EL VIRTUOSISMO DE LOS FRECHILLA
(Homenaje desde Cantabria a Lorenzo, el escultor)
La noticia en la prensa nos ha llegado separada por muy pocos días: el 4 de agosto moría en México el pintor Mathias Goeritz, y el día 9, en Madrid, el escultor Lorenzo Frechilla. A los dos les unió en Cantabria una fecha: Septiembre de 1.948. Goeritz exponía sus dibujos en el “Saloncillo de Alerta”, de Santander; Frechilla, que empezaba entonces su vida artística, colgaba en la Biblioteca “José María de Pereda”, de Torrelavega, una amplia colección de su obra: ocho esculturas y veintinueve miniaturas, realizadas en marfil y azabache. Poco antes, había obtenido la Primera Medalla del “Salón de Otoño de Castilla”.
De Lorenzo Frechilla, a quien de los dos artistas citados quiero dedicar hoy este comentario, quedó en Torrelavega un buen recuerdo. Con motivo de aquella exposición pasó unas horas con nosotros; horas inolvidables, mientras le ayudábamos a instalar sus sorprendentes marfiles en las paredes de la sala, o las que transcurrieron en mi casa, donde deja un recuerdo imperecedero de su admirable carácter y sensibilidad artística. Después nos volveríamos a encontrar en su Valladolid natal rodeados de amigos, en el piso en que residía. ¿Era en la calle Alcalleres, en un cuarto piso? No lo puedo fijar exactamente. En la memoria queda sólo el recuerdo de unas amplias habitaciones en las que “reinaba” un piano de su hermano Miguel, y con la presencia del buen amigo de Lorenzo. el pintor Publio Wilfrido.
Mas tarde nos cruzamos algunas cartas; me enviaba fotografías de su obra en marcha. El virtuosismo de los marfiles iba dando paso a obras más ambiciosas. Conservo una carta suya fechada en Valladolid el 23 de noviembre de 1. 955, cuando preparaba el salto y conquista definitiva de Madrid: “Estoy buscando sitio para trasladar mi taller a Madrid, pues mi mayor número de encargos viene de allí…”; se quejaba en la carta de las dificultades que encontraba en “mi querido pueblo natal” para el desarrollo de su capacidad creativa. Poco antes había recorrido Inglaterra, Francia y América del Sur. Me contaba de un viaje a París acompañado por Publio y de una exposición conjunta en la capital francesa…
Los recuerdos, hoy que le hemos perdido, están resonando más fuerte en mi memoria. Aquella obra primera vuelve con nitidez. Crecía al par del virtuosismo que fui conociendo más tarde de los hermanos de Lorenzo. Miguel, el pianista, de quien se hablaba ya en Valladolid con devoción y que pronto conquistaría España con sus ejecuciones prodigiosas; Miguel, que construía con las notas del piano hermosas esculturas, que quedaban en el aire como las de Gog, el personaje de Papini. El otro hermano, profesor de idiomas que sorprendería un día al tribunal de unas oposiciones dando cuenta de sus conocimientos del chino, conocimientos más sorpresivos, por haberlos aprendido en un pueblecito de la provincia de Valladolid. Virtuosismo en los tres hasta extremos difíciles de alcanzar.
Todo está así, en el recuerdo, “cuando de casi todo hace ya cuarenta años” como escribió con frase significativa José María Castellet.