lunes, 10 de octubre de 2022

103 AÑOS DEL NACIMENTO DE JOSÉ LUIS HIDALGO

  La eternidad del poeta


Hablar de José Luis Hidalgo, de su vida y de su obra, es tema grato para quien esto escribe. Todas las efemérides son buenas para recordar y valorar su figura. Los que le conocimos, los que tuvimos la inmensa fortuna de ser sus amigos, de disfrutar de su compañía, cuando llegan estas fechas se agudiza el recuerdo y su figura surge serena e inteligente, como cuando estábamos a su lado. Es doloroso tener que hablar ya siempre de su desaparición, pero no nos queda más que eso. Como compensación, tenemos la satisfacción de saber que está situado en el gran sitio que le corresponde en la historia de nuestra literatura. Desde el profesor Dámaso Alonso, que ya en una conferencia en Viña del Mar, (Chile), poco después de la muerte de Hidalgo, le citó como uno de los poetas españoles que estaba influyendo en la lírica europea, hasta Juan Ramón Jiménez, que le llamó " Becquer de nuestro tiempo", pasando por Luis Rosales, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Max Aub, Carlos Bousoño..., nadie vacila ni le discute ese puesto.

 

Pero aparte de esta categoría lírica, existió en Hidalgo una vertiente humana excepcional. Su gran amigo José Hierro pudo decir de él que fue una persona "compleja, atormentada, admirable".

 

Todo había empezado en la Biblioteca Popular de Torrelavega, que fue de primordial importancia en la formación de Hidalgo. Lo que leyó en ella, todo lo que de alguna altura vio y oyó en los años de la adolescencia, tuvo lugar en ese centro. Cuando un pueblo pequeño, como era entonces Torrelavega, tiene la suerte de que se cree en él una entidad cultural de este tipo, su evolución espiritual adquiere en esos momentos una categoría superior. Sobre todo cuando es un centro cultural, como era esta biblioteca, fundamentalmente popular, volcado hacía la clase baja y con un interés especial en promocionarla. Se sucedían en ella exposiciones y conferencias que contribuían a lograr estos propósitos.

 

En la colección de libros que allí tuvo a su alcance encontró Hidalgo una base muy firme para el desarrollo posterior de su cultura y sensibilidad. En la Biblioteca Popular vivió Hidalgo una vida intelectual intensa que pronto empezaría a dar sus frutos. El 12 de enero de 1936, a los 16 años, cuelga en ella una exposición de su obra plástica, compuesta por 9 carteles y 20 dibujos. Fue un hombre completamente consciente de sus posibilidades plásticas en cada fase de su vida. Su elevada capacidad crítica, agudizada para la obra propia, le hacía retraerse en exceso sobre sus propias realizaciones.

 

El 12 de agosto de 1934, con 14 años de edad, había publicado, en el semanario de Torrelavega El Impulsor, su primer escrito, con el título de "Dos ideas", donde aparecía ya su temprana curiosidad por la filosofía, que más tarde acabaría convirtiéndose en una de sus más grandes preocupaciones intelectuales. En su libro último, Los muertos, se encierra toda una teología, su teología particular. Es el arco corto, pero tenso, de su vida. En el quedó esbozada la primera parte de toda una posible teoría filosófica, que la muerte impidió que pudiera tener su continuidad. Aspiraba, ante todo, a abarcar con su pensamiento la raíz y el fin de lo que existe en la vida como fundamental. Se sentía cristiano, pero, como Unamuno comenta en una carta a Giner de los Ríos hablando de si mismo, " con cierta indeterminación en las soluciones concretas del problema de ultratumba".

 

No está lejos de esta vertiente espiritual de Hidalgo una fase que se encuentra en la obra que publicó el Padre Oromí con el título El pensamiento filosófico de Miguel de Unamuno, en la que se lee "No fue la corrupción de costumbres lo que movió a los jóvenes intelectuales a abandonar el dogma católico como suele decirse por ahí muchas veces por pereza intelectual, o por simplificar la historia, sino una verdadera indigencia intelectual que se ha dejado sentir demasiado en el catolicismo español de los últimos siglos".

 

Hidalgo dedicó muchas horas de su vida a tratar de razonarse los problemas religiosos, pero cada vez se fue hundiendo más en la nada, hasta llegar a la conclusión que se encierra en el último poema de su libro Los muertos en el que después de la lucha que se desarrolla a lo largo del libro con el tema de la eternidad siempre presente, soló alcanzó la nada.

 

 


 

Publicado en el diario Alerta, 2 de febrero de 1997


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario