REVISTAS ESPAÑOLAS DE POESÍA
La
inclusión en estas Jornadas de Poesía del tema de las revistas, es una prueba
más del interés que han despertado de cara a una mejor comprensión de la
literatura poética de los últimos 50 años. Los estudiosos del tema han llegado
a la conclusión de que sin el conocimiento de estas publicaciones, quedaría
marginada la fuente más importante de datos de que disponemos para este fin; y
a1 escudriñar sus páginas se han encontrado con una realidad sorprendente: las
revistas poéticas del periodo de la guerra civil y posguerra, al cual me voy a
referir, fueron herramientas imprescindibles en el desarrollo de la poesía de
entonces. El interés de aquellas publicaciones, hoy prácticamente
inencontrables en el mercado habitual, a
llegado incluso a propiciar su edición facsimilar que, a pesar de su elevado
costo, son absorbidas ávidamente por el público. Estas reproducciones -algunas
muy fieles-, y los estudios que se vienen haciendo apoyados en la serenidad que
reportan ya los años transcurridos, nos sitúan en condiciones para valorar con
un cierta rigor la poesía de la posguerra y al mismo tiempo reconocer la
aportación que han supuesto las revistas.
Nuestro
reciente Premio Nobel, Vicente Aleixandre, refiriéndose a ellas, destacó ya en
1951, en la publicación gerundense Ámbito, que era un "fenómeno que
había que analizar algún día para apreciar su cabal sentido y
significación." Y el profesor Víctor García de la Concha afirma en su
libro La poesía española de posguerra que "todo intento de
comprensión crítica del proceso evolutivo de la poesía de la posguerra española,
ha de cimentarse en un estudio detallado y riguroso de las revistas publicadas
entonces." Fanny Rubio insiste en el libro Las revistas poéticas españolas:
“Es imposible -dice- acercarse a la historia literaria de nuestra guerra sin considerar
en profundidad el material y documentación que permanece encerrado en esas
publicaciones periódicas.”
Como
ustedes ven, se ofrece ante nosotros un mundo apasionante, en el que hemos de
adentrarnos siempre que pretendamos conocer en toda su dimensión esa época
poética de nuestra literatura. Una época que las circunstancias en que
transcurrió y los poetas que la vivieron, la llenan de valioso contenido.
* * *
En
mis palabras de esta tarde, me voy a referir únicamente a las revistas de
poesía -o literarias en general con dedicación de alguna manera a lo poético-,
que aparecieron en los años comprendidos entre 1936 y 1950, como les he dicho
al principio. Son quince años que habría que analizar, en todos los aspectos, con
el anteojo de la razón vital de Ortega. Ustedes, a pesar de su juventud,
conocen la inmensa tragedia que encerraron para los españoles de entonces; este
conocimiento me permite saltar por encima de las circunstancias, con todo el
respeto que nos merecen, con el fin de ceñirnos más al tema que nos hemos
propuesto, aún cuando sin perderlas de vis, lo que nos permitirá abreviar min
intervención para bien de todos.
Dando
pues por conocido ese mundo y teniéndole siempre presente en nuestra mente, entremos
en el argumento de hoy, para lo que voy a dividir el periodo que me he fijado,
en dos etapas: la primera, la de los años de la guerra, de 1936 a 1939, y la
segunda, la de la inmediata posguerra, hasta 1950. Los dos periodos es preciso
subdividirlos a su vez en otros dos; en el primero el de las dos zonas en que
quedó partida España durante la guerra; en el segundo será necesario distinguir
la labor de los españoles del interior de la de los españoles trasterrados.
Como ven, siempre las dos Españas propicias en el verso de Antonio Machado a
helar el corazón de los españolitos que lleguen al mundo. Quizás fuera preciso
tener en cuenta también, entre los españoles del interior, las intenciones y creencias
de los que militaron en uno y el otro bando, que obligaría a volverlo a
dividir, pero esto nos llevaría lejos de nuestro propósito de hoy y no cabría
ya en el tiempo que nos ha sido señalado.
De
las dos zonas geográficas en que permanece separada España desde 1936 a 1939,
nadie puede negar hoy, en un estudio objetivo del problema, que en la España
franquista contaron muy poco, por no decir nada, las revistas de poesía; la
única que se puede citar es Isla, la publicación de Pérez-Clotet, en Jerez de la Frontera, en su segunda época,
de 1937 a 1940. Si a esto le añadimos las libros de poesía que aparecieron en
esos años en una y otra zona, quedaría suficientemente claro de que lado se iba
a inclinar la balanza. De tal modo que, a cuarenta años vista y teniendo en
cuenta que nos encontramos en el desarrollo de unas jornadas poéticas, se puede
decir, cuidando de que esto no se interprete como una frivolidad, que si los
ejércitos franquistas ganaron las batallas militares, las poéticas fueron ganadas
por los hombres de la Republica. Recordemos que del lado del gobierno de Madrid
habían quedado los más prestigiosos poetas del momento, y que de su empeño y
entrega iban a nacer unas publicaciones periódicas y unos libros de excepcional
categoría.
Veamos
la primera parte, la centrada en 1936-1939.
Cundo
parecía que las horas que se vivían no daban más que para pensar en la lucha
despiadada en que nos habíamos visto envueltos, en uno de los dos campos de
batalla, en el que permanecía leal al gobierno legalmente constituido, no cesa
la inquietud intelectual, más bien se acrecienta; los hombres del espíritu se
agrupan en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, que se encarga de
canalizar la mayor parte de las actividades culturales de la zona. Al frente de
la Alianza, como elementos más destacados, Rafael Alberti y su mujer, María
Teresa de León, con Manolo Altolaguirre. A la labor de este grupo se uniría la
desarrollada por el servicio de cultura creado en el Quinto Regimiento y la de
la Casa de la Cultura en Valencia y Barcelona; ésta última entidad buscando un
nivel intelectual más elevado.
En
este periodo y en esta zona es imprescindible citar tres revistas: Hora de
España, El Mono Azul y Madrid, cuadernos de la Casa de la
Cultura.
El
Mono Azul fue una publicación singular, que tuvo una orientación netamente
popular; estaba dirigida al lector ocasional de las trincheras, poco habituado
a este tipo de lecturas y pretendió recoger la obra poética, o seudopoética, de
los combatientes, arropada entre romances de los poetas consagrados.
Madrid
fue una publicación de gran empaque; buen papel, buenas reproducciones y buenos
propósitos, pero quizás fuera de la realidad que se estaba viviendo. Si no se
tomara la expresión en sentido despectivo, me atrevería a recordar aquí el
slogan tan repetido y tan acertado, que circulaba por Santander cuando nuestra
provincia se mantenía todavía al lado del gobierno de Madrid y que decía:
"menos cerveza y más fortificaciones". A la revista Madrid se
le podría aplicar la frase, pues en las fechas de su publicación existían unas
necesidades militares perentorias que la presencia de esta revista de lujo parecía
olvidar.
He
dejado para el final Hora de España, para detenerme un poco más. Nunca antes y ni posiblemente
después, se ha publicado en nuestro país una revista de semejante categoría
intelectual. Sin el lujo de Madrid pero con una primorosa calidad
tipográfica y de contenido, Hora de España será ejemplo siempre del bien
hacer en este tipo de publicaciones. En todos los aspectos está de manifiesto
de forma clara la mano de Manuel Altolaguirre, el artesano maravilloso de Litoral,
la revista malagueña. El contenido, de los 23 números que llegaron a publicar
es de imprescindible lectura para el cabal conocimiento de la poesía de la
guerra civil; en ella se nos ofrecen las primicias de algunos de los
libros de poesía más importantes este siglo XX, como España en el corazón,
de Neruda; De un momento a otro, de Alberti; Llanto en la sangre,
de Emilio Prados, o España aparta de mí este cáliz, de Vallejo. Una poesía
de acentuadas resonancias guerreras o elegiacas, propias de la ocasión en que
se crea. La mayor parte de los
poemas que aparecieron en Hora de España, a pesar de
responder a exigencias muy circunstanciales y por lo tanto estar expuestas a
reflejar unas vivencias momentáneas, se mantienen en una lectura de hoy con un
rango verdaderamente excepcional.
De
la zona franquista ya he hecho referencia a la nula presencia de revistas poéticas
con la excepción de Isla.
Indudablemente
en el bando de Burgos existían intelectuales que podían haber desarrollado una labor aceptable en éste
sentido; no olvidemos los nombres de los hermanos Panero, Dionisio Ridruejo, Luis
Rosales, Vivanco, Tovar, Laín -los hombres de la generación de 1936-; nuestro
Gerardo Diego y Manuel Machado y hasta José María Pemán (no estoy estableciendo
una tabla comparativa con los del otro bando), pero fue una zona en la que lo
intelectual quedó subordinado totalmente al objetivo prioritario de ganar la
guerra. ¿Romanticismo en un lado y pragmatismo en el otro?... No me atrevo a
calificarlo.
No
tenemos tiempo para extendernos más en este primer periodo que hemos
considerado. Pasemos al segundo, al de la posguerra, que hemos convenido en
limitar a los años cuarenta, pues de otra manera habríamos de resumir en exceso.
Por otra parte, esos diez años constituyeron una base de partida importantísima
para lo que vino después, y que en ellos tuvo su apoyo.
Hemos
hablado al principio de que esta segunda parte también había que dividirla en
dos: por un lado hay que considerar lo que se ha llamado la España interior,
vivida por los hombres que por unas u otras razones se quedaron sobre el suelo
patrio; por el otro, la de los españoles que se vieron obligados a buscar
raíces fuera de la geografía hispana; los trasterrados, en frase feliz de Juan
Larrea. Y aun dentro de estos grandes grupos sería preciso matizar algo más,
pues como dije antes refiriéndome a la España interior, ésta estuvo tipificada por
dos posturas: la de los vencedores y la de los vencidos, aferrados ambos a las
ideas y creencias que habían defendido en los tres años de lucha. Esto propició
el que el bando de los vencidos se sintiera totalmente afín con los exiliados,
hasta el extremo de considerarse, de alguna manera, como el exilio interior.
En
cuanto a los trasterrados, si bien en un
principio estuvieron unidos en una cohesión de defensa humanamente
normal, pasados los años se produjeron colisiones no menos humanas a las que lleva
la necesidad material de sobrevivir...
Pero antes ya apunte que siguiendo este camino nos íbamos a ir demasiado
lejos del tiempo previsto. Únicamente quiero insistir en que ya poseemos la
suficiente perspectiva histórica para desterrar la tajante opinión sin matizar,
de que los que se quedaron fueron los malos y los que se marcharon los buenos o
viceversa, como en una película de cow-boys. Hay que verlo todo "a la
altura de las circunstancias" como quería don Antonio Machado.
Entre
los exiliados, con la imagen de España todavía próxima a los ojos y la
seguridad de una vuelta pronta, surgieron importantes publicaciones, un poco
como continuación de lo que habían hecho en el periodo anterior, en las que se
repiten los nombres de los colaboradores. Si bien las revistas que surgieron en
la esperanzada ausencia del exilio, no fueron eminentemente poéticas, es
preciso señalar que la poesía estuvo siempre presente en ellas. Sin perder
apenas comba, un grupo de españoles que se trasladan por vía marítima desde
Francia a Méjico, editan una revista; se llamaba Sinaia, como el barco
en el que iban, y estuvo a cargo principalmente de Manuel Andujar. La tirada era
en multicopista y en ella apareció un poema a México de Pedro Garfias.
Ya
en Méjico, la primera publicación literaria de los hombres del exilio fue España
Peregrina, bajo la dirección de José Bergamín (a quien se debe el título) y
de Josep Carner, Juan Larrea y Eugenio Imaz, a quienes se incorporaría más
tarde León Felipe. El primer número se abrió con un Manifiesto que
pretendía ser la respuesta cultural de la emigración a la dictadura franquista
y que yo tuve la suerte de oír de labios de Juan Larrea, en Méjico, hace unos años,
en una lectura pública nostálgica y apasionada. “Consumada la tragedia que ha
padecido nuestro pueblo español…”
A
España Peregrina seguirían en orden cronológico, Romance. Uno de
sus fundadores, Antonio Sánchez Barbudo, escribió: "Queriamos que el
intelectual se acercase al pueblo y viceversa. Hacer una revista de masas, que
a la vez fuese culta."
Después vendría Litoral, en su segundo empeño;
el primero fue el glorioso de Málaga. No fueron más que tres números los que
publicaron en Méjico, dedicados con preferencia a la poesía, destacando también
las prosas de grandes poetas.
En
octubre de 1946 apareció una nueva revista, con el título de Las Españas,
al cuidado de Manuel Andujar y José Ramón Arana, de la que daré cuenta
únicamente de su primera etapa, que comprendió desde octubre de 1946, fecha del
número primero, hasta agosto de 1950. Merece especial mención a propósito de
esta revista, el que a su alrededor te
creo el grupo de “Amigos de Las Españas”, del que procedería más
adelante el Ateneo Español en México.
Tiene
una larga y atrayente historia La Española después de 1950, pero se sale
de fecha para nosotros y hasta del tema.
En la imposibilidad de comentar otras revistas del
exilio, las citaré por lo menos, como homenaje al esfuerzo y la dedicación de
aquellos hombres, que pusieron en ellas todo su empeño y saber: en Méjico, Ultramar,
1947, Presencia, Clavileño, en 1948. En Colombia, Espiral,
1944; En Cuba, Nuestra España, 1939; en Argentina, Cabalgata, 1946; en Francia, Revista de
Catalunya, continuación de la que se había venido publicando en Barcelona
con este mismo nombre. Sin una destacada presencia de lo poético, no faltan sin
embargo en cada una de ellas, con frecuencia, poemas importantes.
* * *
Los
años cuarenta en la España interior, desde un punto de vista poético, fueron de
singular transcendencia, como ha quedado apuntado en renglones anteriores, y en
ellos destacaron las revistas con inusitada fuerza. En el número doce de La
Estafeta Literaria, de fecha 10 de setiembre de 1944, apareció una historia
de parte de estas revistas de poesía que veían la luz en aquel momento, escrita
por colaboradores de las propias revistas. Salió bajo el profético titulo de
"He aquí a la literatura de mañana" y constituye un vivo documento
para la iniciación del estudio de esta parcela de la literatura. Digamos de paso
que La Estafeta llevó a cabo una labor divulgadora de nuestra poesía muy
oportuna, resultando de gran interés el conocimiento de los cuarenta números que
publicó en esta primera época. En el número doce que he citado, se hacían ya la
pregunta de “qué dirá la historia de nuestra poesía actual” Y afirmaban a
continuación: “Si difícil es profetizarlo, no lo tanto prever que bien pudieran
considerar este periodo los futuros profesores de literatura, como uno de los
más fecundos en tentativas y experimentos poéticos.” Fíjense que hablaban de
tentativas y experimentos que se iban encauzando par las revistas sin transformarse
en libros precipitadamente. Lo que si se puede insistir es en que constituyó un
periodo de aprendizaje importante, que, cuando se llegó a traducir en libros,
dio lugar a una serie de obras que se mantienen hoy dignamente en nuestras
bibliotecas.
En
un análisis estadístico de los que cita Poesía Española en el número
especial que dedicó a las revistas de poesía o en muy estrecha relación con la
poesía en los primeros sesenta años del siglo, aparecen nada menos que 64
publicaciones como nacidas en la década de los cuarenta, cifra impresionante y
significativa.
* * *
Hemos
dicho al principio que consideramos suficientemente conocida la situación socio-política y económica de la época, lo
que nos permite avanzar en nuestro comentario sin tener que referirnos a ello,
para evitar que el tema se alargue en exceso.
Quizás
el primer intento de agrupar a los poetas que escribían entonces, fue el del
suplemento SI, del diario Arriba, que apareció el 19 de abril de
1942. Adolece, como cabía esperar, de que la nómina que reúne está muy
mediatizada por unos condicionados que dejan fuera de ella nombres de los que
normalmente no se hubiera podido prescindir. "Pretendemos ofrecer -decía
el editorial del suplemento-, un panorama literario lo más completo posible del
tiempo que aproximadamente brota de nuestra guerra." Siguen poemas de
Manuel Machado, que abre el número con un soneto publicado a toda pagina y con
todos los honores; y en páginas sucesivas van los hermanos Panero, Alfaro,
Vivanco, Garciasol, Foxa, Muelas, Rosales, Ridruejo, García Nieto y otros
poetas más o menos menores. La selección, como ustedes pueden ver, está marcada,
en cuanto a la casi totalidad de los nombres, por una orientación determinada.
Destaquemos como ausencias a tener en cuenta, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre
y Dámaso Alonso. La explicación del criterio con que está hecha la selección
podemos buscarla en otros párrafos del mismo editorial, cuando alude al tipo de
poesía que se venía haciendo en España después de la guerra: "Representa
-escriben- el paso de la llamada poesía pura a la que pudiéramos denominar
poesía viva. Hoy vuelven a buscarse en el campo de la experiencia vital, en el
conocimiento que deja el acontecer sobre la sangre, lo que antes se espigaba en
una pura actividad del intelecto o del ingenio." El soneto, que habría de
adquirir su máximo auge inmediatamente, con la revista Garcilaso, no
está muy representado todavía en esta selección, o por lo menos no lo está
tanto como pudiera esperarse.
En
este mundo de 1942, la poesía española está derramada en varios frentes. Por un
lado, la fracción más importante de los hombres que habían publicado poesía
antes de 1936, ha marchado al exilio. De este grupo de cabeza habían quedado en
el país, los tres poetas que acabo de citar hace un momento, Diego, Aleixandre
y Dámaso Alonso; de los tres, únicamente el último publicaría un libro en el
que se reflejaría de alguna manera “el acontecer sobre la sangre” que pedían
desde Arriba. Aludo a Hijos de la ira, de 1944, que años
más tarde se pudo decir que en él “están muchos de los antecedentes, muchas de
las causa que justificaron la llamada poesía social, el tremendismo, y la dramatización
de los problemas del hombre como individuo y como colectividad.” Fuera de esa línea
quedaban Ángeles de Compostela y Alondra de Verdad, aparecidos en
1940 y 1941, y en cierto modo Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre,
también de 1944.
Cuando
en este año de 1944 La Estafeta nos da su número 12 con la información a
que he aludido, se asoman a sus páginas las siguientes revistas: Cauces,
de Jerez de la Frontera; Corcel, de Valencia; Garcilaso, de Madrid;
Intimidad poética, Tabarca y Sigüenza, de Alicante; Proel,
de Santander; Espadaña, de León; Entregas de Poesía, de Barcelona
y Lazarillo, de Salamanca. No son todas las que salían aquel año, pero
entre ellas están las que han tenido una mayor resonancia. Cada una tiene unas
características propias: Las de Garcilaso las fija Felix Grande diciendo
que "aparece y avanza amamantándose en el retroceso"; Espadaña
se define así misma en un editorial, diciendo "nacimos proyectados por los
hombres y por las cosas -que son vida- y en ella nos reintegramos, quizás
sintiendo que le debemos parte muy principal de nuestra fuerza creadora."
En
la colección de Espadaña podemos ver como esta revista va a conseguir,
con una nómina de colaboradores muy distinta a la que reunía Arriba en
su suplemento, una aproximación a los objetivos que este periódico pretendía al decir que lo
que ellos querían era ofrecer el paso de la llamada poesía pura a lo que se
podría denominar poesía viva. Claro que Espadaña con muy distintos
planteamientos, pues en el número 39 de la revista “asomó un húmero de Cesar
Vallejo” como muy gráficamente comenta Félix Grande. La polémicas en defensa de
las propias posturas éticas y estéticas, se sucedieron. En el numero 40, Espadaña
se siente muy viva, aun cuando ya iba de cara al final de su existencia y trata
de provocar a las demás en forma airada: “Vivimos una época de luchas tremendas
-dicen- de polémicas gesticulantes y gritos desaforados. Y como si fuese un
paraíso poblado de evadidos del mundo circundante, el campo de la poesía española
no conoce la lucha ni hierve en la polémica.”
Esta
polémica buscada constantemente por los de Espadaña, ya aparecía encendida
en La Estafeta Literaria que bajo la inteligente orientación de Juan Aparicio
desde la Dirección General de Prensa, procuraba fomentar las discusiones en este
terreno que, al fin y al cabo,
nunca podrían hacer llegar la sangre al rio.
Todavía la poesía en España no estaba cargada de futuro, por lo menos
en el sentido que apuntaría más tarde Gabriel Celaya. Sería momento de recoger aquí
algunos aspectos de este encono, con la intervención de Pedro Caba y Jesús Juan
Garces en La Estafeta, pero no podemos detenernos en ellos. ¡Qué
importante fue para la poesía de los años cuarenta este ambiente que ayudó a depurar
los conceptos y las formas, en muchas ocasiones! Esta polémica que dejo
apuntada nada más, tuvo lugar, precisamente, en ese año1944, en el que se iba a
producir el gran salto adelante de la poesía española de la posguerra.
* * *
Sobre
este breve mosaico de introducción al mundo de las revistas poéticas de la
década de los cuarenta, sin duda muy desdibujado por la necesidad de abreviarle,
veamos, como final, en forma también muy resumida, algunos aspectos de las más
significativas revistas de entonces, con lo que pretendo redondear el tema
hasta donde ello sea posible.
Empecemos
por Corcel, la revista valenciana que fundó y dirigió Ricardo Blasco con
la colaboración importante de Jorge Campos y José Luis Hidalgo, y empezamos por
ella porque fue la primera en el tiempo, ya que su número uno apareció en
noviembre de 1942. Aún a riesgo de que pueda parecer a alguno de que es
propaganda, no tengo más remedio que decirles que para un conocimiento más amplio de lo que fue esta revista
pueden recurrir al número 6 de Peña Labra, que dedicamos íntegramente a Corcel.
La publicación de Ricardo Blasco pudo alcanzar gran independencia gracias a que
no tuvo más protección económica
que la que le proporcionaban los suscriptores, pues a ellos estaban destinados
los 300 ejemplares que tiraban. También Corcel tuvo su manifiesto o "Propósito",
como su director le llamó: "servir a la poesía -decía- y que por tal
entiende toda defensa y aliento de la verdad poética. O sea: de la expresión
vital, suprema y humana, de lo que, enraizado e inexpresable en el corazón del
poeta, toma curso, como la sangre, libre de todo encasillado o moda." Como
ven otra vez aparece la sangre en una definición poética.
Una
anécdota de esta revista nos permite comentar las dificultades de todo genero
que representaba la censura en aquella época. Cuando intentaron publicar una
colección de poemas de José Luis Hidalgo, los que este recogería después con el
título de Los Animales, el censor prohibió la inclusión del titulado
"Caballo" por entender que era una blasfemia el verso que decía
"tratando a Dios de Tu como un hermano". Es una muestra más
indicativa do los escollos con los que tropezaban los animosos creadores de
publicaciones de este tipo.
Garcilaso
nació en mayo de 1943. Desde el primer momento fue objeto de duros ataques y no
menos vioentas defensas, desde todas las direcciones poéticas, cosa que pienso
que resultó sana para los fundadores y colaboradores habituales. Eugenio de
Nora, cofundador más tarde de Espadaña, escribió en la revista Cisneros,
que los sonetos que publicaban los garcilasistas eran puro virtuosismo, y ya
sabemos con que intención era empleado el termino, y no vaciló Nora en llamar a
la poesía que aparecía en Garcilaso, engolada, sin sangre, presumida, de
mal gusto. En El Español se publicó entonces un artículo en el que al
referirse a esta revista se decía que lo que se nos venía encima con estos
versos era peor que un neoromanticismo, era la cursilería integral.
Es
difícil encontrar una publicación de este genero que haya tenido que aguantar
mayor cantidad de agrias censuras. Contra esta avalancha se defendieron sus
colaboradores y José García Nieto, director de la revista, escribió entonces
con serenidad y elegancia: "Tiempo al tiempo, por favor" y creo que
tuvo razón, pues hoy, desde la altura que proporcionan los años es preciso
reconocer el interés poético que se encierran en sus 36 números. ¿Por qué esta
irritación tan violenta? Aparte de razones de otro tipo que pudieron influir en
ello, como las políticas, ya que fue una revista que gozo de la protección de
la Dirección General de Prensa, creo que la orientación que la pretendió dar su
director contribuyó a ello, pues pecó de una excesiva devoción hacia un libro
que había influido sobremanera en él. Me refiero a Abril, de Luis Rosales.
El acento de este libro, la perfección formal, la elegancia de la expresión,
todo parece haberse pasado con armas y bagaje a Garcilaso, lo que dio
lugar a ese empalago provocado por tanto soneto que se tradujo en un cansancio
natural y en una reacción lenta, pero firme, hacia la poesía que "fluía
del acontecer de la sangre"
Por
las páginas de Garcilaso pasaron prácticamente todos los que hacían
poesía entonces en la España interior: Aleixandre, Dámaso Alonso, Gerardo
Diego, Alfaro, Alonso Alcalde, Azcoaga, Ricardo Blasco, Bousoño, Cano, Cela,
Carmen Conde, Crémer, Gaos, Garciasol, Hidalgo, Hierro, Maruri, Manuel Machado,
Panero, Ridruejo, Valverde, Vivanco y un larguísimo etcétera de cerca de 200
autores.
Proel,
la revista santanderina de la década de los cuarenta, nació realmente sin un criterio
de grupo definido. Se trataba de hacer una publicación para recoger la
producción de los vates locales, sin más pretensiones iniciales; pero por el
entusiasmo de sus fundadores y el apoyo decidido de su mecenas, Joaquín Reguera
Sevilla, y del director, Pedro Gómez Cantolla, pronto se les marchó de las
manos, hasta llegar a convertirse, sobre todo en la segunda época, en una de las
distinguidas. Realmente no llegó a crear un estado de opinión y esto no se debe
achacar a la dependencia económica a que estaba sujeta la revista, como podría
pensarse, ya que tanto su mecenas, como el director, fueron hombres de un
abierto sentido liberal. Lo siento, pero nuevamente me veo obligado a hacer autopropaganda citando Peña Labra
pues el número 8 le dedicamos a estudiar testa revista desde los años de hoy.
Como
dentro de breves días les va a hablar a ustedes José Manuel González Herrán de
la poesía cántabra de posguerra y estoy seguro de que les dará cabal cuenta de Proel,
yo no insisto en ello.
En
mayo de 1944 se publicó en León el primer número de Espadaña, la revista
de Nora, Crémer y Lama, que ha sido, posiblemente, la que ha provocado más
estudios y más importantes que cualquier otra de las de su época. Como hemos
visto en lo que les he dicho anteriormente, nació para la polémica. Cremer, que
fue alma y vida de la misma hasta su final, escribió en uno de los números:
"Va a ser necesario gritar nuestro verso actual contra las cuatro paredes
o contra los catorce barrotes soneteriles con que jóvenes tan viejos como el mundo,
pretender cercarle, estrangularle." Está clara la contestación a Garcilaso.
Pero Espadaña, como podría parecer por lo que llevo dicho, no llega
hasta la poesía social que se iba a imponer unos años más tarde: "se queda
en un plano teórico dentro de una línea de corte clásico", dice Víctor de
la Concha; postura que Gabriel Celaya les echaría en cara escribiendo que la
realidad es maravillosa, aunque sea impura, brutal y hasta sucia. Esto no quita
para que Crémer, ya en el número 46 (el último fue el 48), proclamara su deseo
de que la poesía de ellos fuera recogida por el pueblo.
Espadaña
fue una revista que ejerció en forma contundente y seria la crítica, con
provecho notable para la poesía de aquellos días. Aun cuando en cierta ocasión
fue calificada como órgano del tremendismo poético, hoy, con la perspectiva que
proporcionan los años y el desarrollo sufrido por nuestra poesía, nos parece
que lo fue más en la forma que en el fondo.
Entregas
de poesía nació en Barcelona, en enero de 1944, al cuidado de Juan Ramón Masoliver,
Fernando Gutiérrez y Diego Navarro (Insisto en la transcendencia del año 1944
para la poesía española). La circunstancia de tener su residencia en la capital
catalana, la proporcionó un carácter más cosmopolita que a las demás. La
proximidad de Francia ha concedido siempre a Cataluña la primacía como ventana
cultural de España, abierta hacia la Europa que queda detrás de los Pirineos, y
la revista Entregas de Poesía respondió a esta circunstancia. En su
"manifiesto" (llamado así a una hoja de presentación que repartieron
a los posibles suscriptores), escribieron que no venían a poner orden ni a
arremeter contra los demás grupos. "Nuestro propósito -decían-, es brindar
material de estudio a los poetas y buena poesía a quienes gustan de las letras".
A pesar de estos propósitos iniciales, uno de los directores, Fernando
Gutiérrez, no deja de aprovechar la ocasión que le brinda La Estafeta Literaria,
al hablar de su revista, para meterse con Garcilaso, diciendo de la
tremenda infección de soneto y de la décima, a los que califica de fuegos de
artificio. "Nuestra guerra primero -comenta- y luego la demás, no permiten
ya estas cosas, que suenan a falso." La preocupación por la poesía que se
hacia fuera de nuestras fronteras, es uno de los signos más destacables de esta
revista, como lo fue también, en cierta manera, de Corcel. En este mismo
terreno no debe debemos olvidar que Proel editó un volumen de su colección de libros recogiendo una amplia
antología de la poesía francesa, en versión debida al conocimiento y a la sensibilidad
poética de Leopoldo Rodríguez Alcalde.
* * *
No
debo terminar estas notas sobre las revistas de poesía de la posguerra, sin
citar una que nos llega también muy cerca. Me refiero a La Isla de los
Ratones, que a partir de 1948 y hasta 1955 nos ofreció 26 números,
publicados a sus expensas por el montañés de adopción Manuel Arce. La nómina de
sus colaboradores a lo largo de esos 26 números
que alcanzó de vida, fue amplia e importante. Junto a nombres ya consagrados,
aparecieron en ella los de otros que iniciaban entonces su andadura poética. Fue
un esfuerzo meritorio, imprescindible de recordar siempre que se hable de las
revistas de poesía de aquellos años.
Pienso
que con lo que queda expuesto se ha dado un repaso a lo que fue el mundo de las
revistas de poesía publicadas durante la guerra civil y en la década de los cuarenta. Un repaso
breve, quizás demasiado breve, pues no quedaba opción para otra cosa. Creo que
han podido ver que el tema es amplísimo, pero yo debo terminar aquí pues me
parece que he abusado de su paciencia.