Tal día como hoy de 1968, moría en México el poeta León Felipe. A él dedicó Aurelio García Cantalapiedra algunos trabajos. Hoy traemos a estas páginas una publicación realizada tras asistir, en 1979, a un homenaje que hizo el Gobierno Mexicano al poeta.
León Felipe – Carta a mi hermana Salud
Hemos dejado pasar los días para serenar el espíritu, porque el viaje fue intenso y las emociones largas. El viento, ese viento que sopló incansable en la vida de León Felipe, el mismo viento que le hizo a él caminante de tantos caminos, fue quien nos llevó también a nosotros a México, para inaugurar el monumento que la ciudad le dedicó el 11 de abril. Viejos amigos, caras nuevas, sinceros afectos y devociones, rodearon ese día la estatua del poeta, en el marco incomparable del bosque de Chapultepec. Allí estaban el presidente de la nación y su distinguida esposa, con un cortejo significativo de figuras de la vida mexicana, mezclados con un público enfervorizado en el que abundaban indios nativos. Entre esta gente, venida de diversas partes del mundo, sonó aquel día, como un escalofrío, la voz conservada del poeta, repetida por los altavoces; voz de León Felipe, grave y apasionada, a la que la técnica ponía alas para posarse en los árboles y en el espíritu de los asistentes.
Entre la numerosa concurrencia, dos corazones fatigados por los años y la vida, latían con más fuerza que los de los demás. Mientras sus ojos contenían lágrimas, por sus cabezas corría desbocada la intensa historia del hermano, movida a cada instante por vientos contrarios. Una historia en la que el valor de lo humano se fue sublimando al paso del tiempo, alcanzando en los últimos años altas cotas de misticismo. Cristina y Salud, las dos hermanas de León Felipe, sentían el homenaje más cerca que cada uno de nosotros, y recordaban ... Salud me confesó:
-Felipe y yo fuimos siempre las ovejas negras de la familia. Sobre todo en aquellos años que vivimos en el Santander tuyo.
Había nostalgia en las palabras y tristeza en los ojos. La carta del hermano sonaba en sus oídos como cosa reciente: He vivido en un mundo sin fechas*; ahora ya tenía una: el 11 de abril de 1974. Las frases de la carta iban adquiriendo relieve a medida que transcurría el acto: Yo no he querido nunca singularizarme. Fui siempre un tímido... En esta ocasión tenía que ser protagonista; sobre el verde jugoso en el que descansaba la figura, se había convertido en héroe celebrado. Mi poesía la he tirado generosamente al viento para que la recojan los mendigos... Los altavoces, colgados de los árboles, con la voz del poeta, iban arrojando al aire los versos de León Felipe, que los indios escuchaban devotamente.
Me hubiera gustado ser un buen burgués ... O haber tenido un oficio ... ¡Esto de ser una oveja suelta y sin rebaño...! En aquel momento, atendiendo a la llamada generosa del Gobierno mexicano, de la Academia Mexicana de la Lengua, de la Comunidad Latinoamericana de Escritores ... el poeta ya tenía rebaño; rebaño consciente del valor de la convocatoria. Una lágrima saltaba en los ojos cansados de Salud:
-Una lágrima mía, dice la carta, ¿recuerdas? Te lo recordaré yo: Pero en el mar amargo e infinito de la Historia dolorosa del Hombre y en la canción eterna y anónima del mundo, habrá una gota perdida de mi llanto ... una lágrima mía ... Por esta lágrima me conocerán.
Salud pudo ver en ese instante todo el resplandor del Universo de su hermano; el hermano caminante eterno, detenido para siempre bajo las hermosas frondas de Chapultepec.
* León Felipe: Carta a mi hermana Salud. Editorial Finisterre, México
Publicado en:
El diario Alerta, el 26 de mayo de 1974
No hay comentarios:
Publicar un comentario