El día 28 de febrero de 1981 se presentó oficialmente en Santillana del Mar la Fundación Santillana. Uno de los primeros actos fue la colocación de una lápida en homenaje a la Escuela de Altamira. Días antes se publicó en la Hoja del Lunes el siguiente artículo.
La Escuela de Altamira,
una de las más brillantes realizaciones
culturales de los años 40 santanderinos
La “Escuela de Altamira” fue una de las más brillantes realizaciones culturales de los años cuarenta santanderinos y es preciso apuntarla al haber de Joaquín Reguera Sevilla, el hombre que, desde su puesto de gobernador civil de la provincia, patrocinó con generosidad todas las actividades de este tipo. Así fue reconocido públicamente en el acto de inauguración de la Primera Semana de Arte organizada por la Escuela. Ricardo Gullón que dictó la lección inicial de la semana, pronunció las siguientes palabras: “Estas reuniones no hubieran podido celebrarse sin el apoyo de don Joaquín Reguera Sevilla, persona en quien artes y letras encuentran siempre patrocinio desinteresado y generoso”.
En su aspecto fundamental, la Escuela de Altamira tenía el ambicioso proyecto de “constituir el núcleo coordinador de los esfuerzos hasta ahora realizados al servicio y en beneficio del arte actual”, para lo que pretendían llevar a cabo una serie de reuniones de diversas personalidades mundiales relacionadas con el arte, de las que saldrían publicaciones, residencias para estudiantes, museos, etc., con base en Santillana del Mar. Las circunstancias provocaron el que se redujera a dos únicos encuentros los años 1949 y 1950. Aún cuando este desarrollo pudiera parecer una limitación en lo conseguido (que realmente lo fue si lo comparamos con los proyectos iniciales), no por eso se debe menospreciar la transcendencia de los resultados alcanzados, que alcanzaron singular resonancia en diversas partes del mundo. La primera semana de reuniones tuvo lugar del 19 al 25 de septiembre de 1949 y la segunda del 20 al 26 del mismo mes del año siguiente.
La Escuela había sido idea del pintor alemán Mathias Goeritz, que había llegado a España con su mujer, Marianne, atraído por los bisontes de las Cuevas de Altamira. En 1940 salió de su país natal, pero hasta el verano de 1948 no pudo satisfacer su vehemente deseo de ver las Cuevas de Altamira. Residió primero en el Marruecos francés y entró en España en el año 1945, residiendo en Madrid y Granada antes de instalarse en Santillana del Mar. El verano de 1948 residía el matrimonio Goeritz en el palacio del primer marqués de Santillana donde habían instalado su estudio; Matías como pintor y su mujer como fotógrafa, subyugada por la belleza de la villa. De las reuniones en este sentido con sus amigos, el pintor mejicano Alejandro Rangel; la historiadora Ida O´Gorman, también mejicana y Pablo Beltrán de Heredia, profesor entonces en el Instituto de Enseñanza Media de Santander, saldrían las primeras iniciativas de lo que sería después la Escuela de Altamira. A ellos se unirían enseguida el escritor Ricardo Gullón y el escultor Ángel Ferrant. Los cinco “esbozamos proyectos, planeamos tareas, esforzándonos en hallar las bases sobre las cuales se podrían asentar un organismo coordinador de las actividades artísticas más puras y desinteresadas”.
La Primera Semana de Arte
Los proyectos se consolidaron y pudo celebrarse al año siguiente la Primera Semana de Arte, que como queda indicado, tuvo lugar del 19 al 25 de septiembre. Para aquellas fechas, el hombre que había aportado la idea, Matías Goeritz, ya no estaba en Santillana, pues había embarcado con su mujer para Méjico el día primero del mismo mes con el objeto de hacerse cargo de una cátedra universitaria de Historia del Arte. Goeritz había expuesto en septiembre del año anterior, en el “Saloncillo de Alerta” una colección de sus acuarelas, y su mujer, Marianne, dejó hecha una serie de fotografías de Santillana del Mar, de las que algunas pasarían a ilustrar la admirable obra de Enrique Lafuente Ferrari “El libro de Santillana”.
En un periódico local se pudo leer: “Un acontecimiento de primera magnitud va a desarrollar durante la semana que mañana comienza, en el marco incomparable de Santillana del Mar. Artistas y críticos de arte de toda Europa van a discurrir durante ocho días acerca del arte nuevo en los escenarios más prestigiosos y casonas de Santillana: bibliotecas de las más bellas casas señoriales, sosegados jardines, el claustro de la colegiata y, naturalmente, la Cueva de Altamira, donde la más vieja expresión del arte humano va a enlazarse así con las más modernas formas de la plástica, estudiadas por hombres prestigiosos de nuestro país, de Italia, de Francia. de Suecia, de Inglaterra, de Suiza…”.
El programa trazado respondía a esta información: Día 19, a las cinco de la tarde, inauguración de las sesiones en la Cueva de Altamira, con una exposición de motivos por Ricardo Gullón y la intervención del arquitecto italiano Alberto Sartoris, del pintor inglés Anthony Stubbing y del crítico de arte Enrique Lafuente Ferrari; día 20, conversación en el jardín del Parador de Gil Blas sobre los motivos expuestos el día anterior por Ricardo Gullón y por la tarde en la biblioteca del palacio de S.A.I. Infanta doña Paz de Borbón, conferencia de Sebatián Gasch con el tema “El arte no figurativo actual y sus antecedentes”: día 21 en la mañana, nueva reunión en los jardines de Parador para discutir la conferencia de Gasch, continuando los actos por la tarde en el palacio de la archiduquesa Margarita de Austria con la intervención Alberto Sartoris sobre “Ubicazione deil arte astratta”; día 22, excursión a los Picos de Europa; día 23, discusión en el Parador de las cuestiones planteadas por Sartoris y por la tarde conferencia de Eduardo Westerdhal sobre “Sentido transcendental del arte contemporáneo” que sería discutido al día siguiente. El día 25, fijación de las conclusiones de esta I Semana Internacional de Arte con reunión de clausura en la cueva de Altamira.
A este programa que hemos resumido, ceñido al objeto de las reuniones, se añadirían un concierto de guitarra por Regino Sainz de la Maza, recital de poesía en el claustro de la Colegiata, a cargo de Luis Felipe Vivanco, Rafael Santos Torroella y los proelistas José Hierro y Julio Maruri y un concierto final en la iglesia de la Colegiata por la Coral de Torrelavega.
El programa no podía ser más sugestivo ni más prometedor. La relación de artistas y críticos asistentes dice por si sola de la categoría que pudieron alcanzar las conversaciones. A esta primera semana asistieron el arquitecto Alverto Sartoris; el historiador de arte, Enrique Lafuente Ferrari; los críticos, Sebastián Gasch, Ricardo Gullón, Rafael Santos Torrella, Luis Felipe Vivanco; los artistas, Pancho Cossío, Anthony Stubbing, José Llorens Artigas, Ángel Ferrant, Eidaldo Serra, Ted Dyrssen y Jesús Otero. No acudieron por causas ajenas a su deseo y así lo manifestaron a los organizadores, Eugenio D'Ors, Joan Miró, Ben Nicholson, Barbar Hepwotth, y Willi Baumister. Allí estuvieron también José Hierro y Julio Maruri y la figura imprescindible de Pablo Beltrán de Heredia, coordinador del desarrollo adecuado de los actos.
La reunión inaugural tuvo como marco incomparable una de las salas de la cueva de Altamira y estuvo presidida por el gobernador civil y por S.A.R. la Infanta doña Mercedes de Baviera, acompañada por su esposo el príncipe de Bragatión. Ricardo Gullón, después de recordar al ausente Matías Goeritz, desarrolló el tema propuesto. “Algunas ideas sobre Altamira y al arte contemporáneo”. Las palabras de Gullón dieron cuenta de los proyectos ambiciosos que les animaba: “Intentaremos romper la costra de indiferencia que rodea en España a las realizaciones del arte nuevo” Al día siguiente, según lo programado, se desarrolló en el jardín del Parador la primera conversación, en coloquio abierto, sobre las palabras pronunciadas por Gullón en la cueva, interviniendo Sartoris, Santos Torroella y Gasch, así como Pancho Cossío, quien propuso que en vez de arte abstracto debiera decirse “arte egocéntrico” o “egocentrista”, y lo definió como mágico en lo primitivo y lógico en lo moderno. Este intento de bautizar el arte abstracto provocó también las intervenciones de Westerdahl, Dyrssen, Vivanco y Beltrán de Heredia.
La conversación del día 21 tuvo por principal ponente a Pancho Cossío, que leyó el capítulo «El hombre mágico» de un libro que tenía en preparación en aquel tiempo. La prensa santanderina del día siguiente encabezaba su información sobre la reunión con el siguiente título: “Pancho Cossío sigue muy preocupado con el bautizo del arte moderno”. Ricardo Gullón y Westerdahl fueron los oponentes del pintor montañés, mostrando el primero su disconformidad con Pacho. En esta segunda conversación quedó planteado por el propio Gullón el problema de qué debiera ser la Escuela de Altamira insistiendo en el carácter vivo que había de tener “y no un lugar donde se reciba enseñanza y donde al artista se le marque una dirección”, surgiendo también el tema de las publicaciones a realizar y posibles residencias de artistas y museo, para lo que fueron nombradas diversas ponencias.
Como podemos ver, los reunidos se estaban fijando un largo programa de actuación que, desdichadamente para Santander, no se pudieron concretar más que en una pequeña parte. Cuando veintisiete años más tarde Pablo Beltrán de Heredia presentó a Ricardo Gullón en un acto celebrado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en La Magdalena afirmó: «La propia ciudad -ya entonces conocida como la Atenas del Norte- vio desvanecerse tal ilusorias esperanzas con la más absoluta indiferencia cuando no con ostensible regocijo».
Con motivo de la conferencia de Alberto Sartoris (“Circuito assolutista. Ubicazione dell´arte astratta”), que tuvo lugar al día siguiente volvió a tocarse al tema de la necesidad de un nombre para el arte contemporáneo, al que Sartoris había llamado en su lección “arte assoluto”. La última conferencia de la Semana tuvo lugar en el Palacio del Marqués de Santillana donde Eduardo Westerdahl habló de “sentido transcendental del arte contemporáneo” y la cuarta y última conversación estuvo dedicada a leer y discutir las ponencias sobre Museo, Exposiciones y Residencia de Artistas. El acto de clausura también discurrió dentro de las Cuevas de Altamira, como la inauguración, y en él Ricardo Gullón dio lectura a los dictámenes emitidos por las distintas ponencias y las conclusiones finales fueron todo un manifiesto de propósitos. Digno colofón de esta primera semana fue la conferencia de Eugenio D´Ors en el salón de actos de la Cámara de Comercio de Santander, el día 10 de diciembre, con el título “No hay tal prehistoria”, que fue editada por la Escuela y que vino a echar leña al fuego de las discusiones a nivel local que habían provocado los comentarios que la prensa ofreció durante la semana sobre el desarrollo de los distintos actos.
Con motivo de la segunda semana, Leopoldo Rodríguez Alcalde publicó un artículo en “Alerta” del 15 de junio del cual es este párrafo: “Ya apunté que en el ámbito internacional alcanzó resonancia la atrevida empresa; entre las publicaciones de primer orden que con más interés y extensión la acogieron, figuran “Arts”, de París, y “La Nación”, de Buenos Aires” También dio cuenta en este artículo de la aparición de la revista “Bisonte”, órgano de la Escuela de Altamira, que lamentablemente se quedó en este solo número. Era una empresa ambiciosa que los componentes de la Escuela habían encomendado a Ángel Ferrant, como director, y a Luis Felipe Vivanco, como secretario de redacción. Esta primera entrega (que se quedó en única), estaba espléndidamente ilustrada con dibujos de Joan Miró y de Matías Goeritz y reproducciones de obras de diversos pintores contemporáneos.
Las reuniones y conferencias de la segunda semana de Arte comenzaron el 20 de septiembre y se prolongaron hasta el 26. A la lista de críticos y artistas que habían concurrido a la primera, se habían unido la pintora italiana Carla Prina; Cicero Dias, pintor brasileño y agregado cultural de la Embajada de su país en España; el pintor alemán Willy Baumeister, profesor de la escuela de Bellas Artes de Stuttgart; Joan Teixidor, crítico de arte; los pintores Cuixart y Tapies, y el poeta Luis Rosales. Faltó a esta segunda semana Pacho Cossío, que, al parecer, se apartó de la Escuela por razones políticas. El programa resultó tan sugestivo como el de la primera y estaba preparado con el mismo acierto y cuidado por Beltrán de Heredia: inauguración de la semana en el claustro de la Colegiata, y en días sucesivos en los mismos distinguidos lugares que en la primera, conferencias de Alberto Sartoris, de Santos Torroella, de Luis Felipe Vivanco, de Willy Baumeister, con las que alternarían diversas ponencias y su discusión, aquellas a cargo de Sebastián Gasch, de Westerdahl y de Sartoris.
La presidencia de la semana recayó en Baumeister y en la sesión inaugural intervinieron Ángel Ferrant y Sartoris. La ponencia de Gasch sobre "El surrealismo pictórico" fue objeto de un largo coloquio en el que intervinieron Llorens Artigas, Cicero Días, Ángel Ferrant, Sartoris, Gullón, Teixidor, Westerdahl, Cuixart y Stubbing. Sartoris habló sobre "La crítica del arte y sus problemas"; Vivanco trató el tema "Génesis de la creación artística" y Baumeister cerró la semana hablando de "Perspectivas del arte contemporáneo" en un acto celebrado dentro de la Cueva de Altamira.
Todas y cada una de las conferencias y ponencias presentadas, fueron objeto de discusión, despertando calurosa discusión una afirmación de Luis Rosales que dijo: “Reducir la pintura a sus valores plásticos esenciales, sería como reducir la música a sus meros valores musicales sonoros. Con la yuxtaposición de meras palabras no se hace poesía; con el color y la línea únicamente no creo que pueda hacerse pintura. Tal cosa constituiría una limitación”. Sartoris, Gullón, Westerdahl y Teixidor replicaron a Rosales con opiniones que estaban en el otro extremo.
En el transcurso de la semana llegó una carta de Matías Goeritz: “Gracias a vosotros –decía el artista alemán-, se han encontrado en distintas partes del mundo, en España, en Italia, en Alemania, en la Argentina, en Colombia, en Nicaragua, en USA y también en México, amigos y defensores de nuestra idea”, completándolo con otra frase definidora del objetivo final de la Escuela: “Pero: ¿qué es nuestra idea? La mía, al ver por primera vez las pinturas de aquella cueva, fue sencillamente: crear el ambiente para que florezca un arte que no sea parecido sino igualmente vivo, esencial y humano, como el arte creado por el hombre de Altamira”.
Durante la semana se celebraron diversos actos culturales complementarios, entre los que es preciso destacar los conciertos de música contemporánea a cargo del pianista Gabriel Abreu, el recital poético en el Parador de José Hierro, Luis Rosales y Luis Felipe Vivanco. El Coro Ronda Garcilaso, de Torrelavega, ofreció un concierto a base de canciones regionales y Regino Sainz de la Maza cerró la semana con un magistral concierto de guitarra.
La labor de la Escuela tuvo su prolongación en la edición de una serie de monografías editadas en 1951, en las que Ricardo Gullón estudió el arte de Ángel Ferrant; Sebastián Gasch el de Llorens Artigas y Luis Felipe Vivanco la arquitectura de su colega Sartoris. En sendos volúmenes aparecidos en febrero de 1950 y julio de 1951, quedaron recogidos los textos de las conferencias, ponencias y coloquios. En 1952 aparece La esencia humana de las formas, de Ángel Ferrant.
En 1950 escribió Ricardo Gullón a propósito de la primera reunión “… ha sido, según creo, la manifestación más rica y cargada de posibilidades de acción estética producida en España en los últimos doce años”. En un breve resumen crítico con el título “Diez años de arte”, publicado por José Hierro en 1973 afirmaba: “Hasta 1948 la inclinación hacia una pintura no figurativa ha sido fatal e inconsciente. A partir de ese año, la búsqueda de un arte desvinculado de la realidad va a ser un propósito lúcido. Creo que en la preparación del camino tiene una importancia fundamental la Escuela de Altamira”
Publicado en:
La Hoja del Lunes,
16 de febrero de 1981