sábado, 8 de enero de 2022

Mauro Muriedas

 

Hoy, 8 de enero, nuestro recuerdo va para el entrañable Mauro Muriedas. Hace ya 31 años que pasó al otro lado le la historia. Quizás para alguno que nos lea no le suene de nada, eso es que no le conoció. Para los que le conocimos nos será muy difícil olvidarle. Y más si frente a nosotros hay unas obras suyas. En un nuevo homenaje a su persona, traigo este escrito de Aurelio García Cantalapiedra,

 

La escultura de Mauro Muriedas

 


         Los golpes de la maza del escultor orientan nuestros pasos hacia su taller. Es un franciscano rincón, en una buhardilla que nos habla ya de las obras que saldrán de sus manos, con el espacio justo para el banco de carpintero, para el escultor y para un arcón donde se guardan preciosas herramientas que le han acompañado a lo largo de su vida: gubias de todas las formas y para todos los fines; gubias de esquina, de cañón, de codillo; gubias planas y de contracodo; mazos de hierro y de madera, con la huella de los años...

* * *

Recordamos el taller de Campuzano. Era una amplia galería con grandes ventanales. Entonces en la vida del escultor había un empuje inédito; nada ni nadie había machacado todavía sobre este hierro. Sus obras tenían un vuelo recién nacido y ambicionaban el mundo. Cada escultura que salía del taller requería, para vivir, un amplio espacio circundante y llevaba un sello de esperanza. Es la época de «Mi hermano», la escultura desnuda y desafiante; de un Cristo crucificado, poco anterior a la iniciación de nuestra guerra civil, que presiente, como el Cristo de Velázquez unamuniano,

... ese velo de cerrada noche

 que se avecina.

         Pero Mauro Muriedas es un hombre de la misma madera que Manuel Llano; es un hombre, como muchos artistas de aquellos años, a quienes hiere el hacha de la guerra. A algunos, hasta destruirlos; a otros, hasta doblegarlos. Los primeros ya no cuentan más que en la memoria de los que quedaron. Para los segundos, los años traen otras vivencias. Se refugian en estos talleres franciscanos y desde aquí van lanzando al mundo gritos que claman contra injusticias. Gritos humanos, muy humanos en Mauro Muriedas, que nos hablan de la tragedia de los pescadores; de la tristeza del hombre desilusionado; de la vieja de Puente Avíos, en la que se reflejan los años y las amarguras; del pobre cargador y su perro, los dos hambrientos, que no conserva de sus años de trabajo más que el saco con el que cubría la cabeza al realizar, su dura labor; del esfuerzo de los mineros en la galería empujando las vagonetas con el mineral o de los barreneros que van perforando las ingratas entrañas de la «madre» tierra. Toda una teoría de lucha y de trabajo, de hambre y de miseria, queda expuesta aquí, en estos relieves y en estas esculturas en madera. La pone delante de nuestros ojos para que sintamos la angustia de su existencia.

         El escultor desde su taller, lucha contra la injusticia y cada obra es un grito contra el egoísmo. Hay muchos premios y medallas en su vida, pero no empañan la pulcra trayectoria que se va prolongando en la lenta y continuada labor de cada día, en las largas horas del verano o en las cortas del invierno, en la franciscana buhardilla.

* * *

           En el taller hay un tragaluz. El escultor suspene el trabajo y levanta su cabeza, ensimismado, hacia el pequeño trozo de cielo que desde allí se ve, pero enseguida le reanuda. Es preciso seguir luchando, como él lo hace, contra la injusticia del mundo. Que cada obra sea un grito, aun cuando no le oiga nadie.

 


Publicado en:

El libro titulado “Cuatro Amigos” 30 de marzo de 1969

Incluido en el libro: Torrelavega. Érase una vez el arte… los artistas y el mundo que les rodea. Editado por el Ayunt

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