Desde este blog nos unimos a la celebración de los 25 años de singladura del Grupo de Opinión Quercus, con este texto leído por Aurelio García Cantalapiedra en el acto de entrega del diploma acreditativo del título de "Torrelaveguense Ilustre, año 1996"
MI AGRADECIMIENTO
Mis primeras palabras en este acto han de ser de agradecimiento. De muy sincero agradecimiento a quienes, con una decisión que ha rebasado mi capacidad de sorpresa, me han honrado con esta distinción que hoy se formaliza aquí; agradecimiento que hago extensivo a todos los que tan generosamente me acompañan y a cuantos por imposibilidad de asistir personalmente han manifestado su adhesión. Es una distinción que, naturalmente, ha colmado mi "portuguesismo", expresión esta que todos conoceis el entrañable significado que tiene como identificación de amor apasionado por las cosas que atañen a nuestro pueblo.
A lo largo de la vida he tenido la oportunidad, o la inoportunidad, según se quiera entender, de poder escribir y hablar sobre Torrelavega, sobre nuestro Torrelavega. Y en cuantas ocasiones esto ha sido posible y necesario, he ejercido cien por cien de torrelaveguense, rozando siempre ese portuguesismo, aun cuando en todo momento he procurado guardar el equilibrio que exige la buena convivencia. No voy a decir que así ha ocurrido desde el primer balido, pero puedo asegurar que así ha sido desde que empecé a tener conciencia de mis actos, lo que me permite hablar de una entrega de amor ya largamente septuagenario por las cosas de mi pueblo. Creo que si en mi vida existe un motivo que haya podido llevar al Grupo de Opinión "Quercus" a otorgarme esta distinción, se encuentra ahí, en esa manera de ser y de existir.
Distinción que ha revuelto, en el poso de mi memoria, algunos escritos que, desde diversas circunstancias, fueron provocados por acontecimientos unidos a la vida y la historia local de Torrelavega. Escritos nacidos en el corazón, en la mayor parte de las ocasiones, sin dejar que los enfriara la cabeza, por lo que han estado expuestos al rigor de tornados y tempestades de toda índole.
Para uno de aquellos escritos a que me refiero, se me había pedido en cierta ocasión que hablara de Torrelavega sin más exigencia ni puntualización. Cómo hablar de Torrelavega, me decía yo a mi mismo en una interrogación llena de sugerencias. Y empecé mi respuesta escribiendo: "Siempre surgirá un grito de nostalgia que corra por sus calles buscando nombres de amigos que pasaron por ellas; siempre se enredará entre las palabras la aurora de la adolescencia y la añoranza mitificara los recuerdos. Nombres de personas, nombres de calles...". Y más adelante insistía: "Hablar de Torrelavega para quien esto escribe es trabajo gustoso; volver sobre aquellas personas, sobre aquellas calles... días de lecturas primeras, de amigos primeros, de amores primeros; días que amanecían azules para nuestros años de inconsciencia..."
Palabras que hoy repito, y que pretendían resumir y rememorar los años primeros de la adolescencia. Pero como volví a comentar en otra ocasión, "No es fácil, no, tener la seguridad de si lo que rememoramos son las vivencias auténticas o las realidades soñadas".
En esa oscura memoria primera de Torrelavega, queda así mismo, grabado en el recuerdo, el paso de la vieja escuela a la que había acudido en la Plaza del Grano, a la que estrenamos con el nombre de Colegio del Oeste. "Una nueva escuela, limpia, alegre, con grandes ventanales, por los que entraba el sol y desde los que se veían las nubes y hasta volar a los vencejos". El rememorarlo ahora, desde la última vuelta del camino, me lleva, con el corazón en la mano, al recuerdo imborrable de dos inolvidables compañeros en sus aulas: José Luis Hidalgo y Manolo Teira, a los que seguí fiel hasta su muerte; la de uno hace medio siglo; la del otro, ¡tan reciente!. Los tres convivimos después en la Biblioteca Popular hasta la guerra civil española, en horas de lecturas compartidas y ante exposiciones y conferencias que iban abriendo nuestros ojos y nuestra sensibilidad a un mundo en el que nos iniciábamos entonces. Era un centro cultural que rebasó muy ampliamente, para nosotros y para otros jovenes de la localidad, su fin inicial de biblioteca, alcanzando niveles de Universidad Popular, con importante repercusión en la vida cultural y social del pueblo.
En los años que siguieron a aquellos, y, más tarde, en el camino hacia estos que hoy acechan implacables, mostrando su ineludible realidad, mi vinculación a Torrelavega ganó fuerza en el sosiego fisico que va imponiendo la vida.
Termino la lectura de estas notas volviendo a citar a los dos amigos aludidos anteriormente, Hidalgo y Teira, para situarles, con plena justicia, y con el perdón del Grupo Quercus, en el encabezamiento de este listado de personas que pretenden ir construyendo a partir de hoy. Los dos, desde su inmortalidad, son quienes mejor y con mayores méritos pueden representarlo. Yo, si acaso, como modesto continuador.
Muchas gracias nuevamente a todos.
Publicado en
El Diario Montañés, 2 de Febrero de 1997
Y en Edición no venal por el autor en Febrero de 1997
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