Un nuevo templo parroquial
Ya en los años anteriores a las fechas de mediados del siglo XIX, Torrelavega se había planteado el problema de la necesidad de una nueva iglesia. El estado en que se encontraban los muros y techumbre de la única iglesia parroquial existente era preocupante.
Había sido construida por mandato de los señores de la Casa de la Vega en el siglo XIV, dentro del recinto de su residencia, para ser utilizada como capilla del palacio, al que estaba adosada. Posteriores modificaciones la dieron mayor amplitud y en el siglo XVII ya oían misa en ella los vecinos de la villa.
El paso del tiempo y los escasos cuidados que se supone fueron dedicados a la conservación, erosionaron su solidez, que empezó a ser alarmante.
En 1831 se hizo más perceptible el deterioro y se realizaron algunas obras orientadas a la consolidación del edificio, pero no fueron más que soluciones parciales. El 3 de enero de 1847 acordó el Ayuntamiento crear una comisión "para que adopte los medios necesarios a la mejora del templo existente o la construcción de otro nuevo en la villa", determinación esta ultima que no era del agrado de la Casa del Infantado que tenían la propiedad y los privilegios que esto suponía, pues con ello perderían la potestad y consiguiente influencia que les concedía el que los servicios religiosos dependieran de ellos.
El 20 de diciembre del mismo año 1847 fue hecho un reconocimiento técnico del estado de conservación del templo, por orden del Jefe Político de la provincia, labor encomendada al arquitecto don José Moreno, quien fijo el presupuesto de las obras a realizar en 38.704 reales de vellón, cantidad que quedaba fuera de las posibilidades de las arcas municipales, por lo que no llegó a llevarse a efecto.
El cronista Antolín Esperón escribió en aquellos años que el mismo arquitecto hizo entonces un plano para la construcción de un nuevo templo parroquial.
El problema continuó demorándose y la inquietud de los vecinos y de las autoridades iba en aumento. En un documento firmado en la Casa Consistorial el 16 de febrero de 1853, por una comisión designada al efecto, se dice: " ... que hallándose ruinosa [...] y siendo además insuficiente el local atendido el incremento de la población [...] se acordó la adopción de todos los medios que estuvieran a su alcance para la reparación del templo... ". Era un nuevo propósito de solución que, igual que los anteriores, no pasó de propósito. Si acaso, se tradujo en pequeñas reparaciones que no llevaban la tranquilidad a los vecinos que frecuentaban la iglesia, que lo hacían con el temor de verse un día enterrados en vida entre los escombros de un inminente derrumbe.
Todavía el 10 de diciembre de 1881 llegó al Ayuntamiento un alarmante informe, en el que se daba cuenta de que "la torre se había desplazado por dos de sus lados, así como la bóveda del ángulo SO".
Pero como hemos visto en renglones anteriores, no solo era preocupante el estado en que se encontraba el edificio. El aumento de población hacía también apremiante dar una respuesta definitiva al problema, con la construcción de una nueva iglesia, capaz de dar cabida digna al consiguiente incremento del número de fieles. La villa había pasado de setecientos habitantes en los años treinta a más de tres mil en 1880.
La presencia de don Ceferino Calderón al frente de la parroquia en esta década de los años ochenta, fue decisiva para la resolución definitiva. Hombre dotado de un espíritu emprendedor excepcional, lo hizo frente con la energía y conocimientos que requería. Para ello se rodeo de un numeroso grupo de influyentes vecinos, con los que creo una "Junta para la construcción de la nueva iglesia".
Las gestiones se iniciaron con la compra del terreno preciso, en el llamado Campo de la Mies de Pomar, no sin que en este y otros de los escollos con que se enfrentó el párroco de los que algunos salían a la luz en la prensa local, tuviera que emplearse don Ceferino con la decisión que le caracterizaba. Así, el 3 de octubre de 1891 se pudo leer en El Fomento un largo artículo, firmado con el seudónimo de "Un suscriptor" en el que se decía en uno de sus párrafos: "En los trabajos preparatorios para la construcción de la iglesia en proyecto, no veo claro, no veo luz, y alguna susceptibilidad pudiera creer que se hacían bajo la sombra del negro manto de una dueña”. En otro lugar del mismo artículo, refiriéndose a la Mies de Pomar, se leía: "... en principio, el sitio esta rechazado por todos".
De El Impulsor del 1 de mayo de 1892 es este otro párrafo: "Cuando a fines del verano último empezose a hablar del pensamiento de construir un nuevo templo en esta villa, con la base de 10.000 duros que la heredera de don Pedro Ruiz Tagle había dona do al efecto, hicimos las objecciones que creíamos pertinentes al caso, defendiendo la conservación de la actual parroquia y los intereses creados con este nombre a sus inmediaciones, pero nunca nos opusimos a la construcción de una nueva, porque de no ensancharse la actual, incapaz en muchos días del año para contener el numero de fieles que a él acuden, la necesidad de otro era reconocida por todos... ".
Son una breve muestra de los comentarios que se prodigaron entonces, a los que don Ceferino Calderón deja a un lado para perseverar en su objetivo final. Mediante escritura fechada el 10 de septiembre de 1891 compró a don Telesforo Ceballos Rumoroso una finca en el lugar citado de la Mies de Pomar de treinta y cuatro carros de superficie y otra colindante con la anterior, de diez carros propiedad de don Guillermo Gómez Ceballos. Sobre las dos fincas unidas se proyecto la construcción de la iglesia.
En la escritura de compra quiso dejar muy claro don Ceferino que no le correspondía ningún derecho sobre estas dos parcelas, ni a él ni a sus herederos: "ni él personalmente, si cesare en el cargo de tal párroco de esta villa, ni sus herederos o causahabientes puedan invocar nunca derecho alguno sobre el expresado terreno, que se entendería adquirido en nombre y para la Iglesia Católica".
Las obras iniciales dieron comienzo el 26 de junio de 1892, siguiendo los planos diseñados por el arquitecto bilbaíno don José María Basterra, en un acto presidido por el Obispo de la Diócesis. La colocación oficial de la primera piedra tuvo lugar el 25 de septiembre siguiente.
Publicado en el libro: La parroquia de Nuestra Señora de la Asunción de Torrelavega. Centenario de la colocación de la primera piedra el 25 de septiembre de 1892