martes, 28 de diciembre de 2021

Manuel Lledías

 El día 28 de diciembre de 1984 el Ayuntamiento de la villa de Cartes decidió dar el nombre de Manuel Lledías al Colegio Publico de la localidad. Se le pidió a Aurelio García Cantalapiedra que leyera unas semblanzas sobre el artista en aquel acto.

 

Manuel Lledías



 

Antes de iniciar la lectura de una breve semblanza de Manuel Lledías, el hombre y el artista a quien hoy se honra su memoria con la imposición del nombre a este magnífico grupo escolar, quiero resaltar con unas palabras el acto que estamos celebrando. No sólo por lo que hay en él de acertada proyección del nombre de un artista hacia la perennidad, sino por lo que la realización material de este hecho conlleva en su desarrollo.

 

En casos como éste, lo más normal es que cuando se consigue el fin propuesto, se deja en el olvido su gestación y me parece que no es justo. No es justo se olvide que tras de ello hay muchas horas de dedicación de unos hombres que han puesto todo su entusiasmo y su valer para llegar hasta el final. Es injusto que no se recuerde en este acto el esfuerzo realizado por el Alcalde de la Villa, junto a sus compañeros de corporación. Porque he sido testigo de las horas y horas que les ha costado, de las angustias y sinsabores que les ha proporcionado, me permito darles las gracias en público, en nombre de todos aquellos que ahora, como consecuencia de su gestión, podemos ver reunida tan importante colección de las obras del artista a quien hoy recordamos.

 

Y vayamos con la prometida semblanza de Manuel Lledías entre las centenarias piedras de esta admirable villa de Cartes.

 

Los pueblos no pueden ser ingratos con las personas que de alguna forma les enaltecen. No pueden dejar abandonada su memoria al olvido del viento de los días, porque, de hacerlo así sería la memoria del pueblo la que se iría perdiendo. Son los hombres los que conceden valor a las piedras venerables, en ese engarce del recuerdo de las sucesivas generaciones que es quien les mantiene con vida.

 

Esta permanencia del recuerdo, empuja con honorable afán los valores que le rodean hacia la conservación de un entorno siempre entrañable, por el que transcurrió la existencia de los antepasados en momentos de penas y de holganzas.

 

Y si las piedras venerables convocan con fuerza a los pueblos que las albergan, pensemos con qué fuerza no convocaran los hombres que las honraron. Permítanme la licencia de creer que la pátina de estas piedras es labor del espíritu de sus hombres. Es obra de todos los hombres que se han movido a su alrededor; es memoria, como decía antes, del pueblo que las vive y del que las ha vivido, para quienes, los que por una razón por otra han sobresalido del conjunto, como puede ser el ejemplo de Manuel Lledías, esto, los que destacan, son reflejo unificador de ese mismo conjunto.

 

Y en esta dirección, pocos pueblos como el de Cartes; pueden mostrar con orgullo una enseña tan limpia de menoscabo en sus andanzas, como la representada por Manuel Lledías con el ejemplo de saber estar en la vida con la dignidad que la vida exige.

 

Yo no recuerdo demasiadas vivencias personales de él y es verdad que lo lamento, porque de las cortas relaciones que mantuve con Lledías, de los escasos encuentros que tuvimos, me ha quedado la pena de que no fueran más frecuentes. Su carácter, su sensibilidad, hacían que resultase gratificante permanecer a su lado, escuchándole hablar con una voz suave, sin sensibles alteraciones de tono, convincente.

 

Le conocí no mucho después de establecer su residencia en Cartes, en el chalecito de junto al río donde fallecería treinta años después. Son recuerdos muy lejanos que, al llevarlos a mis palabras de hoy puede ser que los esté presentando con la envoltura de la nostalgia, a veces deformante de la realidad, pero, a veces también configuradora de la otra realidad, de la no menos auténtica que provoca en la memoria la admiración.

 

En aquella voz sin estridencias, se estaba reflejando la humanidad del artista. Posiblemente en este caso con más méritos que en otros, porque la vida de Manuel Lledías había sido fuertemente sacudida por unas circunstancias adversas en las mas de las ocasiones y, sin embargo, la humildad seguía fluyendo de su espíritu. En aquellos años que yo le traté, no le enojaba, por ejemplo, tener que desplazarse con frecuencia hasta Adarzo para imprimir sus planchas grabadas porque en casa no disponía de torno propio; no le enojaba chocar con la ignorancia ajena a la hora de presentar su obra al público; no le enojaba la vida que tenía que soportar que le obligó, allá por el año 1948 a emigrar a Hispanoamérica, tratando de encontrar horizontes más claros para su arte. Le recuerdo siempre como, metido en si mismo, disfrutando en silencio de unas vivencias íntimas, seguro de su valía artística, pero con esa humildad a que me he referido, que no vacilaría yo en calificar de franciscana.

 

Perdonarme los que le conocisteis más tiempo que yo, si mi semblanza no se ajusta a lo que puede ser la vuestra. Es mi recuerdo del artista y del hombre, el recuerdo de una admiración hacia quien vi luchar forzadamente por caminos que no eran los suyos, por caminos difíciles. De un hombre que honró con su dignidad al pueblo en el que transcurrieron muchos de los añas de su existencia y al que este pueblo manifiesta hoy, póstumamente, su agradecimiento. Justo es este homenaje y sabia la decisión de que su nombre quede unido a la Escuela de la Villa, para que las generaciones de niños que pasen por sus aulas puedan añadir, al respeto por las piedras que conforman la belleza del lugar, la veneración hacia un hombre que se hizo acreedor a esta admiración.

 

 


martes, 21 de diciembre de 2021

IN MEMORIAM de don Gabino Teira Herrero

                                                DON GABINO TEIRA HERRERO,

UN TORRELAVEGUENSE ILUSTRE





         Mi relación con Don Gabino Teira tiene un primer encuentro personal que yo había olvidado. Fue en los años iniciales de la adolescencia y me lo trajo a la memoria su hijo Manolo; yo no lo recordaba. Me explicó que un día, cuando yo era alumno del Colegio del Oeste de Torrelavega, al pasar por delante del comercio de tejidos que tenían instalado en la calle La Estrella, me llamó don Gabino para encomendarme que llevara conmigo a su hijo Manolo al citado colegio, en el que le había matriculado. Así me lo contó hace muchos años el ya entonces doctor Teira.

 

         ¿Cómo se pudo borrar de mí memoria este hecho que, por circunstancias acaecidas en mí vida posterior, tenía que haber quedado grabado indeleblemente en mis recuerdos de la infancia? Cuando en 1998, tres años después de la muerte de su autor, Manuel Teira, se publicó el libro Perfiles de la ciudad, se reprodujeron en él unas notas inéditas que quedaron entre sus papeles personales, en las que se decía: “... el Colegio del Oeste, escuela a la que me llevó de la mano Aurelio García Cantalapiedra.” Entre él y yo había cuatro años de diferencia en la edad.

 

         En aquellas fechas don Gabino era ya un convecino ilustre y con este criterio se le reconocía en el pueblo desde todos los niveles de la población por su destacada y afable personalidad. Nacido el año 1885, en Torrelavega, su entrega al ejercicio de diversos deportes le llevó muy pronto al de la gimnasia, fundando en la calle Hoyos un lugar apropiado para ello, y en 1907 una Sociedad Polideportiva que daría lugar a la creación del equipo de fútbol con el nombre de “Real Sociedad Gimnástica de Torrelavega”; de cuyo club fue primer presidente.

 

         En los años veinte su vida discurrió orientada hacia actividades culturales y sociales. En 1926, cuando se fundó en Santander una sección del Club Rotario, se integró en ella, con la consideración que su destacada personalidad le otorgaba.

 

         En aquella misma fecha cuando, un grupo de convecinos decidieron crear una entidad cultural en la localidad, su nombre figuró entre los que tenían este feliz propósito, formando parte de la Comisión Cultural que habrían de llevarlo a buen fin. Vencidas las dificultades iniciales, principalmente las de la necesidad de un local adecuado, el 13 de noviembre de 1927 se inauguraron oficialmente las actividades, presentándose la entidad con el nombre de “Biblioteca Popular”. Los primeros pasos los habían dado bajo la designación de “Sociedad Pro-Cultura Popular”, más apropiado para proyectar públicamente sus propuestas.

 

         En aquel acto, el presidente de la entidad, don Ramón Miguel y Crisol, hizo público el ambicioso propósito que les guiaba, que presentó como

 

La peculiar labor que corresponde a este tipo de centros, promoviendo a todos los niveles un interés por la lectura, que se complementará con ciclos de conferencias, exposiciones de arte y otros actos que elevarán el nivel cultural de la población.

 

         El 28 de marzo de 1928, en un reajuste de la Directiva de la Biblioteca Popular, fue nombrado Don Gabino Presidente de la entidad, cargo en el que se iba a mantener hasta agosto de 1937, cuando fue clausurado este centro cultural a la entrada del ejército franquista en Torrelavega.

 

         A la Biblioteca Popular dedicó Teira desde el primer día, una parte importante de su vida, marcándola con su talento y su espíritu, desde todos los puntos de vista, labor en la que tuvo como colaboradores inseparables a don Pedro Lorenzo y a don Alfredo Velarde, hombres como él, entregados a la vida de aquella entidad.

 

         La junta directiva que cuidaba de la vida de la Biblioteca Popular, se volcó en la consecución de una abundante y selecta biblioteca, que desde el primer momento fue complementada, como habían previsto, con la presencia en su local de exposiciones de arte y de ciclos de conferencias que alcanzaron importante nivel.

 

         Destacó esta actividad en la vida de la Biblioteca Popular por la entrega desinteresada y permanente que Teira la dedicó y, sobre todo, por lo que supuso para la ciudad, que tiene que agradecerle lo que representó como firme vía hacia su desarrollo cultural. Cuando en 1988 su hijo y amigo mío, el doctor Teira, me honró prologando un libro mío sobre la historia de la Biblioteca Popular, en uno de sus párrafos decía:

 

La Biblioteca Popular no vino a llenar un hueco, sino que creó su propio espacio en el pueblo, en el que hizo una labor inmensa. Aquella pequeña población en la que solo había tres o cuatro escuelas elementales y una de Artes y Oficios, halló, de pronto, un manantial de saber donde todas las clases sociales acudían, y hallaban el ambiente propicio, y las personas adecuadas para empujar o encauzar esas ganas de saber.

 

         Insisto en esta última frase, porque de ella puede deducir el lector la presencia constante en la Biblioteca Popular, durante las horas en que se encontraba abierta al público, de directivos a los que se podía acudir en consulta y, entre ellos, al propio Presidente. En otro párrafo del mismo prólogo, dice Manuel Teira:

 

En la Biblioteca se habló de arte, de literatura, de ciencias, de filosofía, nunca se habló de política ni de religión, aunque política y religión llenaban el enfervorecido aire de la España de aquella época.... De la escuela universal, de la Universidad que fue la Biblioteca, salimos muchos invadidos de ganas de saber, inundados de talante abierto y tolerante, y deseosos de ayudar.

 

         De esto fueron testigos los vecinos que allí acudían diariamente, y creo que ayuda a entender la presencia de Don Gabino Teira en las filas del Club Rotario, en la dimensión más interesante de esta agrupación social.

 

         Un complemento que creo que subraya el título de torrelaveguense ilustre con que encabezo estas líneas, fue su nombramiento como Presidente de la Diputación Provincial de Santander, en el año 1933, cargo que desempeñó hasta 1935 en el que es preciso resaltar, entre otras importantes decisiones, la creación del Museo Provincial de Prehistoria y la concesión de numerosas becas para artistas.

 

         En los meses finales del año 1932, siendo vicepresidente de la Diputación Provincial de Santander y concejal del Ayuntamiento de Torrelavega, presentó en aquel organismo provincial una moción orientada a la consecución de un Estatuto común a las provincias castellanas, que fue bien recibido por sus compañeros de la Diputación. Con el fin de acercar su inquietud y propósitos en este sentido al público en general, dio cuenta de esta moción en una conferencia que tuvo lugar en el Círculo Mercantil de Santander, conferencia que se repitió en el Teatro Principal de Torrelavega en la mañana del 13 de noviembre. Era el momento en que las “autonomías históricas” (Cantabria, País Vasco y Galicia) se habían empezado a mover con fuerza en este sentido después de la proclamación de la República en España.

 

         En un artículo publicado por José del Río Sainz, en La Voz de Cantabria, de Santander, bajo el seudónimo habitual de “Pick”, habla de sus amigos de Torrelavega y los localiza entorno a la Biblioteca Pupular, refiriéndose a Teira con estas palabras: 

 

...es un hombre ejemplar que oculta en una vida de modestia y trabajo, una de las más sólidas culturas literarias, especializado en el estudio del descubrimiento de América.

 

         Y en otro escrito posterior habla de él definiéndole como polígrafo:

 

.... espíritu avizor y siempre alerta; incansable rebuscador de libros, que sabe tanto de los descubrimientos y conquista de América como si en ella hubiera estado y como si hubiera sido lego a las órdenes de Fray Bartolomé de las Casas.”

 

         Cuando don Ramón Menéndez Pidal estaba trabajando en la preparación de su monumental Historia de España, solicitó la presencia de don Gabino Teira, en Madrid, junto con el catedrático don Ciriaco Pérez Bustamante, para que tomaran parte en una reunión que había convocado a tal fin. En los primeros meses del año 1928 había dictado Teira un excepcional cursillo en la Biblioteca Popular, en diez lecciones, desde enero hasta abril, del que se hizo eco Víctor de la Serna en el periódico El Faro, destacando que “a las clases de mí querido amigo acuden obreros, menestrales, estudiantes y mercaderes”. Teira volvió sobre este mismo tema, ampliando sus lecciones en otro breve cursillo que tuvo lugar en el mes de marzo de 1936.

 

         Finalizo estas líneas en las que he destacado principalmente la personalidad de don Gabino Teira entorno a las actividades de la Biblioteca Popular, entidad a la que dedicó parte importante de su vida, por la proyección que tuvo en el desarrollo social y cultural de Torrelavega. El texto que se pudo leer en un catálogo presentando la obra de una exposición de arte, en enero de 1936, en el salón de esta biblioteca, considero que es muy representativo en cuanto a la orientación que guiaba a sus directivos, en la que destacó su presidente:

                  

Todas estas inquietudes sueltas, desperdigadas, tuvieron su punto de unión en Amigos del Arte[ una sección creada en torno a la biblioteca] título amplio y soñador, un poco en discordia esos años que corren, en los que los niños y los hombres juegan imprudentemente a ponerse uniformes y a elogiar excelentemente las armas de fuego. Amigos del Arte representa para aquellos muchachos un paso espléndido en su vida de hombres: deseaban crear y no matar, producir y no destruir; un cuadro, un verso o una talla, eran valores superiores...

 

                  Había nacido en Torrelavega en 1885 y falleció en la misma ciudad el 21 de diciembre de 1961, dejando grabado su nombre en letras oro, en la memoria de sus convecinos.

 

 


 

Publicado como prólogo al libro que recoge los cuentos premiados en el Tercer Premio Literario de Relato Corto “Gabino Teira”. Convocado por el Club Rotario de Torrelavega y editado por el mismo Club.

 


jueves, 9 de diciembre de 2021

MARQUÉS Y MARQUESADO DE TORRELAVEGA

                       MARQUÉS Y MARQUESADO DE TORRELAVEGA


 

            Así, con este título, llegó a nuestro poder el pasado día 29, el libro editado por el Excmo. Ayuntamiento de Torrelavega, en el que su autor, Manuel Teira Cobo, ha recopilado el resultado de su laborioso trabajo durante los años que ha investigado en la vida de don Francisco de Ceballos y Vargas, el Primer Marqués de Torrelavega y su descendencia.

 

            Teníamos noticias de la entrega que Teira Cobo venía concediendo a este tema. Como ya se comentó en este mismo diario a la hora de dar cuenta de la presentación del libro al público, su autor es un entusiasta "amante de la historia, lector empedernido, hijo y nieto de personas imbuidas y comprometidas con la cultura de la ciudad" (N. Bolado), con cuyo bagaje ha sabido adentrarse, con el entusiasmo que ello requiere, en una faceta de nuestra historia local.

 

            La espléndida presentación de este libro, acompañada de valiosas ilustraciones, es obra material de los Talleres Quinzaños, de Torrelavega, y fruto del interés que ha puesto en ello Javier López Marcano, nuestro alcalde, concediendo al libro una calidad material digna del tema tratado en él. Este interés por las cuestiones locales quedó bien patente en el acto de su presentación, en el que las palabras de López Marcano estuvieron cargadas de un patente y profundo amor a los temas relacionados con nuestra ciudad.

 

            Los comentarios del autor en relación con la obra que se presentaba, pusieron de manifiesta a continuación algunas de las dificultades con que se encontró el investigador para hablarnos sobre la vida, tan azarosa, del primer Marqués, lo que nos da una muestra de esa pasión que se precisa para buscar en la historia máxime cuando se trata de hablar de la que sentimos como propia.

            Como podrá comprobar el lector, el minucioso trabajo redactado por Teira Cobo, hace del texto una magnífica tesis doctoral, que nos lleva brillantemente desde los orígenes del que fue primer Marqués de Torrelavega, nacido en 1814 en la localidad de Cohicillos, descendiente de una familia cuyos orígenes se remontan al año 943, en que los Ceballos entran ya de lleno, por muchas circunstancias, en la historia de Cantabria. Nuestro primer Marqués de Torrelavega no llegará a serlo hasta 1876, título del que disfruta hasta su muerte en Madrid en 1883.

 

            Es el mismo autor, Teira Cobo, quien nos recuerda que "bien pudiera pensarse que el vinculo que le unía con la ciudad de la que era Marqués simplemente se reducía a una cuestión accidental y de nacimiento ... ", para a continuación informarnos de que Francisco de Ceballos nunca olvidó a Torrelavega, a donde regresaba cuantas veces se lo permitían sus diversas actividades profesionales como militar y otras relacionadas con la vida burocrática en Madrid y fuera de España.

 

            Poseía en nuestra ciudad una hermosa residencia familiar, de cuya existencia, y presencia en la misma del General en diversas y abundantes fechas, ofrecía referencias el diario El Cántabro del 15 de marzo de 1883, con motivo de su fallecimiento.

 

            Estaba situada en la calle que hoy lleva el nombre del General pero que ha desaparecido dentro del entorno urbano local, y que fue visitada en diversas ocasiones por S. M. el Rey Alfonso XII en compañía de sus familiares y otros séquitos.

 

            A su muerte, sucedida el 9 de marzo de 1883, el periódico El Cántabro recoge la noticia comentando: "Ha desaparecido de la tierra el distinguido militar, el prototipo de la caballerosidad, el hijo más ilustre de Torrelavega.", y con una abundante referencia, recoge el autor de este libro una exhaustiva bibliografía de periódicos de la época, tanto locales como de carácter nacional, alusiva al hecho de su muerte.

 

            Se completa esta laudable labor de Manuel Teira, con la reproducción de documentos y datos personales relacionados con los miembros de la familia descendientes del primer Marqués de Torrelavega y de ilustraciones fotográficas de alto valor iconográfico, entre las que nos permitimos destacar la del propio primer Marqués de Torrelavega, en cuyo atuendo puede percibiese el eco de la época romántica que le tocó vivir.

 

 


 

Publicado en:

El Diario Montañés, 9 de diciembre de 2002