viernes, 30 de abril de 2021

En recuerdo de la Sala de Arte Espí

 Hace ya 42 años que Aurelio García Cantalapiedra leía estas líneas en la inolvidable Sala de Arte Espí de Torrelavega con motivo de una exposición de Agustín Celis.


 


REVELACIÓN DE MOZARTH

 

  

            Cuando los propietarios de la Sala Espí me pidieron que presentara la carpeta Revelación de Mozarth, con el poema de Gerardo Diego que lleva este título y diez aguafuertes de Agustín Celis, traté de negarme, si bien es cierto que con poca fuerza, porque la petición partía de ellos además, se trataba de Gerardo y de Agustín. Sin embargo, pienso que aquel débil intento de rechazo estaba obedeciendo a un consejo del subconsciente.

 

            Yo conocía el poema que se reproduce en la carpeta, pero no había visto la interpretación plástica del pintor. El poema, por sí solo, ya entraña dificultad para los no conocedores a fondo de la vida del músico y hasta que leí un articulo de Carlos Murciano publicado en 1976, comentándole, no pude dejar suficientemente claras las veladas alusiones mozarthianas que contiene. Mi subconsciente insistía advirtiéndome del peligro. La sensibilidad de Celis habría rizado el rizo de su arte ante tema tan subyugante; ¿sabría yo ponerme a la altura que las circunstancias iban a requerir?

 

            Se me ofrecía una golosina: como puno de partida el mundo de Mozarth llevado al pentagrama poético por Gerardo Diego, a lo que tenía que añadir mi recuerdo de la visión reciente -en el otoño último-, de una exposición de Celis en Santander a la que el artista llevó “Paisajes de la imaginación”.

 

            La duda me volvía a asaltar: ¿Debería yo meter mi palabra entre la del poeta-maestro y la del maestro-pintor? Me impuse como condición no entorpecer su presencia; que mis palabras fueran apenas susurro acompañante, suave eco de violines mozarthianos para el verso y la imagen. Y acepté la invitación.

 

            Pocos días después pude contemplar una carpeta y el asombro presentido se confirmó. No podía añadir nada a lo que estaba ante mis ojos, ni interponer mis comentarios entre esta realización espléndida y el espectador. Recordé el verso de Juan Ramón, “No lo toques más, que así es la rosa”. La realidad escapaba a las palabras. El primer verso del poema parecía escrito para esta edición: “Todo es divina superficie…” Mis largos años metido en la vida de las ediciones colaboraban en la admiración. Hermosos espacios blancos, de un blanco purísimo, daban realce al contenido gráfico; la impresión, pulcra; la tirada de los aguafuertes, impecable; el estuche, un acierto, digno del contenido. Estaba ante una joya bibliográfica.

 

            Yo había preparado unas notas sobre la obra gráfica en general: que en 1789 se había creado la Calcografía Nacional; que en España no se había prestado la debida atención al grabado, del que no han estado ausentes los grandes de la pintura; que ahí está Goya y sus Caprichos, y sus Desastres, y sus Disparates; que Miró viene estampando obra gráfica desde 1930; que Picasso, que Ricardo Baroja, que Solana, que Chillida… Tenía anotado también que en 1975 el profesor Lafuente Ferrari se quejaba del poco favor que la gente concedía a este arte, y decía que hay que “lograr dar vida -son sus palabras-, a ediciones selectas ilustradas por grabadores originales.”

 

            Al llegar a mis manos esta carpeta que hoy os presento, me di cuenta de que era preciso tirar todas aquellas notas, porque no se podía enfriar este acto con una información más o menos erudita. Además, aquí estaba la contestación de Agustín Celis al profesor Lafuente; aquí estaba la edición selecta, ilustrada por un grabador original.

 

            Me dejé llevar, ir de vuelo, como escribió San Juan de la Cruz y repite Gerardo Diego en su hermoso poema. Gocé de los versos del poeta y de la interpretación plástica del artista; añadí la música de Mozarth, escuchado el disco gramofónico que se ofrece en la carpeta.

 

“Todo es divina superficie, todo

humanidad profunda. Mozarth vivo,

pintura vegetal, hoja aplicada

a una pared, él y el misterio

del vacío infinito…”

 

            Os he leído los versos con que comienza el poema, en los que hallaréis el arranque de los aguafuertes y hasta de algunas de las pinturas que hoy nos rodean: divina superficie, hoja aplicada a una pared, vacío infinito… Después de vista la exposición y, sobre todo, pasando entre vuestras manos estos aguafuertes, os sonarán -como a mi me ocurrió-, a delicada música interpretada. Gerardo, el pintor y Agustín, el poeta, me dije. Si leéis el poema y contempláis las estampas que le ilustran y completan, comprenderéis por qué digo esto.

 

            Celis ha pasado de aquel intento de síntesis de un mundo tecnificado que representaba su obra de hace bien pocos años, obra, por otra parte, siempre cercana a los problemas del hombre, a los “Paisajes de la imaginación” en estos aguafuertes de la carpeta, en los que el espacio es su centro; el espacio con su atracción y su misterio, con toda su poesía, sin abandonar la humana realidad, a la que ahora se acerca por vía de lo místico.

 

            ¿Qué le ha llevado al pintor a este abandono -por lo menos ocasional-, de lo terrestre, para refugiarse en el “vacío infinito”? Todo artista, cuando lo es de verdad, vive refugiado en sus hondas meditaciones, que a veces no son tan suyas, pues se lo dan por añadidura y obedece a la llamada de su arte que le ordena y manda. No sé cual será el próximo paso de Agustín en el campo artístico; posiblemente ni él mismo lo sepa en estos momentos, ni le preocupe, pues no en balde se hace camino al pintar, pero lo que si sé es que, por cualquier senda que se oriente triunfará, como hasta ahora, porque le acompañan imaginación, sabiduría plástica y sensibilidad artística.

 

            El mes pasado expuso Celis en la Galería Kreisler Dos, de Madrid; un crítico pudo hablar entonces, ante la presencia de su obra, de “sucumbir ante los encantos de la pintura-pintura” Dejémonos nosotros también sucumbir ante esta exposición, ante estos aguafuertes, pues nuestro espíritu nos lo agradecerá. Entreguémonos a este aire nuevo, fresco, limpio, que a manos llenas nos ofrece su autor en esta primera muestra individual en Torrelavega, que tanto tenemos que agradecer a él y a la Sala Espí.

 

 


 





Leído en la Sala Espí de Torrelavega.

30 de abril de 1979

viernes, 23 de abril de 2021

DÍA DEL LIBRO. La imprenta Bedia en la calle Travesía de África

 Hoy, Día del LIBRO, queremos recordar a los talleres de donde salieron las publicaciones más bellas editadas en nuestra región. Me refiero, sin ninguna duda, a la Imprenta Bedia. Allí, donde Gonzalo compuso mimorosamente, como luthier de los libros que era, cada una de las páginas de las que después disfrutaríamos los demás.

Haciendo extensivo nuestro recuerdo a todas las imprentas que existieron y existen en Cantabria, especialmente a Bedia Artes Gráficas S.C.V. digna heredera de:

 

LA IMPRENTA BEDIA EN LA CALLE TRAVESIA DE AFRICA

 

 

 


 

         No recuerdo con precisión, ni encuentro referencia fidedigna para ello, la fecha en que fui por primera vez al taller que los hermanos Joaquín y Gonzalo Bedia tenían instalado en un local de la calle Travesía de África. Si puedo decir, y esto lo afirmo con una relativa seguridad, que tuvo que haber ocurrido acompañando a Pablo Beltrán de Heredia. ¡Y qué mejor oficiante para este bautismo! Aquella visita inicial, imprecisa en el tiempo, representó para mi el encuentro con una profesión por la que sentía gran interés. En mis años de adolescencia había hecho copia de algunos breves libros con la maquina de escribir en una oficina comercial; recuerdo ahora uno de las Rimas, de Bécquer, ilustrado con dibujos de José Luis Hidalgo. El contacto con el taller de los hermanos Bedia, me acercó a la realidad que representaba la impresión de libros, de la que tuve, en la compañía de Pablo, en esta y sucesivas visitas, pormenorizado conocimiento del oficio.  Cuando años más tarde escribí un articulo sobre este mismo tema, me permití llamarle maestro de tipógrafos, pretendiendo reunir en esta expresión lo que a mi juicio es su sabiduría y buen hacer en esta profesión…

 

         Lo que si llevo en la memoria con perfecta nitidez, es el recuerdo de aquellas empinadas escaleras de piedra que en dura ascensión unían la calle de San Celedonio con el taller, de lo que Gonzalo nos puede hablar con buen conocimiento de causa por las veces que ha tenido que utilizarlas. Fue su terrible “lgota durante bastantes años, lo mismo que para mi a partir de entonces. Pero el mejor recuerdo que guardo es la compensación que encontraba en el afecto de Joaquín y Gonzalo y los miembros de su familia que fueron incorporándose al taller con el paso de los años: Celina, José y Mary, de los que quiero distinguir a esta última, no sólo por la labor que  ha venido desempeñando en él desde hace más de veinticinco años en muy plurales actividades, sino también por su simpatía y cordialidad. No olvido a los operarios Miguel, Ricardo y Domingo, nombres, estos tres, entre otros que ahora me vienen a la memoria, a los que la amabilidad con que me atendían como cliente, les ha hecho permanecer en mi recuerdo. Permítanme repetir a este respecto la expresión empleada por el inolvidable Ricardo Gullón al hablar de ellos en la conferencia que leyó en la Fundación Botín en 1989, en la que les llamó “Artesanos ejemplares”, expresión con la que creí entender que se refería a todo el personal del taller, dueños y operarios, momento en que también distinguió con calurosas palabras al buen gusto y la experiencia de Pablo Beltrán de Heredia en el quehacer tipográfico.

 

         Esta labor de Joaquín y Gonzalo Bedia como impresores destacados en esta rama industrial de la vida santanderina, por desgracia solo podemos hacerla repercutir hoy personalmente en Gonzalo, por el fallecimiento de su hermano Joaquín el año 1981, quien algunos años antes ya se había distanciado del taller instalándose por su cuenta en otro tipo de actividad.

 

Manuel Arce nos informó oportunamente de que Gonzalo trabajaba en la imprenta RESMA, antes de establecerse por su cuenta, imprenta de la que nuestro compañero de mesa hoy, Antonio Zuñiga, era regente. Gonzalo aprovechaba allí para componer los textos que luego se llevaba a casa, donde los dos hermanos los imprimían.

 

         Arce es buen conocedor de esta fase primera de la Imprenta Bedia pues en ella empezó a imprimir en 1948 su revista La isla de los ratones, ejemplo de buen hacer en todos los sentidos, aun cuando aquel ir y venir de los plomos con los textos, sin posibilidad de corregirlos oportunamente, diera lugar a que la revista se pudiera ganar al principio el nombre de La isla de los erratones. Superada aquella primera parte, al año siguiente, 1949, se volcó Manuel Arce, en la edición de libros que fueron apareciendo hasta 1966. Este nuevo renglón editorial amplió el nivel de conocimiento que llegó al público de las buenas cualidades tipográficas de la imprenta, que atrajeron hacia ella, por este buen hacer, numerosas colecciones de revistas y de libros que constituyen el mejor crédito de lo que acabo de decir. Entre estos por su oportunidad aquella edición pirata del Romancero Gitano, de García Lorca, el año 1948, de la que Pablo evitó posibles problemas con la censura y con la reclamación de derechos de autor por parte de la familia del poeta, llegando a tiempo con su consejo (como siempre), que les llevó a retirar del libro el nombre de la imprenta.

 

         De esta admiración por la obra bien hecha en la Imprenta Bedia, existen abundantes testimonios escritos de ilustres personalidades de la cultura, de los que recojo uno muy significativo. Me refiero al comentario del poeta Vicente Aleixandre que al recibir el ejemplar que se le destinó de una colección impresa en Bedia, escribió : “ Es un bello volumen, no solo por sus versos, sino por su presentación material. Es sencillamente una delicia repasar su tipografía, su papel, su composición, su cabal armonía...

 

         Los que conocemos bien a Gonzalo Bedia podemos reflejar en él, por su humildad profesional, aquella frase con que se abría el nº1 de La Revista de Santander, que bajo la dirección de José Mª de Cossío se imprimió en ALDUS los años 1930 a 1935 y que decía así: “Sabemos bien que este fragmento de cultura literaria no es sino eso: un trozo de la cultura general, no siempre el más selecto y casi nunca el más transcendente”.

 

         Habría que extenderse mucho más para hablar de la labor de la Imprenta Bedia, de su labor bien hecha, pero tengo la seguridad de que el público  la conoce y no es necesario repetirlo. La actuación hoy de Pedro Crespo de Lara como maestro de ceremonia, lo avala.

        

         Antes de terminar, quiero hacer alusión a la presencia de Julio Maruri en el comunicado de este acto. Es un símbolo indiscutible, desde diversos puntos de vista, de los años a que nos estamos refiriendo y significativo como uno de los distinguidos poetas cuya obra literaria ha pasado por las máquinas de esta imprenta.

 

         Gracias Gonzalo, gracias a ti y a los tuyos por este bien que habéis hecho, desde vuestra profesión, a la cultura general de Cantabria.

 

 

   

Publicado en:

El Diario Montañés, el 7 de noviembre de 2000

 



jueves, 15 de abril de 2021

IN MEMORIAM de Balbino Pascual

 

Balbino Pascual, muchos años después

 

 


 

         Cuando Balbino Pascual expuso por primera vez en Torrelavega, era un hombre joven, apenas recién estrenado en el arte de la pintura. Pero si sus cuadros delataban entonces la bisoñéz en las pinceladas, duras e ingenuas, hasta violentamente realistas a veces, en las manchas de color se podía encontrar ya la presencia de una retina atenta, aún cuando sorprendida todavía ante el paisaje campurriano que nos mostraba y que turbaba su inmadura sensibilidad.

 

         Había en aquella obra un intento de aproximación a la pintura de Manuel Salces, exento de premeditación, provocado por la luz que para los dos iluminaba aquel paisaje.

 

         Balbino Pascual huía de su pintura de la rutina que suponía la labor diaria del pan de cada día; se refugiaba, con esfuerzo, pero con deleite, en la perspectiva de los álamos del camino, en las luces quebradizas del agua en los arroyos, en el color cambiante de las hojas de los árboles al ser agitadas por el viento. Luchaba, con la inocencia primera, con un paisaje que se presentaba distinto, a cada momento, a su mirada. ¡Qué gran esfuerzo para su retina y que gran escuela para modelarla! Casimiro, a lo lejos; Salces, más cercano. ¡Cómo afligían al artista las dificultades para acercarse a ellos!

 

         Han pasado muchos años desde aquellas fechas hasta esta exposición de hoy en la Sala Espi. Balbino Pascual vuelve la vista atrás, desde la altura y el sosiego de los ochenta años, y su recuerdo se encuentra ante las primeras pinceladas que él adjudicaba con humildad a algún maestro cercano a su entorno. Y sonríe. Muestra a los amigos estos cuadros y hoy con la misma inocencia primera. El pincel que se mueve entre las mismas ramas de árboles, se ha aligerado; las manchas de color que se posan sobre ellas, alcanzan en ocasiones una deliciosa delicadeza poética. Ya no hay, en estos cuadros formas duras que afeen la anécdota que nos muestra. Hay más poesía; la expresión es más sensible; y más segura la mano madurada por los daños para su encuentro incansable con el paisaje.


Publicado en:

El Diario Montañés,

20 de febrero de 1992




 

jueves, 8 de abril de 2021

25 años de Quercus


Desde este blog nos unimos a la celebración de los 25 años de singladura del Grupo de Opinión Quercus, con este texto leído por Aurelio García Cantalapiedra en el acto de entrega del diploma acreditativo del título de "Torrelaveguense Ilustre, año 1996"


                                         MI AGRADECIMIENTO

 


 

 

            Mis primeras palabras en este acto han de ser de agradecimiento. De muy sincero agradecimiento a quienes, con una decisión que ha rebasado mi capacidad de sorpresa, me han honrado con esta distinción que hoy se formaliza aquí; agradecimiento que hago extensivo a todos los que tan generosamente me acompañan y a cuantos por imposibilidad de asistir personalmente han manifestado su adhesión. Es una distinción que, naturalmente, ha colmado mi "portuguesismo", expresión esta que todos conoceis el entrañable significado que tiene como identificación de amor apasionado por las cosas que atañen a nuestro pueblo.

 

            A lo largo de la vida he tenido la oportunidad, o la inoportunidad, según se quiera entender, de poder escribir y hablar sobre Torrelavega, sobre nuestro Torrelavega. Y en cuantas ocasiones esto ha sido posible y necesario, he ejercido cien por cien de torrelaveguense, rozando siempre ese portuguesismo, aun cuando en todo momento he procurado guardar el equilibrio que exige la buena convivencia. No voy a decir que así ha ocurrido desde el primer balido, pero puedo asegurar que así ha sido desde que empecé a tener conciencia de mis actos, lo que me permite hablar de una entrega de amor ya largamente septuagenario por las cosas de mi pueblo. Creo que si en mi vida existe un motivo que haya podido llevar al Grupo de Opinión "Quercus" a otorgarme esta distinción, se encuentra ahí, en esa manera de ser y de existir.

 

            Distinción que ha revuelto, en el poso de mi memoria, algunos escritos que, desde diversas circunstancias, fueron provocados por acontecimientos unidos a la vida y la historia local de Torrelavega. Escritos nacidos en el corazón, en la mayor parte de las ocasiones, sin dejar que los enfriara la cabeza, por lo que han estado expuestos al rigor de tornados y tempestades de toda índole.

 

            Para uno de aquellos escritos a que me refiero, se me había pedido en cierta ocasión que hablara de Torrelavega sin más exigencia ni puntualización. Cómo hablar de Torrelavega, me decía yo a mi mismo en una interrogación llena de sugerencias. Y empecé mi respuesta escribiendo: "Siempre surgirá un grito de nostalgia que corra por sus calles buscando nombres de amigos que pasaron por ellas; siempre se enredará entre las palabras la aurora de la adolescencia y la añoranza mitificara los recuerdos. Nombres de personas, nombres de calles...". Y más adelante insistía: "Hablar de Torrelavega para quien esto escribe es trabajo gustoso; volver sobre aquellas personas, sobre aquellas calles... días de lecturas primeras, de amigos primeros, de amores primeros; días que amanecían azules para nuestros años de inconsciencia..."

 

            Palabras que hoy repito, y que pretendían resumir y rememorar los años primeros de la adolescencia. Pero como volví a comentar en otra ocasión, "No es fácil, no, tener la seguridad de si lo que rememoramos son las vivencias auténticas o las realidades soñadas".

 

            En esa oscura memoria primera de Torrelavega, queda así mismo, grabado en el recuerdo, el paso de la vieja escuela a la que había acudido en la Plaza del Grano, a la que estrenamos con el nombre de Colegio del Oeste. "Una nueva escuela, limpia, alegre, con grandes ventanales, por los que entraba el sol y desde los que se veían las nubes y hasta volar a los vencejos". El rememorarlo ahora, desde la última vuelta del camino, me lleva, con el corazón en la mano, al recuerdo imborrable de dos inolvidables compañeros en sus aulas: José Luis Hidalgo y Manolo Teira, a los que seguí fiel hasta su muerte; la de uno hace medio siglo; la del otro, ¡tan reciente!. Los tres convivimos después en la Biblioteca Popular hasta la guerra civil española, en horas de lecturas compartidas y ante exposiciones y conferencias que iban abriendo nuestros ojos y nuestra sensibilidad a un mundo en el que nos iniciábamos entonces. Era un centro cultural que rebasó muy ampliamente, para nosotros y para otros jovenes de la localidad, su fin inicial de biblioteca, alcanzando niveles de Universidad Popular, con importante repercusión en la vida cultural y social del pueblo.

 

            En los años que siguieron a aquellos, y, más tarde, en el camino hacia estos que hoy acechan implacables, mostrando su ineludible realidad, mi vinculación a Torrelavega ganó fuerza en el sosiego fisico que va imponiendo la vida.

 

            Termino la lectura de estas notas volviendo a citar a los dos amigos aludidos anteriormente, Hidalgo y Teira, para situarles, con plena justicia, y con el perdón del Grupo Quercus, en el encabezamiento de este listado de personas que pretenden ir construyendo a partir de hoy. Los dos, desde su inmortalidad, son quienes mejor y con mayores méritos pueden representarlo. Yo, si acaso, como modesto continuador.

 

Muchas gracias nuevamente a todos.

 

 

Publicado en

El Diario Montañés, 2 de Febrero de 1997

Y en Edición no venal por el autor en Febrero de 1997