jueves, 3 de febrero de 2022

José Luis Hidalgo

  75 AÑOS HACE DE LA MUERTE DE

JOSÉ LUIS HIDALGO

Por ello traemos a este humilde blog dos escritos de su amigo; uno, cuando le recordaba a los veinticinco años; y el otro, a los cincuenta año del luctuoso acontecimiento


25 ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE JOSÉ LUIS HIDALGO

 

  Estas notas que voy a leer a continuación, están dedicadas a la memoria de Don Gabino Teira, y también, a Alfredo Velarde y Pedro Lorenzo, mentores de José Luis desde la Biblioteca Popular, en los años de adolescencia.

 

            A las diez y media de la noche de hoy, se cumplirán veinticinco años de la muerte de José Luis Hidalgo.

 

             Cuando un hombre muere, la memoria que nos queda de él se valora por sus obras o por su personalidad y la amplitud de la onda de su permanencia, nos dice claramente de su categoría. Lo normal es que las dos -obra y personalidad-, sean del mismo orden y que a mayor personalidad correspondan obras más importantes, si es que la personalidad ha llegado a dar sus frutos. Una obra transcendente, que nos arrastre tras de ella, tiene detrás, sin duda, un creador de altura paralela.

 

            De que Hidalgo, en su breve paso por la vida, dejó proyectada su personalidad en una obra de interés, damos testimonio nosotros aquí, con nuestra presencia, pues ella nos convoca. Un puñado de versos ha sido suficiente para que aquella onda de que hablábamos se haya ensanchado hasta rebasar los límites de lo nacional. Pero lo que yo quiero trae hoy ante Vds., como pórtico a una lectura de sus poemas, no es la obra de Hidalgo, sino su personalidad. Quien ahora me interesa es el hombre que está detrás de sus libros, su autor, pero no como autor, sino como hombre; me interesa el hombre que hay detrás del autor, la personalidad que fue capaz de llegar a concebir y trasladar a signos inteligibles para nosotros, los hondos, los tremendos problemas que se plantean en sus libros, de manera especial en el titulado Los muertos.

 

            ¿Cómo era ese hombre? ¡Cómo se comportó ante los demás hombres y que reflejo de él quedó en nosotros? !Qué tema más tentador si dispusiéramos del tiempo necesario para desarrollarle! Pero forzosamente he de ser breve, porque nos espera el goce de sus versos y por eso, para contestar a esas preguntas sin que el tiempo se me vaya de las manos y porque con esta decisión saldrán ganando Vds. y el homenajeado, voy a leer la semblanza que nos dejó de el un altísimo poeta; una semblanza lírica y emocionada, que brotó de la pluma de Vicente Aleixandre y que nos contesta a las preguntas que nos hemos planteado. Muchos de Vds. la conocen, pero merece la pena recordarla en esta ocasión, como prologo a los poemas que nos esperan.

 

* * *

            Hoy se cumplen veinticinco años de la muerte de este hombre. Paso a paso, año tras año, recordándole siempre, hemos llegado a este veinticinco aniversario. Paso a paso, sí; latido a latido, hemos vivido estos cinco lustros, construyendo con nuestro homenaje de cada día, el monolito dedicado a su memoria. La trágica coincidencia de su muerte y de sus muertos en aquel febrero de 1947, produjo en nuestro espíritu un escalofrío que vuelve en esta ocasión envuelto en la neblina de los años.

 

            Nosotros, sus amigos, hemos creído que la mejor manera de homenajear a Hidalgo, como a cualquier poeta, es volver a leer sus versos; volver sobre sus versos, porque en ellos está todo él. Está su vida y está la proyección de ésta. Leer otra vez los poemas iniciales de Raíz, adolescentes, pero llenos de atisbos; los hallazgos jugosos de Los animales y los trágicos endecasílabos de Los muertos; esos versos secos y rotundos, con la innegable belleza de una poesía hecha dolor y muerte, tristeza y desesperanza. Con esta lectura podemos llegar a una íntima comunión con su persona de ayer y de siempre, entrando en su poesía, por la que, a veces, parece escapar un hilo de futuro, que es vencido enseguida, inflexiblemente, por la dolorosa certidumbre de la nada. Una poesía dentro de la nea de nuestra lírica eterna, desde Jorge Manrique hasta Unamuno, pasando por el mejor Quevedo.

 

            Ricardo Blasco, el amigo entrañable de Hidalgo en el último lustro de su vida, me decía en una carta reciente: “No puedo acercarme a los poemas de José Luis sin que estos se levanten todavía ante mí, sin que los años compartidos con él, años de esperanza y rebeldía, de interrogación y desafío, de temor y de hambre, no se agolpen otra vez, impidiéndome toda perspectiva. La amistad, el recuerdo, pueden más y en cada verso que leo, leo otras muchas cosas que no están allí escritas.”

 

            !Para que añadir más a esta ternura de que están llenas las palabras de Blasco, que todos los amigos suscribimos!

 

            Empecemos a leer otra vez esta noche. Escuchemos sus versos en estas voces que nos van a sacar de ellas todo su encanto expresiva y la madurez de su pensamiento. Después, mañana, y pasado, y siempre, en la intimidad, volvamos a abrir sus libros y dejemos que nos guíen hasta la suprema belleza de las cosas que no se ven.

Leído en el Colegio José Luis Hidalgo de Torrelavega. 3 de febrero de 1972


Recuerdo emocionado

 

 

            Han transcurrido cincuenta años desde la muerte de José Luis Hidalgo. Para los que fuimos amigos de Hidalgo, para los que estuvimos a su lado en tan corto paso suyo por la tierra, resulta difícil sustraerse a la atracción que produce esta fecha redonda del aniversario. Son años que el tiempo se ha encargado de ir dorándolos con la pátina del recuerdo emocionado. Cincuenta años en los que la poesía que nos dejó José Luis Hidalgo, ha ido creciendo sobre el corazón y la mente de los hombres que se han acercado a su obra; cincuenta años en los que su poesía se ha extendido incansablemente.

 

            La coincidencia de la muerte del autor con la aparición del libro que tituló Los muertos, sólo separado por unas horas, llevó a pensar entonces en la relación muerte/Los muertos. El tiempo, que se encarga de decantar las fantasías y coloca inexorablemente cada hecho en su estrato, nos ha mostrado que el tema que se desarrolla en los versos de este libro no tiene nada que ver con las circunstancias que concurrieron en la hora de su aparición, aun cuando cuesta separar la muerte del autor del contenido del libro. Cuesta quitar del pensamiento de sus lectores la creencia de que entre uno y otro hecho existió una cierta relación; que el libro contiene una premonición. No hubo premonición; no hubo escape del mundo por la escala de la poesía. Que esto fue así nos lo confirma el que Hidalgo venía trabajando en estos poemas desde 1944, con el título provisional de La llanura de los muertos, nacido de la confrontación bélica en nuestra guerra civil.

 

            Todo el contenido del libro es un enfrentamiento de su inquietud religiosa con el tremendo hecho de la muerte; un enfrentamiento unamuniano con la Divinidad, en busca de respuesta a problemas y cuestiones relacionados con la vida y la muerte del ser humano y la trascendencia que ello encierra. En él van surgiendo preguntas que, al final del libro, se precipitan hacía la nada; hacia ese poema último que tituló "La belleza", donde muestra sus manos vacías después de tan dura búsqueda.

 

            Si en algún momento se pudo pensar que Hidalgo había dejado reunidos en los tres libros que publico, Raíz, Los animales y Los muertos, lo que consideraba mejor de su producción lírica, se puede desechar esa idea a la vista de la colección completa de su obra. Sólo el orden que se impuso al publicarlos o la limitación material que por algunas razones exigieron las respectivas ediciones, le pudo obligar a dejar fuera de estos libros poemas que no desmerecen en nada respecto a los que vieron la luz en su día. Véanse, por ejemplo, para pensarlo así, el intento de "diario poético" (¿Unamuno?), que se apunta en los poemas reunidos bajo los títulos de "Marzo" y "Abril".

 

            Hidalgo no será sólo "el poeta de los muertos" y se comprenderá el por qué la autorizada voz de Juan Ramón Jiménez dijo de él. "Era quizá el poeta más natural y espontáneo de estos años. Muy conseguido. Algo así como un Bécquer de nuestra época, de otra época [...] es el más cercano a Becquer de cuantos después de este hicieron poesía".

 

Publicado en: El Diario Montañés, 31 de Enero de 1.997

 


 



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