leer los trabajos aparecidos en "Ínsula". Sé que estas líneas llevan también la adhesión de los demás amigos.
Tremenda honestidad
Ricardo Gullón llegó a Santander en 1941, a ocupar una plaza de fiscal de la Audiencia Provincial. Como recuerda Beltrán de Heredia en su trabajo de la revista madrileña, refiriéndose a la ciudad en el momento de la llegada de Gullón... “apenas le quedaba a Santander otra cosa que la belleza inmarchitable”; hacía muy poco que el incendio devastador de aquel año había destruido una parte de la ciudad.
Gullón encara su función fiscal con una tremenda honestidad y un gran sentido humano. Yo soy testigo de su descorazonamiento ante la imposibilidad de hacer frente a un caso de atropello de una menor. El mismo nos cuenta en "Ínsula" su criterio sobre este cargo: “La función fiscal, tal y como yo la entiendo y la entienden mis compañeros, consiste en la defensa de la ley, y a ley no suele ser imperfecta. Tiende a favorecer al débil, al ciudadano indefenso. Estoy hablando de lo que podríamos denominar "leyes normales". Estoy excluyendo a las leyes de excepción, a las dictadas con intención política”.
Autoridad crítica
Ricardo era entonces, para unos pocos iniciados, el colaborador de "Revista de Occidente" en los años anteriores a la guerra; el fundador de la revista "Literatura" en 1934 y el animador de empresas literarias durante los años treinta y tantos. Esto creaba en nosotros, los más jóvenes que él, un clima de respeto y admiración que siempre se preocupó de borrar con gran tacto.
Consiguió que no nos sintiéramos incómodos junto a él, sentados en los divanes de los cafés "La Mundial" o "La Austriaca", en las tardes de los domingos, cuando nos reuníamos a su alrededor para comentar las novedades de la semana. En un artículo que publicó Marcelo Arroita-Jáuregui en ALERTA, el 5 de febrero de 1957, queda una expresión de esta devoción y gratitud, en frase que todos los amigos podemos suscribir: “Allí conocí la autoridad crítica de Ricardo Gullón y su incitación a lecturas para siempre ligadas a mi existencia”. De entonces son nuestras lecturas de libros que él nos iba comentando: "Eminencia gris" de Huxley; "El otoña de la edad media", de Huizinga, los novelistas ingleses contemporáneos, sobre cuyo tema publicó un libro Gullón en 1945; los alemanes Wasserman y Wiechert... Cada uno y su libro, tenían el oportuno comentario en el verbo del crítico que teníamos la suerte de tener a nuestro lado por lo menos una vez a la semana.
Colaborador de “Alerta”
Pronto Gullón empezó a colaborar en las páginas de ALERTA. El 17 de septiembre de 1944 aparece en este periódico un comentario suyo sobre las antologías "Los pájaros en la poesía española" y "Las flores en la poesía española". A partir de este momento no falta un artículo suyo por lo menos una vez a la semana. Antes, en 1945 había publicado en la Editora Nacional su libro "Vida de Pereda", primero de los suyos después de la guerra. En este mismo año 1944 toma contacto con los componentes del grupo "Proel". En un trabajo aparecido en ALERTA del 20 de septiembre, comenta la aparición del número cuatro de la revista: "En general, la voz de estos jóvenes es todavía poco definida... Pero por encima de todo queremos destacar el encanto de esta revista en donde al amante de la poesía le espera la delicia de la sorpresa, el placer del hallazgo, del encuentro con almas arrebatadas, generosas, de corazones que publican en secreto, de ese afán adolescente por la belleza, que es una de las más envidiables prendas de la mocedad".
Gullón y “Proel”
En una entrevista que se publica en el número de “Ínsula” que vengo citando, le pregunta Antonio Núñez por su intervención en “Proel” Gullón se excusa elegantemente: «No, no; los chicos de “Proel” no necesitaban nada. La revista la hicieron entre otros, Carlos Salomón, José Luis Hidalgo, Julio Maruri, Enrique Sordo y cuando llegó a Santander, Pepe Hierro». Pero los que vivimos aquellos años alrededor de “Proel” sabemos de la importancia de su magisterio. Entonces se conocen Ricardo Gullón y José Luis Hidalgo y se crea entre ellos una entrañable amistad. Cuando Hidalgo se encuentra hospitalizado en Madrid, en el verano de 1946, recibí de Gullón una carta desde Miyares, Asturias, donde estaba pasando el verano. Entre otras cosas me decía: “Estoy con deseoso de tener alguna noticia y sin saber qué hacer; no me atrevo a escribirle a él porque dos veces lo he intentado y me faltan fuerzas para lo que –necesariamente- ha de ser una falacia”.
Cuando poco después organizamos en la biblioteca de Torrelavega una exposición con algunas obras de Hidalgo, Gullón se brindó a ilustrar la inauguración con una conferencia. En aquellos mismos días luchábamos él y yo, y Pedro Cantolla, para tratar de editar en la colección “Proel” el libro "Los muertos", pero la precaria situación económica de la revista no nos permitió tener la satisfacción de que la primera edición de este libro viera la luz entre los queridos volúmenes que componían la colección. Unos años más tarde me escribió Gullón desde la Universidad de Puerto Rico y me decía: "El mes próximo voy a hablar del pobre José Luis Hidalgo en una conferencia sobre recuerdos de escritores españoles".
Las semanas de arte
Poco después, en 1949, son Gullón y Pablo Beltrán de Heredia, los creadores de las Semanas de Arte de la Escuela de Altamira. El patrocinio del incomparable mecenas que fue Joaquín Reguera Sevilla, hizo posible que se celebrasen dos semanas de conferencias y coloquios: una en 1949 y otra en 1950, con la asistencia de importantes artistas y críticos nacionales y algunos extranjeros, que se prolongó con una valiosa colección de libros sobre arte.
Todo lo que de alguna importancia literaria y artística tuvo lugar en Santander entre los años 1941 y 1953, años de su vida en Santander, tenía el sello, el entusiasmo y el consejo valiosísimo de Ricardo Gullón. Julio Maruri ha podido decir de él: "Ricardo Gullón -el inolvidable- decoraba Santander", según nos ha comentado Beltrán de Heredia en su articulo de "Ínsula", quien apostilla la frase de Maruri diciendo: “Ricardo Gullón fue un tiempo el decoro de Santander”. Sus amigos recordamos no solamente al escritor, sino también al hombre generoso y abierto siempre a los buenos vientos de la amistad y del afecto.
Publicado en:
El diario Alerta, el 30 de julio de 1971