domingo, 22 de enero de 2023

Julio Maruri en 1983

 

La resurrección de un artista

 


 

            Solo hay dos fechas frente al público en la vida santanderina de Julio Maruri como pintor. La primera, octubre de 1948, cuando sorprendió a los habituales lectores de su poesía con la exposición de 21 dibujos en el saloncillo de ALERTA; la segunda, febrero .de1958, con la espléndida realidad plástica de la colección de ceras y gouaches que mostró en la Galería Sur. En medio, una brevísima aparición en la colectiva de dibujos organizada por «Proel» en julio de 1951. Después, Julio Maruri marchó de Santander. Nos llegaron noticias de la presencia de su pintura en la sala de la Librería Fernando Fe, de Madrid, y en el Salón de Arte Contemporáneo, de Barcelona.

 

            A esto siguió un largo silencio para sus amigos, consumido por él en Bilbao y más tarde en Bélgica y Francia. Alguna carta esporádica, cuando menos podía esperarse, nos le iba situando por la geografía europea: a Bélgica y Francia se añadió Italia. Por fin, otra fecha de encuentro personal: verano de 1970. Maruri había sido invitado para asistir a las reuniones que sobre museística tuvieron lugar en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

 

            La exposición del saloncillo de ALERTA, como digo más arriba, fue una auténtica sorpresa para la mayor parte de la intelectualidad santanderina de aquellos años. Algunos, muy pocos, sabíamos de sus juegos con la tinta china y el pincel. El empujón necesario corrió por cuenta de Pancho Cossío. A la obra de Maruri la había precedido en el saloncillo una colección de 12 acuarelas del pintor alemán Mathias Goeritz, creador de la Escuela de Altamira, bellísimas de línea y color, que yo creo que colaboraron también a que la sensibilidad artística de Julio Maruri se disparase.

 

            Los dibujos de nuestro pintor parecían encontrarse en el polo opuesto de la obra del alemán. Y digo parecían porque a pesar de que la representación de niños y payasos, que era el mundo que Maruri reflejaba en sus dibujos, daba la impresión superficial de estar alejado de la pintura de Goeritz; sin embargo, en la gracia y agilidad de los trazos de Julio se podía rastrear un enfrentamiento común con el arte. Pancho Cossío, padrino de esta primera salida del poeta al mundo plástico, escribió un breve texto para el catálogo. Al vaticinio entusiasmado que un día había hecho Ricardo Gullón sobre la poesía de Julio Maruri, se unía ahora el de Pancho Cossío relacionado con su capacidad como pintor. «Un imperio les está esperando», decía Cossío en su texto. La ironía empleada por el pintor cabuérnigo en el comentario no fue entendida por el público espeso y municipal, que tuvo que esperar diez años, hasta la exposición en la Galería Sur, para rendirse ante la evidencia de que nos encontrábamos ante un pintor de singulares condiciones.

 

            En el momento de escribir estas líneas yo no puedo saber si la pintura de Maruri se puede filiar en lo que se conoce como la Escuela Española de París, porque los cuadros que envía para la exposición de la Fundación Santillana no han llegado todavía de Francia. Además, ¿por qué la necesidad de adscribirle a una escuela determinada? Julio Maruri es un pintor con el que se cuenta ya en los medios artísticos de la capital francesa y esto nos basta.

 

            Celebremos ahora su resurrección artística en la Cantabria natal. La Fundación Santillana, en colaboración con la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, nos proporciona el goce estético de hacer un recorrido por su obra pictórica, desde aquellos primeros dibujos expuestos en el saloncillo de ALERTA en 1948 hasta su más reciente producción. A esta fiesta del arte se va a unir la presencia del artista, con lo que la resurrección se consumará en el más alto grado, con la esperanza, para sus amigos, de que pueda representar la recuperación para Cantabria de uno de sus artistas de la diáspora.

¡Bienvenido a tu tierra, Julio Maruri!

 

 


 

Publicado en:

El diario Alerta, el 22 de enero de 1983

 


 

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