miércoles, 3 de febrero de 2021

La romería de San Blas

 


Hace cerca de medio siglo que nuestro espíritu de portugués empedernido subió una vez más a San Blas. Era la disculpa anual que nos permitía gozar de la presencia, en una sola mirada, de nuestra Vega. Y en aquella ocasión, en la compañía de don Gabino Teira, lo que añadía emoción al recorrido, al escuchar sus puntuales comentarios, en los que sonaba con devoción la historia de nuestro pueblo sobrevolando el paisaje que se ofrecía a nuestros pies.

 

            En las páginas de referencia local de un diario de nuestra provincia publiqué un comentario nacido de los ecos de aquel día, que repito en parte a continuación, como un lamento de la incomprensible suspensión de la romería de San Blas.

 

             “Si algún forastero pudiera dudar de Torrelavega como ciudad ideal en todos los aspectos (y decimos forastero porque los nativos estamos todos convencidos de ello), nada mejor para convencerles, en cuanto al clima, que el día de San Blas, que ha pasado. San Blas; la primera romería del año, se ha· sentado entre nosotros con las primicias del verano. Ha empezado a sonar en nuestro hermoso valle la música de las romerías y las avellanas. Y fijaos que ha escogido para entrar el mejor portillo: La Montaña. Por este alto de La Montaña, desde donde se abarca, con una sola mirada, toda la extensión y la belleza de la Vega. Por aquí entra el verano nuestro con los primeros vencejos y el primer lechazo asado.

 

            No es mala disculpa ésta de San Blas, para ensanchar nuestro pecho de «portugueses» (¡no importa que nos llamen así!), al contemplar a nuestros pies la ciudad tan llena de realidades y tan pletórica de promesas. Cada día nuevas chimeneas se unen a chimeneas ya ennegrecidas, para formar este bosque espléndido de nuestra industria. Y bajo ellas, entornando un poco los párpados, desde esta altura, sentimos el trajinar incesante de sus habitantes, añadiendo cada día un ladrillo más y un establecimiento más, y cada día también, una nueva ilusión a este crecer vertiginoso. El padre Dobra, Fujiyama de nuestras estampas, lo contempla sonriente. Desde su modesta pero privilegiada altura, vigila nuestros trabajos y asiente complacido. En su memoria eterna guarda el recuerdo, todavía fresco, de las diligencias. Posiblemente desde esta Venta de San Blas, algún contrabandista o saqueador de diligencias -romántico o no-, se había guarecido en su falda de madre que todo lo perdona.

 

            La noche ha dado fin a San Blas y Torrelavega ha encendido sus luces. Subir a contemplar el Valle también de noche y desde este alto de La Montaña. Os sentiréis compensados de vuestros esfuerzos diario por la ciudad”.

 

            (En recuerdo de los hermanos Milagros, Lola y Manolo Teira, que fueron compañeros míos con frecuencia en esta excursión anual)




Publicado en: El Diario Montañés, 7 de febrero 2002

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