sábado, 2 de octubre de 2021

Marcelo Arroita-Jauregui

 Hoy hace 99 años que nacía en La Hermida Marcelo Arroita-Jautegui, de quién en el nombramiento como Profesor Honorario del Colegio Publico “José Luis Hidalgo” de Torrelavega, Aurelio García Cantalapiedra diría:

 



Sobre Marcelo Arroita-Jauregui

 

 

            Cuando el claustro de este colegio acordó nombrar profesor honorario del mismo a Marcelo Arroita-Jáuregui, tenía ya conocimiento de que su salud era delicada, pero no podía pensar, ni ellos, ni nosotros, los amigos de Arroita, que entre la fecha del acuerdo y la fijada para materializar el hecho del nombramiento, se iba a producir su muerte. Un fallo cardíaco inesperado dio lugar al fallecimiento.

 

            El Colegio ha perdido a quién pudo ser un profesor honorario distinguido, y todos, la posibilidad de escuchar en este acto, una brillante lección que iba a enriquecer el conocimiento que tenemos de la vida y la obra de José Luis Hidalgo.

 

            Tuve noticia particularmente, de la satisfacción que le había producido tal designación y también de su preocupación ante la necesidad de escribir unas cuartillas para leerlas en el acto de entrega del título. Alegaba su estado de ánimo, muy deprimido en los últimos meses, que según él le iba a impedir hacerlo con el acierto preciso. Le preocupaba no poder quedar debidamente en un momento que consideraba importante en su vida.

 

            La relación de Arroita-Jáuregui con Hidalgo, justificación del nombramiento, no pudo ser larga en el tiempo a causa de la muerte temprana de este último. Sí lo fue en el recuerdo y en la atención que dedicó más tarde a su memoria y a los escritos del poeta. No fue larga en relación personal; no pasó de dos años. Se conocieron en el mes de agosto de 1944 con ocasión de una estancia temporal de Hidalgo en Santander cuando residía en Valencia. Para esta fecha ya se habían publicado cuatro números de la revista «Proel», nacida en Santander en abril de aquel mismo año y de la que Marcelo Arroita fue, desde el primer momento, uno de sus más destacados y entusiastas creadores y a la que José Luis Hidalgo se sumó enseguida de su llegada a Santander.

 

            Cuando José Manuel Pérez Carrera escribió su tesis de licenciatura dedicada al estudio de «Proel» y sus circunstancias, comentó: «La fuerte personalidad de José Luis va adentrándose en los jóvenes proelistas, su afán de sinceridad, su voluntad de renuncia a todo virtuosismo innecesario, cala pronto en sus recobrados amigos. Su espíritu de trabajo le lleva a colaborar enseguida en «Proel», cuyo volumen quinto aparecería embellecido por una viñeta del poeta pintor».

 

            Si tenemos en cuenta que, como he dicho antes, Arroita formaba parte principal del grupo que se movía en torno a «Proel», nos será fácil suponer la relación entre ambos y la particular motivación que provocó en ella ese afán de sinceridad y voluntad de renuncia a todo virtuosismo innecesario, prendas que los amigos reconocíamos también en Macelo Arroita.

 

            La incorporación de José Luis Hidalgo al grupo «Proel» lo fue con una inusitada actividad: colaboró en la preparación del número 5-6 que se estaba gestando entonces, vigiló la impresión, corrigió pruebas... y en esta labor estaba a su lado Artoita, con quien se veía diariamente en las tertulias de tarde y noche en el bar Namur y en las semanales de los domingos por la tarde en la cafetería La Austriaca. La preocupación y atenciones que requería la revista fueron anudando fuertemente aquella amistad. Cuando Hidalgo expuso su obra artística en el Ateneo de Santander, en el mes de octubre de este año 1944, Arroita-Jáuregui publicó un artículo en el diario «Alerta» con el título «José Luis Hidalgo y la juventud», en el que algunos de sus párrafos son una confirmación de esta amistad que se había creado entre ellos.

 

            En agosto del año siguiente se encontraba de nuevo Hidalgo en Santander, donde permaneció hasta el 16 de diciembre. Fueron las fechas de su último encuentro personal con los amigos que tenía aquí, a las que sucederían enseguida las de la enfermedad y la muerte. Marcelo Arroita comentaría así aquellas horas en un artículo publicado algunos años más tarde: «Recuerdo la despedida en el tren, en la última salida que hizo de Santander, la última partida, antes de enfermar en Valencia, para morir finalmente. Charlamos mucho aquella noche, en aquel compartimento de tercera».

 

            Durante el tiempo en que transcurrió la enfermedad de Hidalgo, la inquietud de los amigos se reflejaba en las cartas que nos cruzábamos. En una que me escribió Arroita-Jáuregui se traslucía la preocupación que le causaba el estado del enfermo: «... espero que se mantenga la mejoría», decía. Una mejoría que no existía realmente pero que todos celebrábamos a la más mínima noticia que parecía positiva; mejoría que anhelábamos y hasta nos llegábamos a creer a veces, a pesar de la triste realidad que lo desmentía día a día. Y continuaba la carta: «Le das recuerdos míos cuando le escribas. Ya sabes que yo me he puesto a hacerlo muchas veces, pero me falta siempre no sólo el estilo, sino el tema. ¿Qué y cómo voy a decirle? »

 

            Cuando después de la muerte de Hidalgo la revista valenciana «Corcel», dedicó un número en su homenaje, Arroita publicó en ella un poema con el título «Elegía de amigo»:

 

«Mi corazón, sin voz, escucha la voz que se ha perdido

en un mundo de muertes que está al sur de las voces.

Es hora de volverse y acariciar recuerdos.

(Rozaba levemente el mundo, era profundo,

era el amigo joven con gravedad de padre) ».

 

            Son versos del poema a que me he referido, que nos hablan hondamente y con amargura, de aquella amistad rota por la muerte, que había arraigado entre los dos de manera tan fuerte, en tan breve tiempo, y que denuncian en su contenido, el conocimiento de la personalidad de José Luis Hidalgo.

 

            Nos hemos perdido, como dije al principio, lo que podría haber sido una lección magistral sobre nuestro poeta, sobre el poeta de este Colegio.

 

 


 

Leído en:

Colegio Público “José Luis Hidalgo” de Torrelavega, 7 de febrero de 1992 en el acto de nombramiento de Marcelino Arriota-Jauregui como Profesor Honorario del Colegio.

 

Publicado en:

El Diario Montañés, el 13 de febrero de 1992




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