“Epigrafía cántabra”
el libro excepcional de un autor montañés
Un interesante trabajo sobre las estelas de Cantabria
A publicación reciente de un libro con este título, del que es autor el profesor José Manuel Iglesias Gil, editado muy brillantemente por la Institución Cultural de Cantabria, parece caer con toda la fuerza de su densa lectura y abundantísima documentación gráfica, sobre el lago revuelto de Cantabria, de «lo Cántabro» come expresión polémica, aun cuando, come podrá comprobar todo el interesado en el tema que se acerque a esta obra, su autor va mucho más allá de lo localista. Porque si la primera parte, que no ocupa más que cuarenta y siete páginas de un total de cerca de trescientas del texto, toca de lleno el tema estudiando la configuración de le que pude ser la Cantabria romana, el reste es un exhaustivo y concienzudo estudio de la epigrafía romana, que le aleja de lo cotidiano de las discusiones a nivel provincial.
No vacilamos en llamar monumental a este trabajo, con todo lo que de aparentemente exagerado pueda haber en la expresión, o sonar a tópico al uso. El propio profesor Jordá Cerdá, que prologa el libro, dice que su autor ha llegado a establecer un a modo de «Corpus Inscriptionum Cantabrorum». concediendo así al esfuerzo de Iglesias Gil la verdadera importancia que debe concedérsele, en una comparación relativa y ajustada con lo que representa el «Corpus Inscriptionus Latinarum» de Hubner. La labor sistemática seguida por el autor y la exposición rigurosamente científica de sus resultados, dan pie suficiente para que se la pueda catalogar así. Iglesias no se limita a ahondar en lo filológico, que por sí solo ha llevado, con frecuencia, a errores fundamentales, sino que ha puesto el énfasis necesario en los problemas planteados por la estereometría (tipos de letras, clases de decoración, forma de las estelas, etc.), que agrupados por él con agudo sentido crítico, le han permitido delimitar una serie de subáreas culturales con las que configura la gran área cántabra. La labor del profesor Iglesias Gil está en el camino de lo que podemos considerar una seria investigación sobre la etnia Cántabra. En una publicación anterior del mismo autor (“Onomástica prerromana de la epigrafía cántabra”), ya nos había anticipado alguna parte de este material, que ahora nos ofrece ampliado, después de abundantes trabajos realizados desde entonces en una incansable labor de campo.
Si bien la primera parte de las tres de que se compone el libro es la que aparentemente encierra menor interés para el lector especializado, no debemos dejar escapar el sentido que su autor ha querido darla. Como consecuencia de una compleja investigación epigráfica se ha atrevido a trazar les límites de la Cantabria romana, basándose para ello, también, en las conexiones que pueda haber y las repercusiones que sus trabajos le han deparado, para interpretar algunos textos clásicos. No está demás recordar aquí la fuerza con que el profesor Jordá arremete en el prólogo centra los historiadores lingüistas puros; aquéllos que basan todas sus deducciones en la investigación filológica, desatendiendo el apoyo que pueda representar la praxis arqueológica. Iglesias, fiel al profesor, nos presenta los datos lingüísticos de su trabajo junto a los motivos decorativos de las estelas, la forma de éstas, su ubicación, etc., para llevarnos en sus conclusiones a unas ciertas agrupaciones étnicas.
Las partes segunda y tercera, son modelo indiscutible de lo que se puede entender come una labor científica correcta. No solamente por el material y la manera cómo lo ha estudiado el autor, sino por la acertada disposición con que ha sabido exponerlo. El estudio en conjunto abarca un total de 162 estelas o fragmentes de estelas votivas o funerarias, cada una de las cuales está representada fotográficamente, con referencia a la localización, lectura a juicio del autor e interpretación dada al texto por otros autores, lo que permitirá al especialista contrastar las lecturas ofrecidas por cada uno para sacar conclusiones propias. Una serie de mapas recogen claramente señalados los lugares de situación de las estelas, que de una forma visual muy sensata le permiten ofrecernos, con relativa seguridad, la extensión de las diferentes etnias que poblaban la Cantabria, completado con el agrupamiento de los motivos ornamentales que ha podido recoger. De todo, textos, localizaciones, dibujos, estereometría, se ofrece la reproducción más fiel. El estudio onomástico es verdaderamente exhaustivo y brillante y en cuanto a la bibliografía, constituye un arsenal de trabaje impagable.
Quedan al descubierto en este libro aspectos de lo que fue la romanización de Cantabria y otros apenas esbozados, pero con una serie de pistas vírgenes que servirán de base para un desarrollo posterior que puede llevar al esclarecimiento, en cierta manera, de la vida de nuestros antepasados. El profesor Jordá pone en evidencia en el prólogo con su autoridad, la interesante proyección que en el aspecto lingüístico ha dado el autor a su obra, huyendo de las rutinas al uso, lo que le ha permitido llegar al encuentro de un posible sustrato antiguo cántabro-vasco, que ha sido siempre menospreciado por los lingüistas tradicionales.
Publicado en: El diario Alerta, 18 de septiembre de 1976
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