Conozco la “saga” de los Van den Eynde desde hace años y sé de las inquietudes espirituales de todos los hermanos, por lo que no me ha causado extrañeza esta llegada de Alberto al mundo del arte. Yo sabía que pintaba; había visto alguna acuarela suya en exposiciones colectivas, Pero siempre pensé que no era más que la salida natural a esa inquietud espiritual que le suponía, que no se trataba de una dedicación continuada, total y apasionada, como se deduce ahora de esta exposición en la sala del Ayuntamiento de Llanes. El verde cobijado dentro de colectivas me hacía pensar que estaba buscando el sentirse arropado para su aparición en público, como si la pintura, que él empujaba, le obligara a vencer la timidez del principiante. Timidez personal y hasta profesional, de artista, porque cuando ahora ha visto el conjunto de la obra que exhibe, he reflexionado sobre la posibilidad de si a Alberto Van den Eynde no le estaría ocurriendo como a los poetas con sus poemas, en los que van desnudado su alma a golpe de versos. Porque también esto puede ocurrir en la pintura, como en la música y en los demás artes. Aún cuando no sea con la diafanidad con que se puede detectar en la poesía, en la pintura como la que nos ofrece este artista, que se convierte en espejo mágico colocado por él frente a la naturaleza para recoger lo que hay en ella de vibración del alma, o para re-crear el mundo por las secretas galerías de su sensibilidad, también se está desnudando el alma.
Ante la obra de este pintor nos parece encontrarnos en la creación primera luz: luz, y dominado por la luz, el color. Como debió ser el mundo cuando nació, antes de que los hombres tuviéramos tiempo de mancharle.
Cuando se ofrece ante nuestros ojos una colección de acuarelas como a la que me vengo refiriendo, se siente uno tranquilo ante el futuro de la pintura, que siempre está a punto de descarrilar por el camino de la fácil copia de lo circundante. Porque hacer arte es estar inventando cada día. Cuando don Eugenio d’Ors escribió que en arte lo que no es tradicional es plagio, nos estaba ofreciendo una gran lección para la interpretación de la estética del hombre, porque tradición es la sucesión en cada momento, de cada época de la vida, y cada época carecía de valor como referencia tradicional sino estuviera respondiendo en sus vibraciones humanas, a la interpretación que le corresponde de la historia y del arte.
La acuarela de hoy, para entrar dignamente en su tradición pretendida por d’Ors, debe respirar en la atmósfera vital que nos ha correspondido a los seres que estamos tocando con la mano del año dos mil. No se puede hacer ya acuarela como la que empezaron a hacer los maestros ingleses del siglo XVIII o los maestro españoles del XIX. Aquella aventura refinada, exquisita, estaba representando su mundo y lo reflejaba adecuadamente, incorporándose por lo tanto a esa tradición pretendida por el pensador catalán. Cuando el año 1910 pintó Kandinsky la primera acuarela abstracta, dio el serio y necesario aldabonazo por ese camino del auténtico que exigía nuestro siglo XX. La sensibilidad del pintor ruso le había hecho intuir la importante advertencia que precisaba escuchar el arte de la acuarela.
Con estas palabras nos estamos acercando a la pintura de Alberto Van den Eynde. El visitante de la exposición como el pintor, en su más conseguidas obras, nos está ofreciendo una visión del mundo en que vivimos con “aldabonazos” de color, para que nuestra imaginación, la imaginación de cada uno, pueda sintonizar tras ellos, el monte, el mar, el cielo, el paisaje posible permitido por nuestra sensibilidad. Nos está invitando a entrar en su concepción del arte, dejándonos vivir con él la creación primera tal y como él la concibe. Tras los grises atenuados y azules transparentes, sin efectismos inútiles, se abre ante nuestros ojos una nueva naturaleza, la suya, la que lleva dentro el artista.
Que hay algunos fallos sin duda; es posible que, en algún rincón se puedan rastrear titubeos a la hora de extender la mancha; que las transparencias intentadas en otros momentos no hayan llegado a la plenitud que se estaba exigiendo a sí mismo el pintor, pero en conjunto estamos asistiendo a una importante y seria muestra de pintura a la acuarela.
Publicado en:
El Oriente de Asturias. Llanes, el 18 de Julio de 1981
Incluido en el libro: Torrelavega. Érase una vez el arte… los artistas y el mundo que les rodea. Editado por el Ayuntamiento de Torrelavega 1999
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