Hoy, 36 años tarde, llega a nuestra legislación la ley de eutanasia. Nos trae el recuerdo de un amigo, de un gran luchador infatigable por una muerte digna. Nos trae al recuerdo el escrito que Aurelio hizo "al hilo de tu muerte"
Carlos Gómez Blázquez
(al hilo de tu muerte)
Ya lo ves, Carlos, si los amigos no salimos al paso, te van a convertir en símbolo, o, a lo peor, en caricatura. No saben los que escriben de ti, que lo de hacerte popular en «Si yo fuera Presidente», fue a pesar tuyo. No dicen que reclamabas el derecho a morir dignamente no solo para ti, sino para los demás también. Ignoran los que esto escriben y los que puedan leerlo, que tu vida era mucho más que eso; que tras la fachada que sin querer te han creado, existía un corazón enorme; que lo demás, lo que se veía desde fuera, constituía una parte mínima de tu capacidad de amar a los semejantes.
Todo empezó en Torrelavega, donde fuiste niño perdido por sus calles. Nosotros, los mayores que tú, temíamos por tus años futuros. Nunca hablamos de esto tú y yo, cuando mucho después nos encontramos. No era necesario tampoco. Habían dado ya muchas vueltas las noches y los días. Llegaste a mi amistad hombre hecho, con unos limpios ojos azules, la voz ligeramente ronca y la leucemia en tu cuerpo. De esto tampoco era preciso hablar. Reías en las reuniones de amigos, compartías penas, dabas alivio. A veces, tu decir era irónico, como corresponde a hombre inteligente, pero siempre generoso, humano. Alguna vez la enfermedad te traicionaba y te hacía exclamar: «¡La soledad de una UVI!». No era más que la significación de una soledad más profunda, que un grupo de amigos y amigas te hacía olvidar. —¿Recuerdas, Carlos, una reunión con ellos en mi casa?; un grupo maravilloso—.
Cuando escribo estas líneas no sé cómo han sido tus últimas horas en este accidente que es vivir. No sé si has conseguido morir de tu muerte o te han impuesto otra. Confío en que en el último trance habrás podido decir: «Al fin muero de mi muerte». A todos tus amigos nos hubiera gustado oírlo para saberte feliz. Todo ha pasado ya, Carlos; los que quedamos, los que te hemos querido, te seguiremos queriendo y nuestro recuerdo será siempre memoria de la tuya.
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