Hoy es el cincuentenario del fallecimiento de Francisco Modinos. De una exposición suya, celebrada en la Galería Puntal-2 de Torrelavega, escribió Aurelio García Cantalapiedra la siguiente reseña en la revista Arteguía (nº 46 febrero-marzo 1979)
FRANCISCO MODINOS
Cada vez que la obra que dejó Modinos sale del rincón donde está almacenada, la indiferencia del contemplador superficial se ruboriza y se va dejando ganar por la pintura de este artista que después de sus años parisinos se refugió humildemente en el pueblo. Y a los habitantes del pueblo dedicó lo mejor de sus realizaciones, en las que fue reflejando las más tristes escenas en figuras humanas acordes con la temática de cada cuadro. Cerca de Solana y de Mateas, pero sin perder la personalidad atormentada que le caracterizó en su vida, Modinos tuvo la virtud de no dejarse llevar por el halago fácil del posible comprador o del presunto visitante.
En otra exposición de Modinos escribió:
Hace ya cerca de una década, pudimos ver reunida en una sala de la Caja de Ahorros de Torrelavega, una treintena de cuadros de Paco Modinos, que nos proporcionó entonces una interesante visión del conjunto de su obra.
Todavía estaba el autor entre nosotros, aún cuando ya herido mortalmente. Sus convecinos tuvimos por primera vez ante los ojos una abundante colección de sus pinturas, que nos abrió puertas interiores del alma de su autor. Modinos había sido siempre reacio a la presentación de su obra, a la curiosidad de los visitantes, y en aquella ocasión, comprendimos el porqué; era demasiado evidente todo lo que decía su pincel. Recordamos algunos títulos de sus cuadros: “Labrador”, “Viejo pescador”, “Familia pobre”, “Saltimbanquis”, “Estibadores”, “Peones”, “Ciegos”, “Carnaval”, “Dolor”..., dolor; quizás sea éste último, el que nos señale la pista más certera de su obra y nos permita ascender por la escala de su arte. En toda la muestra que nos presentaba, reinaba el dolor. Era un dolor destilado en la alegría de la creación que lo sublimaba.
Una parte importante de aquella obra es la que ahora nos ofrece la Casa de Cultura de Torrelavega, en la inauguración de sus renovadas instalaciones, en una retrospección de homenaje al artista y su memoria. Como entonces lo hizo, hoy vuelve a sacudir, con la violencia de sus pinceles, las aburguesadas conciencias de los hombres. Paco Modinos no es un pintor grato para esta clase de visitantes; él lo sabía cuando pintaba sus cuadros y cuando se le hablaba en este sentido sonreía irónicamente, con aquella mueca peculiar que le imponía su defecto físico. «Una de las condiciones del arte -escribió un día- es la de que tiene que ser humano; todo en el hombre lo es hoy más que en épocas pretéritas; lo es la cultura, lo es la educación del pueblo...». Siendo un hombre de extensa cultura, había sabido imponer barreras a las consecuencias que ello podía imponer en su arte y, disciplinadamente, siguió una senda realista entroncada con la mejor escuela española. Nosotros le recordamos en las reuniones de la Escuela de Altamira, en los años 1949 y 1950, escuchando con devoción a los críticos y artistas que se juntaron en Santillana del Mar en el otoño de esos años. La línea “aperturista” que se sembró en estas dos semanas de arte, no le cogían desprevenido, pues él ya la venía pulsando desde sus años de París. Continuó acercándose, con serenidad “apasionante”, a los problemas de los hombres humildes, sabiendo que “junto al mundo de la realidad -con el arte-, se crea otro mundo” (son palabras suyas).
El diario Montañés, 2 de enero de 2003