viernes, 8 de enero de 2021

In Memoriam de Mauro Muriedas

 Hoy hace 30 años que nos dejó Mauro Muriedas. No están los tiempos para actos grandilocuentes. No podemos reunirnos en torno a su obra todos lo que lo desearíamos. Pero no podemos olvidar al hombre humilde que todos recordamos y que nos gustaría que su legado artístico y humano perdurase en el tiempo. Valgan estas líneas para avivar nuestra memoria.

 

MAURO MURIEDAS:

UNA SALA DE EXPOSICIONES PARA

NO OLVIDAR SU MENSAJE

 



            Hace ya casi treinta años que Mauro Muriedas expuso su obra en la Galería Sur, de Santander. Era entonces tiempos de primavera, que siempre lo son de poesía. Yo sentí, como lo siento ahora, que la primavera era una época propicia para Mauro, y escribí:

 

            “No, no es pura coincidencia que una exposición de Mauro Muriedas haya llegado al mismo tiempo que la primavera. Yo he estado viendo, durante cerca de cuarenta años, como a Muriedas los árboles que tocaba se le convertían en poesía, en una metamorfosis contradictoria llena de dolor por un lado y por el otro de alegría; de esperanza y desilusión; de entrega y abandono. Antes de que el árbol soñara con ser escultura, solo y nada menos que cuando todavía era árbol, cuando los ojos de Mauro acariciaban el tronco predestinado, las manos recias, pero siempre tiernas del escultor, ya sentían la morbidez de la madera. En este ir del árbol a la poesía que son sus esculturas, han transcurrido estos largos años de su vida”. Y añadía: “Cuando Muriedas se enfrenta con el tronco aun sin desbastar, tiene un cierto aire adusto: el entrecejo cerrado, la maza golpea fuerte, saltan gruesas briznas que van llenando el taller con el olor de la madera”, pero su espíritu, como el de “Fray Angélico, sentirá la necesidad de arrodillarse ante la obra; se humillará, pedirá perdón por haberla creado porque teme por sus criaturas. A la alegría de la creación seguirá el dolor del parto y el miedo a la vida ... parece que la misma obra se va a volver contra él, que le va a recriminar la ternura de que la ha dotado ... ¡Sus criaturas! Sí, demasiada poesía para tanta desgracia”.

 

            Los amigos cercanos, empujados por escritos de otro hombre del mismo temple, Manuel Llano, íbamos tejiendo en nuestra memoria lo que sería recuerdo imperecedero, que se iba a transformar en biografía propia reflejada.

 

            Mauro Muriedas como muchos artistas de aquellos años, a quienes hirió el hacha de la guerra, se refugiaron en su obra para lanzar al mundo gritos contra el egoísmo y contra la injusticia. Gritos humanos, muy humanos. Toda una teoría de lucha y de trabajo, de hambre y de miseria, quedó reflejada en sus relieves y esculturas, para que sintamos ante ellos la angustia de nuestra experiencia y la necesidad de erradicarlos del mundo.

 

            Con la creación de esta sala municipal de exposiciones, que el Ayuntamiento ha tenido el acierto de titular con el nombre de Mauro Muriedas, se van a mantener vivos para siempre, en nuestra ciudad, el espíritu y la grandeza de este hombre.

 



El Diario Montañés, 7 de mayo de 1999


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