sábado, 1 de agosto de 2020

¿Qué diría don Antonio hoy?

¡Cómo crece La Vega!
"La Peñuca", aquel lugar donde lloró don Antonio




         Don Antonio tiene prisa por llegar a la Vega. La caballería que le transporta no siente la inquietud de don Antonio y continúa con su paso cansino. No comprende por qué ha de tener prisa don Antonio. Vienen andando juntos muchas leguas; han reposado en muchas ventas y sienten los dos de muy distinta manera el viaje. Para el animal, en todas las ventas hay qué comer y todos los caminos son más o menos Iguales. Para don Antonio la comida no importa, el camino no importa. Son sus ojos los que buscan ansiosos. No es su cuerpo el que clama, es su espirito. Salió hace muchos años del valle. Era mozo, Los del Infantado se hablan fijado en él y le llevaron a su servicio a la corte. Desde entonces don Antonio sólo sabe del valle muy de tarde en tarde. Cuando el señor venia de la villa, él le preguntaba. La contestación siempre fue la misma: «No lo conoceríais, don Antonio. ¡Cómo crece la Vega!».

UN AÑO Y OTRO

         Así había sido un año y otro año. Su imaginación, tan Infantil primero, no comprendía cómo pudiera crecer la Vega. Más tarde, ya mozo, se fue dando cuenta de que lo que el señor le quería decir era que crecían las cosas de la Vega, Los bosques umbrosos eran más umbrosos todavía, Las viñas producían más vino, porque cada vez eran más extensas. A las dos torres del palacio se le habla añadido una tercera; más grande y más esbelta. ¡Cómo crecía la Vega!

         El animal ignoraba el afán de don Antonio. Subía el camino empedrado de la cuesta con el mismo paso, lento, mortificante, Al pasar por la ermita de San Blas, don Antonio se descubrió; se hubiera apeado y hubiera entrado, pero estaba muy cerca el alto. Pudo más la tó  impaciencia que la devoción, Prometió a San Blas volver; después, pasados unos días, cuando sus ojos hubiesen visto todo. A la derecha estaba la venta. La caballería intentó acercarse, pero él corrigió sus pasos. Todavía el bosque de robles le impedía ver los caseríos. A la izquierda. La Capía. Don Antón volvió a descubrirse instintivamente. Pesaba mucho en su recuerdos aquel pico. El era niño cuando marchó, pero precisamente por eso. Tras de aquel monte estaba el mundo. El mundo al que iban y del que venían los señores.

Y DETUVO LA ANDADURA

         En un claro del bosque detuvo la andadura. Tenía ante él el milagro del valle. La Vega estaba delante de sus ojos, Ya no se lo tenían que contar. Inclinó el sombrero adelante delante para defenderse del sol. Brillaron las lágrimas, Era cierto; la Vega había crecido. A sus pies estaba Pando. Casi lo, tocaba con la mano. A la izquierda, Tonos. Viérnoles. Los recuerdos surgían cuando su boca pronunciaba los nombres. Entre las nieblas del río, al fondo, a la izquierda, Cartes, con sus torreones hermosos. A la derecha, Campuzano. Más a la derecha, Torres. Pasado el río, cerca de donde se juntaban el Saja y el Besaya, Garzo; después Duález. Recordó los salmones que cogía furtivamente en sus orillas. Más a la derecha Barrerla; casi no se veía. Y en medio de todo, rigiéndolo todo, señorial, la Casa de la Vega. La torre nueva que le habían contado. Y las otras das torres.

         Ya tenía delante de él las torres de la Vega, ¡Cuántos años y cuántas amarguras hasta llegara este momento! Pero todo lo daba por bien servido. Y lo que no hizo ante la ermita, lo hizo aquí. Bajó de la montura, se quitó el sombrero, se arrodilló y lloró. Dios sabría, sin duda, comprender sus lágrimas.



Publicado en:
El diario Alerta 14 de agosto de 1968


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