LA BIBLIOTECA POPULAR DE TORRELAVEGA
( Su aportación a la vida artística local )
En una publicación reciente aseguraba yo que “hasta el día 13 de noviembre de 1927, fecha en que abrió oficialmente sus puertas la Biblioteca Popular, los artistas locales no habían tenido posibilidad de mostrar públicamente sus obras en la ciudad”. Y en el mismo escrito manifestaba que el 4 de diciembre de ese mismo año se inauguraba en este centro cultural una exposición del torrelaveguense Jesús Varela y Varela, con la que se iniciaban las actividades relacionadas con el arte.
La junta directiva que guiaba la vida de la Biblioteca Popular no solamente se volcó en la consecución de una abundante y selecta biblioteca, sino que desde el primer momento estaba decidida a que en sus dependencias hubiese siempre hueco para el arte.
Este importante criterio pronto se iba a convertir en un punto de apoyo para quienes se habían iniciado por este camino del arte en la Escuela de Artes y Oficios, bajo la guía de don Hermilio Alcalde del Río, fundador de esta Escuela el año 1892, que encontraron en la Biblioteca Popular no solamente un lugar donde mostrar sus obras, sino también la posibilidad de conocer la de artistas forasteros y con ello aumentar sus conocimientos en este terreno, que para la mayor parte no resultaba asequible. Iniciativa que se pondría en marcha muy pronto, pues al año siguiente, el 1 de diciembre tuvieron a su alcance una copiosa colección de la pintura de Ricardo Bernardo y en 1929 una interesante colectiva con obras de José Gutiérrez Solana, Cristobal Ruiz, Roberto Domingo y Joaquín Sunyer.
Había comenzado este centro cultural partiendo de una “Sociedad Pro Cultura Popular de Torrelavega”, que al iniciar su labor en la fecha indicada más arriba, el 13 de noviembre de 1927, ya cambió su nombre por el de Biblioteca Popular, iniciando sus actuaciones con una conferencia a cargo del escritor Víctor de la Serna, en la que, entre otras brillantes expresiones sobre nuestra ciudad dijo: “Uno de los lujos modernos y nobles que vosotros os habéis permitido con vuestro dinero, es el de hacer una biblioteca, esta biblioteca para el pueblo”. Y a continuación ofreció un canto muy inteligente al libro, que iba a ser recordado durante mucho tiempo por los asistentes al acto.
Pronto darían los directivos del centro muestra de sus intenciones fundamentales, abriendo paso a lo que consideraban sus propósitos principales, inaugurando el 15 de octubre de 1929 la “1ª Exposición de Artistas Locales”, en la que reunieron obras de trece participantes: Aurora Sañudo Ruiz-Capillas, Fernando Sañudo, Tomás González Charines, Federico A. Herreros, Valentín Obregón, Eduardo López Pisano, Carlos Barquín, Cándido R. Diestro, Tomás Cordero, Enrique Dacal, Tomás Cañas, José Obregón y Antonio Díaz-Terán.
De este grupo, con fuerte inclinación artística, continuarían con esta actividad González Charines, Cándido R. Diestro, Eduardo López Pisano, José Obregón y Antonio Díaz-Terán, cuya obra se pudo ver en nuevas exposiciones; dos colectivas de artistas locales que tuvieron lugar el 29 de diciembre de 1930 y el 25 de diciembre de 1931, en las que repitieron Eduardo López Pisano, que destacaría muy meritoriamente en otras dos, esta vez en solitario, el 27 de enero de 1933 y el 20 de marzo de 1936, en la misma sala de la Biblioteca Popular.
Un nuevo nombre se uniría a los citados en la que tuvo lugar en 1931, el del escultor Teodoro Calderón y en otra también colectiva en octubre de 1933, se pudo ir apreciando la calidad artística que estaban alcanzando Eduardo L. Pisano, Teodoro Calderón y Francisco G. Charines, con la sorprendente presencia de la obra de Mauro Muriedas. Tres mujeres aparecían así mismo en esta exposición: María Luisa Fernández, Candela Ruiz y María Luisa Herreros.
Mauro Muriedas, en julio de 1932, había expuesto, conjuntamente con Eduardo López Pisano, en el Ateneo de Santander.
Antes de que fuera clausurada la Biblioteca Popular, tuvieron ocasión de mostrar su obra en ella Francisco Modinos (septiembre de 1930); José Luis Hidalgo y Balbino Pascual (enero de 1936).
Pero la Biblioteca Popular no limitó su labor a este apoyo a los artistas locales ya formados o en vías de formación. Con la colaboración de la sección “Amigos del Arte”, constituida en febrero de 1935, se realizaron exposiciones de arte infantil en las que tomaron parte con un gran entusiasmo jóvenes promesas. La primera tuvo lugar en abril de 1935 con la participación de doce expositores, a la que dieron carácter de concurso, en la que se distinguen los trabajos de Daniel López, Eduardo Deza, José Pozueta, Ramón Fernández, Ángel Díez Cuevas y Luis López, a la que siguió otra el 25 de diciembre del mismo año, con un destacado número de participantes, que llegan en esta ocasión a 69. Se distinguieron los dibujos presentados por José Mª Bárcena, José Pozueta, Eduardo Deza, Ricardo Lorenzo y Manuel Martínez.
Complemento de esta labor entorno al arte fueron las numerosas conferencias que tuvieron lugar durante los años que tuvo vida esta institución, en torno a los más diversos temas que provocaban el lleno del aforo de que disponían.
La vida de la Biblioteca Popular terminó en agosto de 1937 al ser clausurado este centro cultural a la entrada del ejército franquista en la ciudad, no sin antes ocupar su sala de exposiciones, en sucesivas muestras, Mauro Muriedas, Cándido F. Rodríguez Diestro, Eduardo López Pisano, Francisco G. Charines, así como la IV de artistas que cerró este tipo de actividades, no sin antes haber podido disfrutar de la admirable obra que expuso Antonio Quirós en enero de 1936 que fue una importante aportación de la Biblioteca para el goce artístico de los artistas y público local.
Qué importante fueron para nosotros, los hoy ya octogenarios, aquellos años que vivimos en torno a la Biblioteca Popular, en los que personalidades como don Gabino Teira, don Pedro Lorenzo y don Alfredo Velarde, entre otros, contribuyeron de manera determinante a nuestra formación. De este último es el texto reproducido en el catálogo de la exposición de José Luis Hidalgo, en el que se leía: “... todas estas inquietudes sueltas, desperdigadas, tuvieron un punto de unión en Amigos del Arte, título amplio y soñador, un poco en discordia con los años que corren, en los que los niños y los hombres juegan imprudentemente a ponerse uniformes y a elogiar excesivamente las armas de fuego. Amigos del Arte significaba para aquellos muchachos un paso espléndido en su vida de hombres: deseaban crear y no matar, producir y no destruir ; un cuadro, un verso o una talla, eran valores supremos...”
Era el mejor exponente de lo que supuso para la ciudad la actividad intelectual y cívica de la Biblioteca Popular.
Publicado en: El diario Montañés, 23 de octubre de 2001